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21.4.2023.- Vacuna contra la estupidez: Informe urgente

Cada vez que me hacen una entrevista observo con curiosidad el tema que han utilizado para el titular. Me sirve para saber qué asunto ha sido más relevante o más sorprendente para el entrevistador. Esta semana,  una entrevista publicada por Neus Tomas en eldiario.es y otra firmada por J.Sainz en el diario La Rioja, han coincido en el tema: la necesidad de una vacuna contra la estupidez. ¿Estoy realmente trabajando para lograrla? Yo no, pero mi memoria sí. Esto no es un juego de palabras. Ya he hablado en este diario del “efecto Zeigarnick”. Cuando se nos ocurre un proyecto, permanece latente en nuestra memoria hasta que lo cancelamos, aunque no estemos trabajando en él. Se activa en cuanto percibe algún dato relevante y con suerte lo incorpora a su red. Normalmente tengo muchos proyectos, que se van completando a largo del tiempo en mi memoria y en mi Archivo, sin que sea consciente del proceso. El proyecto se organiza por su cuenta, tejiendo enlaces, referencias, correcciones, ampliaciones, notas. Hoy voy a dedicar este post a indagar en qué estado se encuentra mi búsqueda de la vacuna contra la estupidez. Les aseguro que no lo sé.

El tema de la estupidez me interesa desde hace mucho tiempo. En La inteligencia fracasada intenté responder a la pregunta que se formuló uno de los grandes psicólogos del pasado siglo, Robert J. Sternberg: Por qué las personas inteligentes pueden ser tan estúpidas, (Crítica, 2006). Según mi Archivo, en el 2021 escribí un artículo sobre “inmunología mental” (El Panóptico 40). Trataba de aplicar al campo de la inteligencia humana el mismo modelo que utiliza la biología. El organismo ha desarrollado un sistema inmunológico para defenderse de agentes patógenos. La mente recibe también antígenos que alteran su buen funcionamiento. Los prejuicios, por ejemplo, cuya comparación con los virus resulta sugerente. Una vez que los virus se han instalado resulta muy difícil eliminarlos. Por eso, la mejor solución han sido las vacunas, que fortalecen las defensas del individuo para detectar y destruir a los invasores antes de que sean demasiado fuertes. ¿Podría suceder lo mismo en el dominio mental? Hace muchos años identifiqué un “síndrome de inmunodeficiencia social”, un fallo en el sistema defensivo de una sociedad, que la hace incapaz, por ejemplo, de detectar la corrupción y oponerse a ella.

Según mi Archivo, la idea de una vacuna mental me la sugirió Martin Seligman, que fue Presidente de la American Psychological Association. Cuenta que, en una ocasión, el doctor Salk, descubridor de la vacuna contra la poliomielitis, le preguntó si no se podría crear algún tipo de vacuna para problemas como la depresión.” Si en este momento yo fuera un científico joven, -comentó Salk- seguiría dedicándome a la inmunización. Pero en lugar de inmunizar a los niños físicamente, lo haría de otra manera: les inmunizaría psíquicamente. Y comprobaría si esos chicos psíquicamente inmunizados podían luego enfrentarse mejor a la enfermedad mental; y también a la enfermedad física”. Seligman pensó que el mundo se enfrentaba a una epidemia de depresión que, además iría a más, y para bloquearla lanzó junto a sus colaboradores el Programa de Prevención de Pennsylvania: “El programa de inmunización total que el Doctor Salk había imaginado finalmente se había materializado: técnicas cognitivas para que los niños lucharan contra la depresión y técnicas sociales para evitar los rechazos y frustraciones de la pubertad”. (Gillham, J. et alt. “School-based prevention of depressive symptoms: A randomized controlled studt of the effectiveness and specifity of the Penn Resilience Program, 2007).  Este programa puede considerarse, en términos generales, una vacuna, porque desarrolla “fortalezas” en el organismo mental. Lo mismo intentan otros programas, como el de Donald Meichenbaum, que se denomina significativamente “vacunación contra el estrés”.

«Una vacuna contra la persuasión suscitaría la producción de anticuerpos mentales»

El tema de una vacuna mental había aparecido antes, pero centrada en patógenos cognitivos. En 1961, William James McGuire, psicólogo social de la Universidad de Yale, especialista en el estudio de los mecanismos de persuasión pensó que los individuos podrían vacunarse contra los ataques de adoctrinadores. He recordado esta propuesta ante la avalancha de “fakes news” y el aumento del proselitismo en las redes. McGuire pensó que, igual que las vacunas biológicas inyectan una forma debilitada del virus para fortalecer la resistencia del organismo de futuros ataques, una forma atenuada del argumento o del prejuicio patógeno podría ayudar a las personas a desarrollar argumentos consistentes que le protegieran de futuros ataques. Desde entonces se ha investigado mucho sobre este asunto, y los resultados parecen corroborar la eficacia de la vacuna (Banas, J.A. y Rains, S.A., “A Meta-Analysis of Research on Inoculation Theory”, 2010).

La preocupación actual por la eficacia de los medios para desinformar ha llamado la atención sobre los medios para proteger a los individuos de su perjudicial acción. Uno de ellos es el prebunking, que funciona como una verdadera vacuna. Es una palabra derivada de debunk, desenmascarar y significa desmontar una línea de desinformación antes de que se disemina. (Roozenbeek, J., van der Linden, S., & Nygren, T. (2020). Prebunking interventions based on “inoculation” theory can reduce susceptibility to misinformation across cultures). Harari, en Homo deus, indica que antes la censura se ejercita restringiendo la información, pero ahora se hace proporcionando ingentes cantidades de información intranscendente. “En tiempos antiguos, tener poder era tener acceso a los datos. Hoy en día, tener poder significa saber qué obviar”. (472). La vacuna debe desactivar las informaciones irrelevantes.

En España, el equipo de Maldita.es utiliza el método de prebunking  y las técnicas de “vacunación” (inoculation) para luchar contra los bulos y la desinformación. 

Las teorías actuales sobre la “inoculación” o la “vacunación” mentales giran en torno a la persuasión. Estamos rodeados de personas o instituciones que desean persuadirnos de algo. B.J. Fogg, fundador del Persuasive Tech Lab de la Universidad de Stanford no oculta su objetivo en el título de su obra más conocida Tecnologías persuasivas: usar ordenadores para cambia lo que pensamos y hacemos. Otro experto, Nir Eyal, titula el suyo Enganchados: cómo diseñar productos para crear hábitos. Tristan Harris escribe: “Puedo ejercer control sobre mis dispositivos digitales, pero tengo que recordar que al otro lado de la pantalla hay un millar de personas cuyo trabajo es acabar con cualquier asomo de responsabilidad que me quede”. Su testimonio es relevante porque formó parte como experto de ese millar de personas, mientras trabajaba en Apple, Wikia, Apture, y Google. Es evidente que esos “persuasores ocultos” se introducen en nuestra mente y limitan su capacidad de actuar. Son pues agentes patógenos, que recomiendan la búsqueda de una vacuna.

La mención de los “persuadores ocultos” ha activado el recuerdo de un libro de gran éxito que leí a principio de los sesenta: The Hidden Persuader. Guardo una cita:” Se exploran los deseos, necesidades e impulsos ocultos de los clientes para encontrar sus puntos vulnerables (…) Una vez aislados se inventaron carnazas y anzuelos psicológicos y se los lanzaron a las profundidades para que fueran tragados por lo desprevenidos clientes” (ed. española, Sudamericana 1958, p. 89). La publicidad se convertía en una parte de la psicología aplicada a la manipulación del cliente.  En este caso, el antígeno que se colaba en el sujeto tenía que ver con la motivación. Su tarea consistía en alterar la marcha normal de los deseos, gestionar las motivaciones ajenas. Un especialista se preguntaba: “¿Por qué las mujeres pagan dos dólares y medio por una crema para el cutis, pero no más de veinticinco centavos por una pastilla de jabón? Porque el jabón solo promete limpieza, mientras que la crema les promete hacerlas bellas. Lo que están comprando es una promesa”. Las falsas promesas diseñadas por la publicidad son agentes psicopatógenos que alteran la capacidad de decidir.

La relación de las vacunas con los virus abre otra línea en mi Archivo. En el mundo digital la palabra está siempre presente. Un virus puede entrar en nuestro ordenador y estropear su funcionamiento. ¿Hay virus mentales? Sí, todos aquellos elementos que se introducen en nuestra mente y la perjudican pueden considerarse un virus mental. Así lo hace Richard Brodie, que añade una precisión interesante: los virus son “memes”. (Brodie, R., Virus of the Mind: The new science of the meme, 2009. El término “meme” fue inventado por Richard Dawkins. Al igual que un gen es la menor unidad de transmisión biológica, un “meme” sería la unidad más elemental de transmisión cultural. Se mantiene y se replica. Sostenía que muchos fenómenos culturales podían ser estudiados como epidemias y propuso elaborar una “epidemiología informativa” (information epidemiology”). El concepto de “meme” (que ha sido trivializado por su uso en el mundo digital) es útil, aunque difícil de definir, pero establece relaciones que van dando mayor consistencia a la posibilidad de una “vacuna mental”. Por ejemplo, Albert Ellis, Aaron Beck, Martin Seligman y otros psicólogos cognitivos han estudiado el papel que determinadas creencias juegan en la aparición de problemas psicológicos. Lo que una persona piensa sobre su capacidad para enfrentarse con los problemas determina realmente esa capacidad. La baja autoestima provoca sentimientos depresivos. Esas creencias son “memes” y las terapias cognitivas consisten en intentar borrarlos. Las vacunas pueden aprovechar ese mismo mecanismo y utilizar memes beneficiosos. La elaborada por Seligman para prevenir contra la depresión consiste en adquirir un modo optimista de interpretar los hechos.

Todavía encuentro más enlaces sobre este tema, que no recordaba. Christian Morel ha estudiado las decisiones estúpidas, que son errores radicales y persistentes que llevan a una persona a conseguir justo lo contrario de lo que pretendía. (Morel, C. Les décisions absurdes. Sociologie des erreurs radicales et persistantes, Gallimard, 2002) ¿Por qué un avión se estrella porque la tripulación está tan ocupada en preparar al pasaje para un aterrizaje de emergencia que no se da cuenta de que el combustible se está acabando? ¿Por qué en la preparación de la invasión de Cuba en Bahía Cochinos nadie se percató de que se había cambiado el lugar de desembarco y no se habían corregido las rutas de protección? ¿Cómo es posible que en Estados Unidos los cirujanos operen a quien no deben operar o en una zona que no debían operar cuarenta veces a la semana? La historiadora Barbara Tuchman en La marcha de la locura, (FCE, 1989) ha estudiado la insensatez de algunas decisiones históricas, en que una mala decisión se mantiene a sabiendas de que estaba equivocada. No me cabe duda: la vacuna contra la estupidez es urgente.

En mi Archivo aparecen diversos intentos de definir las vacunas mentales.  Ya he mencionado algunos de ellos. Andy Norman ha hecho un buen resumen en su libro Mental Immunity: Infectious Ideas, Mind-Parasites, and the Search fo a Better Way to Think, (Harper, 2021). Christian Morel, dedica el segundo volumen de la obra citada, a presentar modos de evitar las decisiones absurdas. Steven Pinker ha dedicado su libro Racionalidad a estudiar factores de protección contra antígenos cognitivos, En Los ángeles que llevamos dentro identifica unos “ángeles buenos” que nos protegen: el Estado, el comercio, la feminización de la sociedad, la expansión de la empatía y la racionalidad.

Este comentario de Pinker activa otro chivato. Durante la pandemia todos hemos oído hablar de la “inmunidad de rebaño”, que es una especie de vacuna social. En el tema que tratamos puede darse también. Tal vez la inmunización contra la estupidez tenga que hacerse a nivel individual y a nivel social. Y me inclino a pensar que este puede ser uno de los efectos del “capital comunitario”, del que tanto he hablado.

Termino aquí este post, que no ha tratado en realidad de las “vacunas mentales”, sino de cómo la memoria va organizando por su cuenta la realización de los proyectos.  Al viajar al interior de mi Archivo me he dado cuenta de que allí está la documentación necesaria para escribir un libro sobre “Inmunología mental”. Lo único necesario es redactarlo. Y tal vez eso pueda hacerlo el Chat GPT4.

 

Únete 3 Comments

  • Yolanda dice:

    Muy interesante, no se si eso sería posible y en todo caso como sabemos que esas inmunizaciones a través de una vacuna fuesen efectivas, tendremos que seguir siendo ratas de laboratorio, y hasta qué punto nos inmunizaría de unos valores o nos quitaría otros, ¿una vacuna total para una sociedad más buena?, lo veo difícil y la IA eliminará trabajos que actualmente hacen las personas, no interesa un empleado que opine, que tenga emociones, que pueda ponerse malo o que necesite dinero para poder vivir. Esa vacuna por cambiar la mente de ciertas personas que desean ser de un modo determinado, sin conciencia, sin escrúpulos, que ni escuchan argumentos de nadie. En estos casos, no se cual sería la solución ¿una técnica aversiva o darles de su propia medicina ? .
    En todo caso, solo podemos confiar en que la mayoría tengamos conciencia y no perdamos la esperanza, nuestras ideas y pensamientos inspiren a los demás para poder hacer frente a tanta estupidez humana.

  • Yolanda dice:

    Muy interesante, no se si eso sería posible y en todo caso como sabemos que esas inmunizaciones a través de una vacuna fuesen efectivas, tendremos que seguir siendo ratas de laboratorio, y hasta qué punto nos inmunizaría de unos valores o nos quitaría otros, ¿una vacuna total para una sociedad más buena?, lo veo difícil y la IA eliminará trabajos que actualmente hacen las personas, no interesa un empleado que opine, que tenga emociones, que pueda ponerse malo o que necesite dinero para poder vivir. Esa vacuna por cambiar la mente de ciertas personas que desean ser de un modo determinado, sin conciencia, sin escrúpulos, que ni escuchan argumentos de nadie. En estos casos, no se cual sería la solución ¿una técnica aversiva o darles de su propia medicina ? .
    Por lo tanto, creo que solo podemos confiar en que la mayoría tengamos conciencia y no perdamos la esperanza, nuestras ideas y pensamientos inspiren a los demás para conseguir el bien de una sociedad más buena, poder hacer frente a tanta estupidez humana, que personas que dicen hacer el bien acaban haciendo el mal y encima tienen sus seguidores.

  • Martín Eduardo López Martínez dice:

    Maestro podría relacionarse esa vacuna con el desarrollo de pensamiento crítico, profundo o fundamentado…como a veces sugieren a los docentes formar en los estudiantes? Mi reto sería cómo?… gracias por su impulso a reflexionar con mayor racionalidad. Saludos

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