La caída de los imperios coloniales provocó la aparición de una disciplina académica -los estudios postscoloniales- cuyo objetivo era estudiar el colonialismo con un enfoque más amplio que el político. El colonialismo marcaba la psicología e incluso el inconsciente del oprimido y el opresor. El wokismo amplió el campo de estudios postcoloniales, y prefiere utilizar el término “descolonización”.
Este es un buen ejemplo de cómo un comienzo acertado derrapa al basarse en una pobre filosofía. En el lenguaje usual, “descolonizar” designa el proceso por el que las colonias fueron liberándose de la dominación de la metrópoli, pero para el wokismo ese proceso no fue suficiente, porque la historia sigue contándose desde el punto de vista de los opresores y no de los oprimidos. Frantz Fanon, con su libro Los condenados de la Tierra, reivindicó la necesidad de dar voz a los olvidados. Creo que es una reclamación justa y, de hecho, en Biografía de la Inhumanidad insistí en la necesidad de escribir la historia de las víctimas. Pero para el pensamiento woke eso tampoco es suficiente. Piensa que esa historia solo pueden escribirla los oprimidos, y que su objetivo no es solo “deconstruir” la versión actual, sino “reconstruirla” desde su punto de vista. Esto supone una crítica radical a toda la cultura occidental, por ser estructuralmente blanca y colonialista. La opresión no es una página más de su historia: es el núcleo básico de su historia. Pensar, por ejemplo, que la esclavitud es un acontecimiento entre otros, de la historia de EEUU, aunque se condene, es insuficiente. La sociedad americana actual está construida sobre la esclavitud negra. Por eso, defienden que hay que “cancelar parte de la cultura”. No hay que atender al valor objetivo de una obra, sino a la característica de su autor. Una sociedad blanca, patriarcal, machista, es esencialmente colonialista, y sus creaciones padecen un vicio original y deben ser canceladas.
Este es otro derrape filosófico, tomado esta vez de Michel Foucault: no es posible un conocimiento objetivo. Lo que llamamos “verdad” no es más que lo que considera tal el poder vigente. La objetividad, la racionalidad como gran recurso intelectual, la universalidad de los conocimientos o los valores son creaciones occidentales, que han colonizado gran parte del mundo. Al hacerlo han desprestigiado o eliminado otros modos de conocer. Han ejercido una “violencia epistémica” de la que consideran necesario librarse para volver a apreciar los conocimientos indígenas, la emoción, las espiritualidades, las costumbres, el multiculturalismo.
Caricatura “El pastel chino”, de Henri Meyer
Por eso, en Francia, los movimientos descolonizadores han animado la aparición del “Partido de los indígenas de Francia”. Según Houria Bouteldja, una de sus fundadoras, supone “el mayor éxito político desde la caída del muro de Berlín y la aparición del movimiento ecológico. Lo que ha aportado en acción, reflexión, teoría y propaganda marca un giro para el éxito de los movimientos revolucionarios”. Sin duda, está influyendo mucho en la Universidad francesa. Desde el año 2000 se han presentado en ella 1.100 tesis de doctorado sobre estudios postcoloniales, algunas con temas verdaderamente sorprendentes. (“Descolonizar a Venus: el mito de Afrodita, su recepción clásica en el renacimiento y la constitución de un cuerpo teórico estético descolonial” (Universidad. Toulouse 2). “Penser l’alimentation d’un point de vue descolonial” (Strasburgo 2019).
Nacira Guénif-Souilamas, profesora de la Sorbonne, directora de la obra colectiva Rencontres radicales. Pour des dialogues feministes décoloniaux” (2018) da una descripción de esta escuela de pensamiento que muestra bien su carácter expansivo: “Es un campo en el cual la cuestión está en saber como salir de la colonización del poder, de un orden colonial que no ha desparecido con el fin de los imperios coloniales, sino que se ha reconfigurado y continua actuando, sobre todo a través de las estrategias capitalistas extractivas, que conducen a la sobreexplotación de los humanos, de los recursos y al cambio climático. Hay una persistencia de jerarquías a la vez sociales y políticas fundadas sobre una asignación racial de los humanos. El pensamiento descolonial trata de articular esos parámetros que están separados en el pensamiento occidental”. En ese grupo se incluye el patriarcado, la blanqueidad, las sexualidades binarias, el cisgénero, por ejemplo. El auge del wokismo ha animado en Francia la creación de un “Observsatoire du décolonialisme et des idéologies identitaires”.
En el libro Decolonising the University (dirigido por Bhambra, Genrial y Nisancròglu)” se defiende que el conocimiento no puede ser objetivo, ni neutral, ni estar libre de valores. No debe pretender ser verdadero, sino buscar la justicia. Esto anima a un revisionismo histórico al servicio de una agenda política. Con eso enlaza con la teoría de la Justicia Social Critica, que ya he tratado en este Diccionario.
Junto al revisionismo histórico también hay que revisar la racionalidad que es el camino occidental de pensar. En ese mismo libro hay un capítulo titulado “Decolonising philosophy”. “Es imposible negar, afirma el autor, que la filosofía como campo académico en las universidades occidentales permanece siendo un bastión del eurocentrismo, el blanquismo en general, y un privilegio estructural del macho blanco heteronormativo en particular”. Para descolonizar la filosofía no basta con ampliar los programas y estudiar las filosofías orientales. Hay que cambiar radicalmente las jerarquías del conocimiento.
El rechazo de la objetividad y de la verdad, y la glorificación de los saberes identitarios, produce unas consecuencias imprevistas. Por ejemplo, el Partido indigenista considera que los palestinos están colonizados por los israelíes. Todos los árabes son un grupo oprimido por la presión occidental. Occidente no tiene legitimidad para criticar las costumbres árabes. De ahí que en Francia se hable de un “islamoizquierdismo”. Para ellos el peligro islámico es una creación de los islamófobos. Solo hay musulmanes que sufren discriminaciones sistémicas. Algunos de ellos, añaden, osan valientemente rebelarse contra la dominación de un occidente opresor e islamófobo, pasando a la lucha armada. Los occidentales los llama yijadistas o terroristas, pero deben ser considerados como víctimas de la hegemonía blanca y del sistema opresivo que ha implantado.
Cada grupo identitario tiene su propia cultura, su propio conocimiento, que es intransferible porque se basa en la experiencia vital. Solo una víctima o un oprimido puede entender el conocimiento de una víctima o un oprimido.
Esta actitud plantea un problema. Defender la multiculturalidad hasta ese extremo, negar la posibilidad de una verdad y unos valores universales, implica tener que rechazar la validez de los derechos humanos. Una cultura no puede juzgar a otra, ni la ciencia puede juzgar a las creencias ancestrales de un pueblo.
”Sigo pensando que el wokismo es una buena intención equivocada por una mala filosofía.
Por eso, en Francia, los movimientos descolonizadores han animado la aparición del “Partido de los indígenas de Francia”. Según Houria Bouteldja, una de sus fundadoras, supone “el mayor éxito político desde la caída del muro de Berlín y la aparición del movimiento ecológico. Lo que ha aportado en acción, reflexión, teoría y propaganda marca un giro para el éxito de los movimientos revolucionarios”. Sin duda, está influyendo mucho en la Universidad francesa. Desde el año 2000 se han presentado en ella 1.100 tesis de doctorado sobre estudios postcoloniales, algunas con temas verdaderamente sorprendentes. (“Descolonizar a Venus: el mito de Afrodita, su recepción clásica en el renacimiento y la constitución de un cuerpo teórico estético descolonial” (Universidad. Toulouse 2). “Penser l’alimentation d’un point de vue descolonial” (Strasburgo 2019).
Nacira Guénif-Souilamas, profesora de la Sorbonne, directora de la obra colectiva Rencontres radicales. Pour des dialogues feministes décoloniaux” (2018) da una descripción de esta escuela de pensamiento que muestra bien su carácter expansivo: “Es un campo en el cual la cuestión está en saber como salir de la colonización del poder, de un orden colonial que no ha desparecido con el fin de los imperios coloniales, sino que se ha reconfigurado y continua actuando, sobre todo a través de las estrategias capitalistas extractivas, que conducen a la sobreexplotación de los humanos, de los recursos y al cambio climático. Hay una persistencia de jerarquías a la vez sociales y políticas fundadas sobre una asignación racial de los humanos. El pensamiento descolonial trata de articular esos parámetros que están separados en el pensamiento occidental”. En ese grupo se incluye el patriarcado, la blanqueidad, las sexualidades binarias, el cisgénero, por ejemplo. El auge del wokismo ha animado en Francia la creación de un “Observsatoire du décolonialisme et des idéologies identitaires”.
En el libro Decolonising the University (dirigido por Bhambra, Genrial y Nisancròglu)” se defiende que el conocimiento no puede ser objetivo, ni neutral, ni estar libre de valores. No debe pretender ser verdadero, sino buscar la justicia. Esto anima a un revisionismo histórico al servicio de una agenda política. Con eso enlaza con la teoría de la Justicia Social Critica, que ya he tratado en este Diccionario.
Junto al revisionismo histórico también hay que revisar la racionalidad que es el camino occidental de pensar. En ese mismo libro hay un capítulo titulado “Decolonising philosophy”. “Es imposible negar, afirma el autor, que la filosofía como campo académico en las universidades occidentales permanece siendo un bastión del eurocentrismo, el blanquismo en general, y un privilegio estructural del macho blanco heteronormativo en particular”. Para descolonizar la filosofía no basta con ampliar los programas y estudiar las filosofías orientales. Hay que cambiar radicalmente las jerarquías del conocimiento.
El rechazo de la objetividad y de la verdad, y la glorificación de los saberes identitarios, produce unas consecuencias imprevistas. Por ejemplo, el Partido indigenista considera que los palestinos están colonizados por los israelíes. Todos los árabes son un grupo oprimido por la presión occidental. Occidente no tiene legitimidad para criticar las costumbres árabes. De ahí que en Francia se hable de un “islamoizquierdismo”. Para ellos el peligro islámico es una creación de los islamófobos. Solo hay musulmanes que sufren discriminaciones sistémicas. Algunos de ellos, añaden, osan valientemente rebelarse contra la dominación de un occidente opresor e islamófobo, pasando a la lucha armada. Los occidentales los llama yijadistas o terroristas, pero deben ser considerados como víctimas de la hegemonía blanca y del sistema opresivo que ha implantado.
Cada grupo identitario tiene su propia cultura, su propio conocimiento, que es intransferible porque se basa en la experiencia vital. Solo una víctima o un oprimido puede entender el conocimiento de una víctima o un oprimido.
Esta actitud plantea un problema. Defender la multiculturalidad hasta ese extremo, negar la posibilidad de una verdad y unos valores universales, implica tener que rechazar la validez de los derechos humanos. Una cultura no puede juzgar a otra, ni la ciencia puede juzgar a las creencias ancestrales de un pueblo. Sigo pensando que el wokismo es una buena intención equivocada por una mala filosofía.