Cualquier teoría científica tiene que comprobar su solidez. Una forma de hacerlo es comprobando si permite comprender mejor los fenómenos, si resuelve problemas, amplía los campos de investigación, y tiene coherencia con resultados de otras ciencias. Para eso hay que aplicar la teoría a casos concretos. La actualidad ofrece continuamente ocasiones para ensayar el “método Gamma”. La guerra de Ucrania, la rebelión de las mujeres iraníes, la conmemoración de la declaración de independencia de Cataluña, el auge de los movimientos de ultraderecha, etc., etc., etc.
Con motivo de la anexión de las provincias del Donbás, Vladimir Putin pronunció un discurso que es un repertorio de recursos emocionales para movilizar a la población rusa y hacerla aceptar la guerra.
Ninguno de estos recursos es nuevo. Todos han sido utilizados cansinamente a lo largo de la historia. Lo que sorprende es que mantengan su eficacia. La razón está en que las ciencias, las tecnologías, las creencias pueden cambiar con rapidez, pero los mecanismos emocionales lo hacen muy lentamente. Por eso me parece necesario estudiar la historia iluminada con rayos gamma.