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La periodista Rosa Tristán me pregunta en una entrevista si soy optimista respecto a los problemas ambientales. He contestado que soy un “optimista intermitente”. En otro contexto habría dicho que soy un “optimista profesional”, porque todos los docentes tenemos que serlo. Como decían los ilustrados, debemos creer que “la naturaleza humana es perfectible”, y que todos nuestros alumnos son capaces de aprender y mejorar. Contemplando el mundo desde el Panóptico soy, en cambio, un “optimista retrospectivo e intermitente”. Coincido con los “nuevos optimistas” en la idea de que el mundo ha progresado. Por eso soy optimista retrospectivo. Ha sucedido en el pasado. Las figuras más importantes de ese movimiento son Matt Riley (El optimista racional, Taurus), Steven Pinker (Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones’, Paidós; y ‘Enlightenment Now: The Case for Reason, Science, Humanism and Pogress’) ;Max Roser, (director de la web Our World in data, de la Universidad de Oxford), Johan Norberg (Progreso: ’10 razones para mirar al futuro con optimismo’, Instituto Juan de Mariana-Cobas-Deusto). Situaría también en este grupo a Francis Fukuyama (El fin de la historia y el último hombre, Planeta) y a alguno de los profetas del “transhumanismo”, convencidos de que nos dirigimos a una etapa en que seremos inmortales y felices.

Creo, en efecto, que hemos progresado estadísticamente en cualquiera de los parámetros que elijamos: longevidad, número de niños que mueren al nacer o mujeres que mueren al parir, escolarización, respeto a los derechos, pobreza, etc. Este hecho es negado por los activistas políticos de cualquier orientación porque para movilizar a la gente deben convencer de que las cosas van muy mal.  Arthur Herman, en La idea de decadencia en la historia occidental se queja del pesimismo cultural que aquejó al siglo XX. Critica un pesimismo cultural de derechas, que impulsó movimientos fascistas, y después un pesimismo de izquierdas, que impulsó en su momento el comunismo y ahora a movimientos antisistema. Ambos coincidían en afirmar que el mundo estaba muy mal y que había que salvarlo.

Me distancia de estos optimistas el hecho de que lo soy “intermitentemente”. Es cierto que tomada la historia humana en su totalidad se ha dado el progreso que dicen, pero creo que no tienen en cuenta que periódicamente esa línea ascendente se quiebra y se dan colapsos civilizatorios, abismos atroces, que producen terribles sufrimientos. En Biografía de la inhumanidad estudié varios de esos colapsos: las dos guerras totales del siglo XX, los genocidios, las hambrunas políticamente dirigidas, y las violaciones de mujeres como arma de guerra. Quien vive en esas situaciones solo percibe el hundimiento y les resultaría ofensivo que les habláramos de progreso. Es verdad que hasta ahora nos hemos recuperado y proseguido nuestra marcha ascendente, pero lo hemos hecho olvidando por supuesto a las víctimas, convertidas en meros daños colaterales inevitables. Esto es lo que rompe la continuidad de mi optimismo y lo hace cauteloso. Me gustaría que la guerra de Ucrania nos hiciera reflexionar sobre nuestra situación. Nadie sabe si estamos a las puertas de una guerra nuclear. ¿Es sensata esta precariedad? ¿No tienen la impresión de estar asistiendo a un guiñol en que marionetas -personajes ridículamente importantes- representan una obra en la que los espectadores pueden acabar siendo las víctimas?

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  • Rafael Juan Lillo Sogorb dice:

    Estoy de acuerdo en que contemplada en su totalidad la historia de la humanidad se ha progresado y todos los datos que se citan son ciertos, nada que objetar a ello, sin ninguna duda. También es muy cierto como comenta que se han dado colapsos civilizatorio, cita las dos guerras mundiales, aunque no sé si podrían considerarse colapsos de igual magnitud que otros colapsos en otros momentos de la historia. Por ejemplo la segunda guerra mundial destruyo fundamentalmente a Europa y una parte de Asia pero si contemplamos los países que provienen de la misma matriz cultural a ambos lados del Océano, el colapso no fue tan grande , Estados Unidos quedó intacto y los países de América del Sur con su problemas derivados de su proceso histórico tampoco quedaron devastados por la guerra. Quizá en Asia fue mayor el colapso por la situación de desestructuración de China hegemónica durante siglos en ese espacio, pero quedó un Japón relativamente intacto y reconstruido rápidamente con dinero americano, se pueden encontrar referencias a esto en libro de Janis Varoufakis «El minotauro global». Así que los colapsos de las dos guerras mundiales lo han sido pero menos en el sentido de que no han impedido la rápida reconstrucción sobre un modelo de crecimiento con algunas modificaciones pero fundamentado en el crecimiento continuo y en la innovación tecnológica constante. No ha sido así en otros colapsos en otros momentos de la historia. Lo difícil es saber en que momento concreto estamos, si realmente es tan grave como piensan los pesimistas, si realmente hemos traspasado límites que no podremos revertir si no con un cambio completo de modelo y a un ritmo acelerado que parece complicado de poderse conseguir dada la cantidad de intereses contrapuestos que habría que unir para conseguirlo. Efectivamente la cautela es buena porque no podemos saber lo que puede pasar pero si podemos ver las decisiones que se toman un día y el siguiente y los temas que se introducen en los debates ¿son las adecuadas y lo que necesitamos para prevenir un colapso, si como piensan los pesimistas estamos cerca?. Tengo serías dudas. Tampoco soy pesimista radical pero colapsos mayores o menores lo ha habido y puede que estemos cerca de otro, no lo puedo saber porque no tengo bola de cristal, pero si que si se produce debería poner en cuestionamiento muchos pilares de la civilización actual. O tal vez no pase así y no se haga nada con colapso o sin colapso y no aprendamos nunca solo repitamos una y otra vez la misma historia con diferentes actores.

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