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2.4.2022.- El Derecho y la solución de los problemas

He terminado de leer el libro de Fernanda Pirie Ordenar el mundo. Como 4.000 años de leyes dieron forma a la civilización (Crítica, 2022). Puede considerarse una visión del Derecho desde el Panóptico, por eso me ha interesado tanto. La enorme pluralidad de leyes y de sistemas jurídicos tienen, sin embargo, un elemento común. “Las leyes -escribe- proporcionan los medios para ordenar la vida social. Los sistemas legales de todo el mundo castigan el asesinato, establecen indemnizaciones por daños, regulan los matrimonios y las herencias, ayudan a los acreedores y contemplan la manutención de los niños. Son problemas que surgen siempre que la gente vive junta”, (390). Pero las normas no son solo medios prácticos de ordenamiento social y de gobierno. También han simbolizado las sociedades que los legisladores han querido crear, prometiendo justicia y ecuanimidad. Y han servido también para proteger a la gente, incluso frente al poder.

Este enfoque problemático -aporético, me gusta decir-es relevante para la historia de la felicidad en la que estoy metido. El guion que impulsa su búsqueda ya lo conocemos: una necesidad, un deseo o un interés despierta el impulso hacia algo que se considera valioso. Sin embargo, esa meta puede resultar difícil de alcanzar, disputada por otros, en una palabra, conflictiva. Alcanzarla se convierte en un problema. Pues bien, de la solución de parte de esos problemas se encarga el Derecho, que se convierte así en una herramienta al servicio de la felicidad.

Para comprender cualquier manifestación jurídica -como cualquier creación cultural en general- debemos conocer el problema que intenta resolver, el deseo o el proyecto que intenta realizar. Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, señala que los sistemas morales son ante todo soluciones. Para comprender una teoría, añade, primero hemos de comprender el problema en vista de cuya solución se ha inventado la teoría, a fin de ver si esta funciona mejor que cualquiera de las soluciones más obvias”. Según Theodor Viehweg Topik und jurisprudenz (1953)– toda la estructura jurídica se explica en razón de la necesidad de resolver problemas. Por eso, sus elementos constitutivos (concepto y proposiciones) permanecerán ligados a ellos, y solo a partir de los problemas podrán ser comprendidos y articulados lógicamente.

Como he dicho, todas las creaciones culturales son el resultado de un impulso que busca satisfacción, la solución a un problema. Para alejarnos del terreno legal, pondré un ejemplo sacado de la historia del arte. La pintura se ha enfrentado siempre con el problema de la representación de una realidad tridimensional sobre una superficie plana. La invención de la perspectiva fue una solución, pero otra fue la solución cubista. Citaré un texto del «Picasso» de Kahnweiler, que expone esta experiencia pictórica en término de un problema que hay que resolver:

 «¡El comienzo del Cubismo! El primer ataque. Desesperada lucha titánica con todos los problemas a la vez. ¿Con qué problemas? Con los problemas fundamentales de la pintura: la representación de lo tridimensional y de lo coloreado sobre la superficie plana, y su compresión dentro de la unidad de esa superficie plana. (…). Osadamente, Picasso empieza a intentar resolver todos los problemas a la vez.

Ahora pone imágenes agudamente angulares sobre el lienzo, cabezas y figuras desnudas principalmente, con los colores más brillantes, amarillo, rojo, azul, negro. Tras meses de intensa búsqueda, Picasso percibe que el problema no puede ser completamente solucionado siguiendo ese camino”.

Esta visión de la evolución de las culturas como un proceso continuo de planteamiento y resolución de problemas (conflictos, aspiraciones, intereses enfrentados, sueños que quieren hacerse realidad, etc.) no solo nos permite comprender las creaciones humanas, sino también nuestra psicología. Nos encontramos con una ampliación de la Psicología como ciencia, que fue ya señalada por el genial Wilhem Dilthey: “A los seres humanos no se les conoce por introspección, sino estudiando las cosas a las que se han dedicado a través de la historia”. Hay otra consecuencia importante de este enfoque: si las culturas son soluciones a problemas, tal vez sea posible justificar que unas soluciones son mejores que otras. Fernanda Pirie dedica uno de los capítulos finales a estudiar los problemas que plantea a los países musulmanes la sumisión a la sharia y las ventajas que tiene separar el Derecho de la religión. Esto escandaliza a los “multiculturalistas igualitarios” que consideran un ultraje establecer jerarquías entre las culturas, pero desde el Panóptico tal vez descubramos que esa indignación no está justificada.