PANÓPTICO

El panóptico El Panóptico de Jose Antonio Marina número 21
30 de abril 2021
Revista Nº 4
El Panóptico Nº 28

¿Qué votamos cuando votamos libertad?

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¿Qué votamos cuando votamos libertad?

Las calles de Madrid se han llenado de carteles con un eslogan electoral: “Libertad”. La palabra resulta clara y su contenido claramente deseable. Sin embargo, es un término que merece estar en el “Diccionario de palabras políticas confusas”, que estoy redactando. Sucede con ella lo que san Agustín decía respecto del tiempo: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo sé”

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En busca de lo relevante

La polarización política. La campaña electoral madrileña ha puesto de manifiesto una polarización agresiva. El día 26 de abril participé en un coloquio organizado por Ana Pastor en El Objetivo de La Sexta sobre este tema. Reseño aquí alguna documentación imposible de dar en un formato televisivo. La polarización puede ser emocional o ideológica. España es el país con más polarización emocional, de los 20 estudiados por Noam Gridon en “How Ideology, Economics and Institutions Shape Affective Polarization in Democratic Polities”. Según la encuesta de IPSOS (2018) el 77 de los españoles cree que la agresividad ha aumentado en los últimos años.

Los partidos políticos no representan la polarización, sino que la fomentan. (Westwood, S., Iyengar, S., Walgrave, S., Leonisio, L., Miller, L. & Strijbis, O. The tie that divides: Cross-national evidence of the primacy of partyism, European Journal of Political Research (2018). El fomento de la emocionalidad política, está produciendo un “sentimentalismo tóxico”. (Dalrympe, T. Sentimentalismo toxico, Como el culto a la emoción pública está corroyendo nuestra sociedad, Alianza, 2010).

Los movimientos identitarios favorecen la polarización. Fenómenos como el “movimiento Woke” lo demuestran. No se trata ya de que otros grupos reconozcan las reivindicaciones, cada grupo se blinda en sí mismo, no creen que nadie de fuera pueda entenderles, ni lo pretenden, ni les interesa. (Douglas Murray: La masa enfurecida. Como las políticas de identidad llevaron al mundo a la locura).

Los movimientos identitarios e ideológicos polarizan más que los que se refieren a las políticas públicas. Cuando se acusa a los partidos de que no hablan de los problemas de la gente, es que en esos terrenos concretos es más difícil mantener la polaridad, y como ocurre casi siempre con las identidades, los partidos se cohesionan y fortalecen cuando tienen un enemigo. La paradoja a la que se enfrenta la sociedad española en la actualidad es que la polarización se produce apelando a identidades partidistas y territoriales que no tienen una incidencia directa sobre las condiciones de vida de la ciudadanía. Hablar de políticas concretas puede ser un antídoto contra la polarización. (Luis Miller, “Polarización en España: más divididos por ideología e identidad que por políticas públicas”).

Los partidos políticos están más polarizados que la sociedad. El acceso de un partido al poder exige una movilización a su favor del electorado. Y con frecuencia es más fácil movilizar contra alguien, que a favor. Los movimientos anti son muy eficientes. Maquiavelo dijo que se podía mover a los gobernados por el miedo o por el amor. Pensaba que el amor era superior, pero el miedo es más fácil de suscitar. Las emociones “anti” son la indignación ante la injusticia, la furia, el odio, el resentimiento, el miedo. Cataluña es un buen ejemplo de cómo los políticos pueden fomentar la polarización.

Desde El Panóptico se ve la evolución de las culturas, el modo como los humanos nos hemos enfrentado con problemas y los hemos ido resolviendo bien o mal. Necesitamos aprender de la Historia, porque es la experiencia de la Humanidad, pero para ello necesitamos una ciencia especial, la Ciencia de la Evolución de las Culturas.

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