Necesitamos saberlo para diseñar los planes educativos adecuados. La introducción de las nuevas tecnologías en la escuela es superficial y meramente instrumental. Su influencia en la sociedad se está haciendo fuera de sus cauces, con lo que estamos dejando a nuestros alumnos -igual que al resto de la sociedad- a merced de la tecnología y de sus empresas de vanguardia.
Un asunto transcendental está en juego.
¿Quién va a tomar las decisiones en un mundo en que la Inteligencia Artificial va a disponer de una cantidad de información inaccesible a un cerebro humano?
Parto de la idea de que la función principal de la inteligencia no es conocer, sino dirigir bien el comportamiento y que eso será siempre una función humana mientras no nos dejemos monitorizar por programas de ordenador. Para protegerla necesitamos educar una Inteligencia Centauro, capaz de dirigir el comportamiento, ayudándose de la IA.
Esto, que es fácil de enunciar, es difícil de llevar a currículos concretos. Una de las dificultades es la velocidad con que avanza la tecnología de la IA. Las ciencias de la educación tienen que abandonar el confortable mundo de la pedagogía, la psicología educativa y la didáctica, para convertirse en una superciencia de altísima complejidad porque tiene que sintetizar conocimientos muy dispersos. Uno de ellos, los descubrimientos de las nuevas tecnologías.
Acabo de leer un libro que les recomiendo por su buena información y por lo atractivo de su lectura. AI2041, escrito por Kai-Fu Lee, antiguo presidente de Google China y, y por la novelista Chen Qiufan. Me ha interesado sobre todo porque sitúa el momento de despegue de la Inteligencia Artificial en la aparición del Deep Learning, de la capacidad de los programas informáticos para aprender por su cuenta. Es la tecnología que va a tener más influencia en nuestra vida futura.
Ante las posibilidades y los peligros que las nuevas tecnologías nos ofrecen, el Proyecto Centauro se centra en una pregunta: Conociendo la aceleración de nuestro entorno científico y tecnológico, a qué tipo de persona confiaríamos nuestro futuro o el futuro de la humanidad. Me ha alegrado coincidir con unas declaraciones de Laurence Devillers, especialista en “computación emocional” de la Sorbona, una de las nuevas líneas de investigación de la IA. “Para dirigir la tecnología debemos previamente decidir qué sociedad queremos construir: ¿Una sociedad que aspire a la “humanidad aumentada” como en EEUU, donde la ola transhumanista hace estragos; una sociedad de la vigilancia y la censura moral como en China; o una sociedad fundada sobre una IA que respete lo humano?”
Tradicionalmente se ha diferenciado la “sociedad política” de la “sociedad civil”. Ahora creo que habría que habría que identificar otro sector: la “sociedad tecnológica”, porque cada vez se está haciendo más poderosa, sofisticada, opaca y separada de las otras dos. El problema es que avanza más rápidamente, y resulta difícil de controlar porque se está convirtiendo en el sistema nervioso de las otras dos sociedades. Por eso hay que estudiarla con tanta atención.