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12.2.2022.- ¿Por qué la Psicología científica no se ocupa de los deseos?

A mi editor no le gusta el título del libro – La búsqueda de la felicidad- porque hay ya varios en el mercado con ese mismo título. Le comprendo. Sin embargo, me resisto a desecharlo porque describe exactamente lo que quiero historiar. Intentaré encontrar un título que diga lo mismo, pero de otra manera. Me tienta

El deseo interminable

Historia pasional de la Humanidad.

En efecto, la felicidad es un deseo interminable. Como es el fin implícito en cada uno de los deseos, solo podría terminarse con la satisfacción de todos ellos – la promesa del paraíso- o por la desaparición de todos los deseos – la recomendación budista. A pesar de su vital importancia, el deseo no es un tema “respetable” en Psicología científica. Tal vez considera que pertenece al vocabulario de la psicología popular y que es demasiado subjetivo. Prefiere instinto, pulsión, drive, motivación. El conductismo, ni siquiera eso. Lo importante era el juego de reforzadores positivos o negativos. La popularidad del psicoanálisis, con su identificación del mundo libidinal con el deseo sexual, introdujo más confusión. Por último, el éxito del concepto de motivación, donde todo cabe, desdibujó el papel del deseo.

En cambio, la filosofía y la literatura, que se apoyan en esa psicología popular, se han interesado mucho por él. Para los filósofos griegos, el deseo fue tema esencial, como contó Martha Nussbaum en La terapia del deseo, cuando todavía era la helenista más brillante del planeta. Platón consideraba que el fin de la educación era “enseñar a desear lo deseable”. Los moralistas medievales estuvieron inteligentemente interesados por el mundo apetitivo. Spinoza reconoció que la esencia del hombre es el deseo. Hegel tuvo que incluirlo en su visión evolutiva de la realidad. Maine de Biran, Bergson y Blondel elaboraron una metafísica del impulso, una dialéctica del deseo, una ontología del elan. Sartre describió las formas viscosas de la voluptuosidad con una precisión aterradora y Merleau Ponty estudio convincentemente la sexualidad como modo de ser en el mundo. Hasta el estricto Edmund Husserl, tan interesado por los objetos ideales, acabó reconociendo la importancia de la tendencia dentro de nuestro sistema cognitivo. Deleuze, Guattari, Baudrillard, Lyotard y otros posmodernos han creado la “filosofía del deseo”. Foucault quiso hacer la historia de la construcción del “sujeto deseante”. Desde el Panóptico, que incita un poco a la soberbia, recuerdo a todos ellos la perspicaz afirmación de Aristóteles: el hombre es una “inteligencia deseante” o un “deseo inteligente”. Tal vez el libro podría titularse

 

El deseo interminable

Historia pasional de la Humanidad.

También la antropología se ha interesado por el deseo. Gehlen es a mi juicio el antropólogo que ha estudiado más sistemáticamente la relación de la cultura con las pulsiones: “La inestabilidad inherente a la vida impulsiva del hombre aparece casi ilimitada, Nuestros impulsos y sentimientos han sido elevados y educados compulsivamente hasta convertirse en ese refinamiento   excluyentes y selectivos que llamamos civilización”.

¿Nacemos con un repertorio de deseos comunes a toda la humanidad? ¿Cuáles son? ¿Han cambiado a lo largo de la historia? Es evidente que la consideración del deseo ha cambiado y también la del “sujeto deseante”.

Nuestra cultura consumista se basa en la expansión de los deseos. Ese es el fin de la publicidad.

José Antonio Marina

Durante gran parte de la historia se ha mirado el deseo con cierta desconfianza, precisamente por su fuerza impulsiva. Los griegos criticaban la pleixonia, su proliferación. En cambio, nuestra cultura consumista se basa en la expansión de los deseos. Ese es el fin de la publicidad. La historia puede mostrarnos ese mecanismo expansivo. Un ejemplo que tendré que estudiar es la historia del lujo. El ser humano ha tenido la pasión de acumular objetos, de distinguirse. En 1690, Nicholas Barbon publica Discurse of Trade, donde distingue entre querencias del cuerpo y querencias de la mente. “Las querencias de la mente son infinitas, el hombre desea naturalmente, y en tanto su mente progresa, sus sentidos se vuelven más refinados y más capaces de deleite, sus deseos se amplían y sus querencias crecen con sus deseos, de manera que cualquier cosa rara puede gratificar sus sentidos, adornar su cuerpo y promover la comodidad, el placer y la pompa de la vida”.
El proyecto GAMMA me parece cada vez más rico en posibilidades y más prometedor desde el punto de vista científico. Lo difícil es reducirlo al tamaño de un libro.

Únete Un comentario

  • Juan Antonio dice:

    En la sociedad consumista, ¿podría ser que también existiera una expansión en las maneras de satisfacer los deseos, tanto del lado de la oferta como de la demanda?

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