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8.4.2022.- ¿Por qué ahora Putin me preocupa más?

Por 8 de abril de 2022agosto 26th, 2022Diario de un investigador privado, PANÓPTICO

En Rusia, las encuestas parecen dar un apoyo masivo a la guerra de Putin. El pueblo ruso considera que las medidas del mundo occidental son una muestra más del odio a Rusia. La propaganda ha conseguido que el agresor se sienta víctima, y es de suponer que, si las medidas económicas disminuyen su nivel de vida, la irritación de los rusos contra Occidente subirá de intensidad. Teniendo en cuenta que el único freno que puede tener un dictador es la opinión pública, en este momento Putin es más peligroso que nunca. En Biografía de la inhumanidad señalé la importancia que para tiene para entrar en el tobogán de la atrocidad es la construcción del “objeto a odiar”. Putin lo está consiguiendo.

 

Este personaje es doblemente peligroso si, como apuntan muchos indicios, se cree depositario de una misión: la de recuperar la grandeza rusa. En el libro citado señalé que otro de los factores que conducen al horror es la “ebriedad de la misión”. La grandeza del fin hace que todos los medios sean aceptables. Un discurso de Hitler sirve de ejemplo paradigmático: “Luchamos tan solo por un pueblo, y es el nuestro. ¡Quizás somos inhumanos! Pero si salvamos Alemania habremos completado la mayor hazaña del mundo. ¡Quizás somos injustos! Pero si salvamos Alemania habremos abolido la mayor injusticia del mundo. ¡Quizás seamos inmorales! Pero si salvamos a nuestro pueblo, habremos vuelto a abrir camino a la moral” (Hamann, B., Hitler’s Vienna. A Dictator’s Apprenticeship. 1999, p.212). Desde el Panóptico resulta desesperante comprobar que este mismo argumento, aplicado a su situación, lo utilizó Robespierre, Lenin y puede utilizarlo Putin, porque responde a un mecanismo emocional potentísimo.

Hay otro dato preocupante: la escalada armamentística. Todo el mundo está armándose hasta los dientes. Desde el Panóptico no es un indicio concluyente: sucedió antes de la Primera guerra mundial, pero posiblemente evitó que la guerra fría se convirtiera en caliente. Ignoro hacia donde nos inclinaremos.

La Europa de principios del siglo XX vivía alegre y confiada, convencida de que comenzaba un periodo de paz y prosperidad.

Lo que no servirá como freno serán las consecuencias económicas. La Europa de principios del siglo XX vivía alegre y confiada, convencida de que comenzaba un periodo de paz y prosperidad. Las exposiciones universales de 1889 y 1900 celebradas en París eran la imagen publicitaria de ese momento. Una nueva guerra era imposible. Era la tesis del libro La grande ilusión, que fue publicado por Norman Angell en 1910, se tradujo a once idiomas y se estudió en las universidades. Años después, su autor ganaría el premio Nobel de la Paz. Su tesis era sencilla y racionalmente irrefutable: la interdependencia financiera y económica de las naciones hace imposible una guerra, porque, si la hubiera, el vencedor sufriría tanto como el vencido, por lo que nadie sacaría provecho.

La irracionalidad puede vestirse de racionalidad.

Lord Esher, encargado de reorganizar el ejército británico, sostenía la misma tesis: “los nuevos factores económicos prueban claramente la locura de la guerra”.  Olvidaban que la locura es una de las posibilidades humanas. La irracionalidad puede vestirse de racionalidad. En ese mismo año -1910- el general germano Friedrich Von Bernhardi escribió Alemania y la próxima guerra, un libro que tuvo gran influencia en su país. Los títulos de tres de sus capítulos resumían su tesis: “El derecho a hacer la guerra”, “El deber de hacer la guerra”, y “Potencia mundial y hundimiento”. No sé si Putin habrá leído ese libro. Es un ejemplo de las razones de la sinrazón que arrebata a las sociedades periódicamente.

 

La historia nos presenta el repertorio finito de los problemas y el repertorio finito de las posibles soluciones.

Me viene a la memoria un antecedente histórico de las medidas económicas. 430 años antes de nuestra era, el mundo griego vivía un mal endémico, una conocida patología histórica: el enfrentamiento entre dos potencias, en ese caso Atenas (y la liga de Delos) y Esparta (y la liga del Peloponeso). Atenas quiere intervenir contra Megara, ciudad aliada de Esparta, sin declarar la guerra a esta última. Lo que hace es sancionarla económicamente. Los comerciantes megáricos no pueden trabajar en Atenas, ni en los puertos de la liga de Delos. La historia nos presenta el repertorio finito de los problemas y el repertorio finito de las posibles soluciones. Los antiguos ya lo sabían “Nihil novum sub sole”.  Falta sacar las enseñanzas adecuadas de este deprimente hecho.

Veo cada vez más urgente la creación de la vacuna contra la estupidez.