La descolonización y el problema de la universalidad. En los años 80 apareció el poscolonialismo lanzado por Edward Said, tan influido por Michel Foucault como por Frantz Fanon. Según esa escuela de pensamiento, la descolonización había dejado intactas las representaciones de los colonizadores sobre los colonizados. Lo importante era deconstruir esos fantasmas heredados de la colonización. Los estudios descoloniales se han desarrollado en los 90, teorizados por intelectuales sudamericanos como Ramon Gosfoguel, profesor en Berkeley (California), para quien todo el sistema capitalista actual es una herramienta para dominar a los países del Sur. Es necesario descolonizar todo, desde la literatura a los valores de la Ilustración, percibidos como no siendo más que una astucia para promover los valores occidentales. Desde el Panóptico vemos claro que la universalidad de los valores ha sido la gran fuerza emancipadora, la que mantuvo la lucha contra la esclavitud, por los derechos de la mujer y de la infancia, por la igualdad de voto. Por la influencia que ha tenido Foucault en el diseño de las teorías que rechazan la posibilidad de una verdad objetiva es por lo que desde el principio del Panóptico señale su oposición al Panóptico de Foucault.
Las ideologías no han muerto. Retornan al galope, primero a las universidades americanas, ahora a las francesas. De nuevo cunde la idea de que la ciencia es una ideología más. Bien es verdad que solo en las facultades humanísticas, lo que favorece el desdén hacia ellas de las “ciencias duras”. Se admite el activismo político como principal dinamismo de la investigación. Toda apelación a una verdad objetiva se interpreta como una “colonización del espíritu”. Toda defensa de la universalidad es opresiva. Para oponerse a esta corriente ha aparecido en Francia el “Observatoire du décolonialisme et des idéologies identitaires”, que acaba de publicar un “Rapport sur les manifestation idéologiques a l’Université et dans la Recherche”. Su objetivo, como lo explica el lingüista Jan Samowicz es oponerse a “la propagación de un discurso según el cual el individuo se reduciría a su pertenencia a una raza o a un género”. Es llamativo que, en términos generales, sea la izquierda la que ha enarbolado ahora la bandera contra la universalidad de los valores, cuando siempre había ocurrido lo contrario.
La pandemia ha puesto bajo el foco el tema de la fiabilidad de la ciencia. Los negacionistas han arremetido contra ella. Una falsa idea de democracia ha provocado un igualitarismo de las opiniones. Se extiende la absurda idea de que todas las opiniones son respetables. No es así.
En realidad, he releído el libro de Samuel P. Huntington titulado El choque de civilizaciones, publicado en 1996. Advertía que el tema fundamental de la política internacional es el choque de civilizaciones.
Cuando hablamos de China y de su éxito económico y tecnológico, añadimos inmediatamente una crítica ética: es un sistema no democrático y no respeta los derechos humanos. El régimen chino responde acusándonos de adoptar una postura de superioridad moral y de intentar imponer a China unos valores que no son universales, sino exclusivamente occidentales.