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El aprendizaje de la sabiduría

Autor(es)
José Antonio Marina
Editorial y ciudad
Ariel, Barcelona
Fecha de publicación
2009
Páginas
400
ISBN
978-84-344-8795-6

«El aprendizaje de la sabiduría» recoge en un solo volumen dos de mis obras: Aprender a Vivir y Aprender a Convivir, y en él intento responder a dos preguntas fundamentales:

¿se puede enseñar a vivir?, y ¿quién y cómo debería enseñarnos a convivir?

La nueva edición actualiza algunos capítulos e incorpora un nuevo prólogo, en el que desarrollo el concepto de sabiduría, entendida como “inteligencia práctica”, y defiende su prioridad frente a la inteligencia teórica. La sabiduría sería el uso de la inteligencia necesario para dirigir adecuadamente el comportamiento en aquellos temas que-por afectar a la felicidad y a la dignidad-son los más urgentes e importantes. La distinción entre inteligencia estructural y uso de la inteligencia, así como la importancia del pensamiento sistémico, están presentes a lo largo de sus páginas. En ellas se analizan conceptos como “personalidad”, “sociedad”, “dignidad”, “felicidad”, “recursos personales y sociales”, “autonomía”…

La principal función de la educación no es trasmitir conocimientos, sino enseñar a vivir, una tarea urgente en la sociedad en la que vivimos, asolada por grandes problemas.

Para facilitar esta labor, se exponen en el libro los fundamentos teóricos de un modelo de educación, fundamentados científicamente en un gran número de doctrinas y experiencias educativas del mundo y en las teorías desarrolladas por el autor en obras anteriores, sin olvidar los procesos de educación y formación de personalidad en otras culturas.

Es importante no solamente aprender a vivir, sino que aprendamos a convivir.

Analizo para ello diferentes tipos de convivencia (la convivencia íntima, que incluye la familia, la pareja, los amigos, y los compañeros de trabajo; la convivencia política; y la convivencia con uno mismo). Y trata de aportar soluciones educativas, psicológicas y reeducativas. En concreto, considero que el modelo de la educación para la convivencia tendría que establecerse a tres niveles: educación afectiva, que nos ayude a sintonizar con los valores fundamentales; adquisición de hábitos operativos, que aumente nuestra capacidad para realizar esos proyectos; y una educación normativa teórica, que proporcione nociones básicas de la Ética y el Derecho. Finalmente, la elaboración de un Ética transcultural nos ayudará a proteger y también a limitar los distintos códigos morales o religiosos, que deben circunscribirse a la esfera privada, íntima y personal de los miembros de una comunidad.

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