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Después de haber acabado un libro, se me plantea el problema de cuál será el siguiente. Investigar o escribir es un viaje continuo, y los libros una breve estancia, que enseguida se abandona. Los neurólogos explican la decisión imaginando una competición entre redes neuronales para ver cuál de ellas se hace con el control de la conducta. En parte eso se corresponde con la experiencia íntima. Daniel Dennett, un perspicaz filósofo, señala que nunca sabemos en qué momento tomamos una decisión. Ahora estamos indecisos y un instante después decididos. He intentado describir ese enigmático momento en alguno de mis libros, y no voy a hacerlo aquí otra vez. Solo lo he mencionado porque en ese lapso entre el libro que se aleja y el libro que se espera aleteaban en mi cabeza varias posibilidades. Una de ellas, estudiar el papel de la obediencia en la historia. Otra, analizar la inteligencia del político y como debería ser la formación del gobernante en el futuro próximo. Pero, al fin ha triunfado una tercera opción. Voy a escribir una Historia universal de las soluciones. Creo que la función principal de la inteligencia es, precisamente, esa: resolver problemas, aunque con demasiada frecuencia lo que hace es crearlos. Encontrar soluciones es una necesidad de todos los seres vivos. All life is a problem solving, escribió Popper. Cada órgano -los ojos, el estómago, el corazón, el cerebro- es una solución. Los seres vivos tienen que mantener la homeostasis, adaptarse al entorno, reproducirse. Los seres humanos hemos ampliado el ámbito de lo problemático, porque añadimos a los problemas reales los problemas imaginados.

“Creo que la función principal de la inteligencia es, precisamente, esa: resolver problemas, aunque con demasiada frecuencia lo que hace es crearlos”

He dudado si titularlo Historia universal de las respuestas. Pregunta y problema son dos momentos de un mismo proceso. Preguntar es la actividad de dirigirse a alguien -o a uno mismo- pidiendo información. La pregunta o el problema son lo buscado, lo que dirige la búsqueda. También lo hace el proyecto, que anticipa el futuro. Solución o respuesta señalan el fin de la búsqueda. Son actividades consumatorias. Es evidente que la pregunta, el planteamiento del problema o el proyecto dinamizan la inteligencia, la obligan a trabajar. Su contrario es la “inteligencia inerte”, que no moviliza sus recursos, que se limita a repetir. Ni la pregunta, ni el problema, ni el proyecto son la culminación de la inteligencia. Son solo medios para buscar soluciones.

El libro será pues una teoría de la “inteligencia resuelta”, de la que marcha con resolución y proporciona soluciones. Es un ejemplo de que somos deous orektikos o orexis noetikos: inteligencias cognitivas movida por deseos y emociones. Resolver un problema no es solo una tarea cognitiva. Hace falta valentía, tenacidad, capacidad de soportar el esfuerzo. Gracián decía que Velázquez pintaba “a lo valentón”, lanzándose al lienzo como un espadachín hacia el adversario. Es el mismo Gracián que escribió: “De nada vale que el entendimiento se adelante, si el corazón se queda”. La “inteligencia resuelta” ha de aunar ambas facultades.

Este nuevo libro continúa el camino abierto por El deseo interminable. En él he contado que todos los deseos plantean el problema de cómo satisfacerlos, que en el fondo de toda tensión hacia un fin yace la búsqueda de la felicidad, y que la cultura no es más que el conjunto de soluciones dadas por una sociedad a ese colosal anhelo. Miro a mi alrededor. Escribo en un café. Todo lo que me rodea -el ordenador, la mesa, la taza, las paredes, la calle que veo por la ventana, los coches, los edificios de enfrente, son soluciones a problemas: cómo escribir, dónde apoyar los objetos, cómo contener los líquidos, cómo protegerse de la intemperie o moverse por la ciudad. Lo mismo podría decir con las normas de tráfico, las instituciones, los comercios, el dinero, el móvil.

Las creaciones humanas son soluciones que en último término intentar encontrar solución al problema máximo: la Felicidad.

Para mí, el comienzo de un proyecto es euforizante. Pone a la inteligencia en una actitud especial. Un esquema de búsqueda aún casi vacío activa todos los sistemas operativos de nuestro cerebro. Es como si desplegase muchas antenas para captar lo que conviene al proyecto. La psicóloga soviética Bliuma Zeigárnick dio su nombre a este peculiar estado de la memoria mientras el proyecto está vigente. Lo mantiene activo, alerta, aunque no estemos pensando en él.  El tema me parece sugerente, es decir, lleno de posibilidades. Las antenas están desplegadas. Comienza la navegación. Les iré transcribiendo el cuaderno de bitácora.

 

Únete Un comentario

  • antoni bigorra rosell dice:

    Buenos dias
    Las lecciones del Sr Marina son siempre una ventana abierta al sentido comun ,talento ,y sabiduria

    Endevant sr J.A.Marina d’un alumne de 83 anys.

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