
Cuando hablamos de China y de su éxito económico y tecnológico, añadimos inmediatamente una crítica ética: es un sistema no democrático y no respeta los derechos humanos. El régimen chino responde acusándonos de adoptar una postura de superioridad moral y de intentar imponer a China unos valores que no son universales, sino exclusivamente occidentales.
En la Conferencia sobre derechos humanos celebrada en Viena en 1993, el bloque asiático e islámico se opuso a la declaración de derechos de 1948 por considerar que no era universal, sino occidental. El acceso a la presidencia de China de Xi Jinping marcó una posición de hostilidad hacia los valores universales, sobre todo cuando Li Qibao fue nombrado jefe del departamento de propaganda. A principio de 2013 se indicó a las Universidades “siete temas de discusión prohibidos”. A la cabeza, la discusión sobre los valores y los derechos universales. En un artículo de 2015, Chen Lai, de la Universidad Tsinghua, un gran experto en civilización antigua de China, escribe: “Comparados con los valores occidentales modernos, los valores de la civilización china presentan cuatro características particulares:
La responsabilidad es anterior a la libertad
El deber es anterior a los derechos
El grupo social es anterior al individuo
La armonía es superior al conflicto
La prioridad de la nación sobre el individuo y de la obediencia sobre la libertad forman parte de la ideología oriental. En Japón, tradicionalmente se había valorado la obediencia a la autoridad, y se consideraba como una muestra de soberbia el deseo de afirmar la propia autonomía. La virtud central era “amae”, la cálida sumisión al superior. En 1989, Wee Kim Wee presidente de Singapur, consideró necesario reflexionar sobre cuáles eran los “valores comunes” a Oriente. Después de dos años de amplia discusión se publicó un Libro blanco sobre los valores asiáticos que coinciden aproximadamente con los atribuidos a la civilización china. El primer ministro Lee Kuan Yew señalaba las virtudes orientales que explicarían su prosperidad creciente: orden, disciplina, responsabilidad familiar, trabajo duro, colectivismo, moderación. Las oponía a los vicios que habían provocado a su juicio la decadencia de Occidente: excesos, indolencia, individualismo, crimen, educación inferior, falta de respeto a la autoridad y anquilosamiento mental. Según Lee Kuan Yew, “los valores que la cultura asiática-oriental mantiene – tales como la primacía de los intereses del grupo sobre los del individuo-, apoyan el esfuerzo de la totalidad del grupo necesario para desarrollarse rápidamente. Esta ética laboral ha nacido de la doctrina de que el grupo y el país son más importantes que el individuo”.