Siempre me ha interesado saber qué leen los políticos. En muchos casos nada, salvo informes, resúmenes de prensa y redes sociales. En 2008, Timothy W. Ryback publicó Los libros del gran dictador: las lecturas que moldearon la vida y la ideología de Adolf Hitler. Parte de la nutrida biblioteca de Hitler fue a parar a la Biblioteca del Congreso de los EEUU. Ryback analizó los títulos, los subrayados y las notas al margen, para intentar comprender mejor la mente de tan atroz lector. Ahora que todo el mundo está tan preocupado por Putin, he sentido curiosidad por conocer sus lecturas, sobre todo a partir de los libros que cita. Alguno de ellos me ha sorprendido. En una entrevista declaró su admiración por El principito de Saint-Exupéry, libro que había aprendido de memoria. En su opinión, el cuento enseña “que somos responsables de los que necesitan ayuda”. En 2020, mientras discutía sobre cuestiones medioambientales en el Club de Debates Valdái, Putin aconsejó tomar el ejemplo de El principito:
“Hay una regla firme. Levántate por la mañana, lávate la cara, ponte en orden e inmediatamente ordena el planeta. <…> Es un trabajo muy aburrido, pero no es nada difícil”, citó el presidente.
”Hay una regla firme. Levántate por la mañana, lávate la cara, ponte en orden e inmediatamente ordena el planeta. <...> Es un trabajo muy aburrido, pero no es nada difícil
Citó el presidente
Una de las referencias constantes de Putin es Ivan Ilyin (1883-1954), un contrarrevolucionario admirador de Mussolini y defensor del “nacionalismo imperial ruso”. (Russkiy Mir). (Anton Barbashin and Hannah Thoburn, «Putin’s Philosopher». Foreing Affairs, September 20, 2015). Falleció olvidado en Suiza. En 2005, Putin organizo un nuevo entierro en Moscú. Sus papeles personales habían acabado en la Universidad de Michigan y Putin mandó un enviado especial a reclamarlos en 2006. Solía citarle habitualmente en sus discursos anuales, que redactaba personalmente., considerándole la máxima autoridad en historia rusa. En 2010 empezó a recurrir a Ilyin como fuente para explicar por qué Rusia tenía que debilitar el poder de la Unión Europea e invadir Ucrania. A principios de 2014, los miembros del partido y todos los funcionarios de Rusia recibieron del Kremlin una colección de las obras políticas de Ilyin. Ilyin pensaba que la individualidad es una imperfección “El mal empieza donde empieza la persona”. Lo que desacredita a la democracia es que su principio es “el átomo humano irresponsable”. Había que entender a Rusia como la futura salvación cristiana, porque era la única nación inocente, pura. En 1917 los rusos eran tan buenos que no pudieron resistir al comunismo, ni a los cargamentos de pecados llegados de Occidente. “La nación rusa desde su plena conversión al cristianismo ha vivido casi mil años de sufrimiento histórico”. Le acercó al fascismo el carácter redentor (spasitelnii) que le tribuía y que uno de sus elementos fuera la fe ciega en un líder. “Aceptaremos nuestra libertad y nuestras leyes del patriota que conduzca a Rusia a la salvación. “El fascismo se basa en una conexión sagrada y eterna entre el redentor y su pueblo». A este le inspira un espíritu de totalidad y no una motivación particular, personal o de partido. “Se alza solo y marcha solo, porque ve el futuro de la política y sabe lo que hay que hacer”. Son términos muy parecidos a los que defendía la “teoría del caudillaje” en la época franquista. El jefe tiene la obligación de hacer la guerra, “cuando están amenazados los logros espirituales de la nación”. Para Ilyin, escribe Snyder, “los rusos tenían una “disposición especial del alma” que les permitía reprimir el raciocinio y aceptar “la ley de nuestros corazones”, algo que Ilyin interpretaba como la represión de la razón individual a favor de la sumisión nacional. Con el redentor al frente de ese sistema Rusia mostraría:
”La identidad metafísica de todas las personas de la misma nación.
Snyder, T.El camino hacia la no libertad, Galaxia Gutenberg, 2018, p.35
La unidad mística de una nación es otro de los dogmas del fascismo. Este nacionalismo espiritual le acercó a Solzhenitsyn, fue uno de los primeros intelectuales con que se reunió al llegar al poder. En 2010, Archipiélago Gulag se convirtió en lectura obligada para todos los estudiantes de secundaria, descrita por Putin como obra necesaria para la comprensión completa de su país. En una entrevista con la viuda de Solzhenitsyn, publicada el 9 de mayo de 2018 con el título “Putin y el alma rusa”, comenta que el apoyo de su marido a Putin se debía sobre todo al sentimiento de humillación que había sufrido Rusia.
Junto al libro de Ilyin Nuestras tareas, Putin recomendó a los gobernadores regionales La justificación del bien, de Vladímir Soloviov, y Filosofía de la desigualdad, de Nikolái Berdiaev, obras que defienden la excepcionalidad rusa. También ha utilizado el concepto de “passionarnost”, una especial energía del alma rusa, creado por Lev Gumilev, quien consideraba que Occidente había corrompido y debilitado a Rusia, que tenía que regresar a sus raíces euroasiáticas. Alexander Dugin, otro autor al que escucha Putin, defiende lo mismo, pero con tintes más nazis.
Este sistema mesiánico, espiritual, histórico, que recoge la mitología de la gran Rusia pura y salvadora que ya está en Dostoievski, se completa por su acercamiento a la iglesia ortodoxa. En una entrevista con Cyril Hovorum, ex secretario del Patriarca de Moscú, publicada por LA VANGUARDIA, este indicaba que Kiril es un personaje ideológicamente muy influyente. Su objetivo era unir a la fragmentada sociedad rusa, promoviendo la idea de que Rusia tiene un papel central que jugar en la historia de la humanidad, y que está elegida por Dios para salvar al mundo. Putin comenzó a pensar así después de involucrarse con la iglesia. “Ahora piensa en términos cósmicos, como una persona de significado universal y una misión especial de Dios que considera a Occidente como la encarnación del mal existencial global”. La iglesia le ha infundido la idea de que está luchando contra el mal global que se encarna en Occidente y que él defiende la bondad global, que encarna Rusia.
Todas estas lecturas forman una galaxia de teología política que podemos encontrar en todos los “Estados mesiánicos”. La historia se repite.