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PANÓPTICO

El panóptico

El Diccionario australiano Macquarie eligió la expresión “cancel culture”, como palabra del año 2019. En su entrada sobre cultura pop, el «Dictionary.com» la define así: «la cultura de la cancelación se refiere a la práctica popular de retirar el apoyo («cancelar») a figuras públicas o empresas después de que hayan hecho o dicho algo considerado desagradable u ofensivo. La cultura de cancelación generalmente es realizada en las redes sociales en forma de vergüenza pública».

La censura excluyente, que está teniendo éxito en muchos escenarios, mantiene la técnica identitaria de no pretender comunicarse, ni debatir, sino, simplemente, eliminar de la escena pública a los presuntos culpables, sin apelación posible.

Los movimientos woke realizan una política de censura excluyente, que está teniendo éxito en muchos escenarios. Mantiene la técnica identitaria de no pretender comunicarse, ni debatir, sino, simplemente, eliminar de la escena pública a los presuntos culpables, sin apelación posible. Esto se hace no solo con personas vivas, sino también con figuras históricas. Las acciones contra las estatuas de Colón son un ejemplo de esta “cultura de la cancelación” retrospectiva. Y lo mismo sucede con las críticas a la “cultura blanca”. Nada bueno puede surgir de un grupo patriarcal, machista, violento y esclavista.

Ciento cincuenta y tres intelectuales americanos de renombre -entre ellos Noam Chomsky y Steven Pinker- han publicadoA Letter on Justice and Open Debate, oponiéndose a una “intolerancia contra las opiniones opuestas, la moda de avergonzar públicamente y condenar al ostracismo a las personas, y la tendencia a disolver complejos temas políticos en una blindada certeza moral”.

Conozco y quiero a personas trans, pero borrar el concepto de sexo quita a muchos la capacidad de hablar de su vida de manera pertinente. Si el sexo no es real, no hay homosexualidad. Si el sexo no es real, la realidad vivida por las mujeres en el mundo entero es borrada. (Rowling)

Un caso que puede servir de ejemplo es el J.K. Rowling, la creadora de Harry Potter. Tras escribir un tuit defendiendo a una investigadora que había sido despedida por decir que “el sexo es real”, sufrió una catarata de críticas en redes sociales. Los militantes transgénero le acusaron de ser una TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) o una “feminazi”. Para ellos, la biología, el sexo de un individuo a su nacimiento, es una ilusión, una construcción social, como lo es el género.  En otro tuit Rowling respondió: “Conozco y quiero a personas trans, pero borrar el concepto de sexo quita a muchos la capacidad de hablar de su vida de manera pertinente. Si el sexo no es real, no hay homosexualidad. Si el sexo no es real, la realidad vivida por las mujeres en el mundo entero es borrada”. Es una postura parecida a la que mantienen las feministas clásicas en España frente a la ley trans.

Otro caso es el de Dorian Abbot, geofísico de la Universidad de Chicago, conocido por sus investigaciones sobre el cambio climático. Había sido invitado por el Massachusetts Insstitute of Technology (MIT) a dar la Conferencia John Carlson, pero le fue retirada la invitación porque publicó un artículo en Newsweek diciendo que las políticas de selección de profesores y alumnos en la Universidad americana, basadas en la diversidad, equidad e inclusión, más que en el mérito de los solicitantes, estaba perjudicando la calidad de las universidades. Esta afirmación provocó una ola de indignación que forzó al MIT a vetar su conferencia. Jonathan Haidt y Greg Lukianoff,  en su libro La transformación de la mente moderna, mencionan muchos casos de prohibiciones de debates en las universidades americanas.

¿Qué pienso sobre la cultura de la cancelación? Que como todo el movimiento woke tiene un comienzo legítimo, pero pierde la razón por la filosofía postmoderna en que se funda, y por una dosis de revanchismo demasiado grande.

Como sucede con el wokismo en su conjunto, es difícil saber su relevancia social. En marzo, una encuesta hecha por el Harvard Center for American Political Studies, encontró que el 64% de los participantes creía que la creciente cultura de la cancelación era una amenaza para su libertad, mientras que para el 32%era un problema moderado, para el 20% un problema pequeño y para el 13 no será problema en absoluto.

¿Qué pienso sobre la cultura de la cancelación? Que como todo el movimiento woke tiene un comienzo legítimo, pero pierde la razón por la filosofía postmoderna en que se funda, y por una dosis de revanchismo demasiado grande. El fenómeno hay que situarlo en su perspectiva adecuada. Siempre ha habido “culturas de la cancelación”. Todas las iglesias han perseguido a los herejes y han intentado silenciarlos. Las sociedades han excluido a grupos enteros, cuando no los han eliminado. Tal vez lo que cambia en el wokismo es que esta vez son las víctimas las que quieren imponer la censura. Con posterioridad a la carta de los 153 intelectuales, otros 160 la criticaron publicando «A More Specific Letter on Justice and Open Debate». En ella sostenían que la carta anterior estaba escrita por personas famosas, con grandes audiencias y plataformas de expresión, que despreciaban la enorme cantidad de exclusiones en sentido contrario que sufrían personas de menor relevancia. Medios de coacción -como el boicot a empresas con procedimientos de producción poco respetuosos con los derechos de los trabajadores- han sido considerados siempre legítimos y justos, de manera que no se puede rechazar todo el sistema de protestas, sino solo el modo expeditivo y generalizo de hacerlo.

La historia no debe cancelarse, sino conocerse con toda profundidad para aprender de ella.

Tal vez un modo justo de enfocar el tema es el propuesto por Sunny Hostin y Levar Burton, que sugieren cambiar la “cultura de la cancelación” por la “cultura de las consecuencias”. Cada palo que aguante su vela, pero tras una evaluación justa. Lo mismo se puede decir de las cancelaciones retrospectivas. La historia no debe cancelarse, sino conocerse con toda profundidad para aprender de ella. Todos los dictadores han “cancelado” parte de la cultura, y no querría que el wokismo hiciera lo mismo.