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La felicidad política

Por 11 de octubre de 2020abril 21st, 2023Blog, El Panóptico 1.0

La felicidad política. – Cuadernos de Pedagogía” ha publicado un interesante monográfico titulado “Felicidad y Bienestar Subjetivo”, aplicación de la educación emocional a la escuela. Objetivos: (1) fomentar los hábitos afectivos que permiten disfrutar de lo bueno y soportar lo desagradable (2) eliminar los que provocan desdichas: el miedo, la agresividad, la envidia, la insensibilidad. Excelente idea. Sin embargo, desde el Panóptico se ve la necesidad de ampliar el concepto de felicidad más allá del “bienestar subjetivo”. Todos buscamos la felicidad, pero desde el punto de vista educativo hay que contestar previamente a una pregunta: ¿Qué clase de persona queremos que sea feliz? Stuart Mill señaló que:” El cerdo quiere una felicidad de cerdo”. ¿Cuál es la felicidad que debe querer el ser humano? Frente a la “felicidad subjetiva” hay una “felicidad objetiva”. La situación en que todos quisiéramos vivir. Los ilustrados la llamaron “felicidad política”, los griegos, “justicia”. Facilitar ambas felicidades es el objetivo educativo.

El artículo inicial de este Panóptico se publicó en EL MUNDO el día 11 de octubre de 2020.

EL PANÓPTICO 6

La felicidad política. – La palabra “felicidad” es tan equívoca que resulta casi inutilizable. La razón está en que se trata de un concepto formal, que fracasa cuando se le intenta aplicar a la realidad. Eso ocurre con frecuencia en matemáticas. La recta de la geometría está compuesta de infinitos puntos inextensos. Eso plantea la paradoja de Zenón de Elea que sin duda estudiaron en Filosofía: Aquiles el veloz no podrá nunca alcanzar a la tortuga, porque para hacerlo tiene primero que recorrer el número infinito de puntos que componen una recta. A pesar de ese formalismo geométrico, Aquiles la alcanza.

¿Por qué digo que “felicidad” es un concepto formal? Porque designa la estructura abstracta de la acción humana. Toda acción consciente va dirigida a un fin. Pero esos fines remiten a otros fines, son siempre intermedios. Imaginemos las preguntas en cascada de un niño que ve a su padre que está colocando una puerta en su casa. ¿Para qué pones esa puerta? Para que no entren ladrones. ¿Y por qué no quieres que entren ladrones? Porque quiero que nosotros y nuestros bienes estén protegidos. ¿Y para qué? Para estar tranquilos. ¿Y para qué? La última respuesta, la que ya no permite una pregunta más, sería: Para ser feliz. En esta construcción jerárquica formal, la felicidad sería aquel fin último, que detiene la búsqueda.

Mapa_Panóptico-6-Felicidad El Panóptico de Jose Antonio Marina número 21

Llamaré la atención del lector sobre la analogía que este razonamiento tiene con las demostraciones tradicionales de la existencia de Dios. Todo lo que se mueve es movido por otro. En la serie de motores no se puede seguir indefinidamente. Debe haber un Primer Motor no movido por nadie, es decir Dios. En el campo de la acción humana, ese Motor inmóvil es la felicidad. Los teólogos escolásticos dieron un paso más e identificaron Motor inmóvil, Dios y felicidad. Era un intento de dar contenido a este concepto forma.

Fuera del ámbito de la fe, esa solución no resulta convincente, por lo que ese problema continúa sin resolverse.  Séneca lo dijo con una frase sencilla:” Todos los hombres buscan la felicidad, pero nadie sabe en qué consiste”. Hay un caso que roza lo cómico. Marx estudia el proceso de liberación del proletariado, la desaparición de la alienación que le hace desgraciado. El triunfo de la revolución le liberará. El hombre puede ya ser feliz. ¿Y entonces qué hace? Lo único que se le ocurre es que puede dedicarse a cazar y pescar por placer.

Desde el Panóptico la evolución humana puede interpretarse como una tenaz búsqueda de la felicidad. La razón ya la conocen. El motor de la historia es la acción de los seres humanos, esta acción está dirigida a buscar la felicidad, luego la historia está dirigida a buscar la felicidad. No es que nos levantemos cada día diciendo “quiero ser feliz”, sino que el impulso que me lleva a buscar el bienestar, evitar el dolor, resolver los problemas, progresar, pasar bien el fin de semana, puedo considerarlo de manera abstracta como “búsqueda de la felicidad”.

Observo otra cosa desde mi observatorio. La felicidad puede interpretarse de dos maneras. Hay una felicidad personal, privada, subjetiva, y hay una felicidad objetiva, social, política. Pondré como ejemplo dos momentos de la historia moderna de Occidente en que la felicidad se pone de moda. No ocurre siempre así, durante el romanticismo lo que se puso de moda fue la tristeza, la nostalgia, el spleen. Victor Hugo definió la melancolía como la dicha de ser desdichado. Un postromántico como Oscar Wilde, pensaba que “la felicidad es algo que solo quieren los ingleses”, casi una vulgaridad.

El primer momento de glorificación de la felicidad que quiero comentar es la Revolución francesa. El segundo, el éxito popular de la Psicología Positiva.

Comenzaré por los revolucionarios franceses. Saint -Just pronuncia una frase contundente: Le bonheur est une idée neuve en Europe. La felicidad es una idea nueva en Europa. ¿Cómo podía decir eso, si todos los hombres han buscado siempre la felicidad y todos los filósofos y maestros religiosos han hablado de ella? Porque no está hablando de la felicidad individual, sino de la “felicidad política”. El artículo 1 de la Declaración de los derechos del hombre de 1793, declara: “El fin de la sociedad es la felicidad común”. La idea ya había estado presente en todas las discusiones de la Asamblea Nacional previa a la declaración de 1789. El proyecto de Target, en su art.1 decía: “Los gobiernos solo están instituidos para la felicidad de los hombres”; el de Mounier: “Todos los hombres tienen una tendencia invencible hacia la búsqueda de la felicidad. Todo gobierno debe, pues, tener como fin la felicidad general”. Los ilustrados españoles también tratan el tema de la “felicidad pública” que se manifestaría en profundas mejoras económicas, científicas y humanas y no un país marcado por el signo de la conquista y el heroísmo, como señalaba Jovellanos en el Elogio de Carlos III (1788).

La “felicidad pública o política” es importante porque es el marco en que cada persona va a poder buscar de manera más eficaz su propio proyecto de felicidad. En una sociedad en guerra, asolada por la hambruna, o por el terrorismo, es muy difícil alcanzar la felicidad subjetiva.

Haber olvidado esta vertiente social es una de las críticas que se hacen a la idea de felicidad subjetiva, que se ha puesto de moda en el segundo momento al que me refería antes, y que estamos viviendo en la actualidad. A mediados de los años noventa del pasado siglo, la felicidad se puso de moda, con la aparición de la Psicología Positiva, liderada por Martin Seligman. Su objetivo es mejorar las fortalezas humanas, facilitar el bienestar, y el crecimiento personal. Sus seguidores aspiran a elaborar una “ciencia de la felicidad” centrada en fomentar las emociones positivas. La pretensión científica de la psicología positiva ha sido duramente atacada. En España, desde la Universidad lo han hecho Marino Pérez Álvarez, Edgar Cabanas, Luis Fernández-Ríos, María Prieto-Ursúa y varios profesores más. Se la acusa de carecer de rigor científico, Se ha considerado a la Psicología Positiva una corriente social y políticamente conservadora porque parece defender que la felicidad depende del propio sujeto, no de circunstancias externas. Adoptan una frase de Epicteto: “No nos hace desgraciado lo que nos pasa, sino la interpretación que damos a lo que nos pasa”. Da la impresión de que no hace falta cambiar la realidad, sino solo el modo de pensarla. Sin embargo, a una mujer que está sufriendo violencia doméstica, no basta con decirle: cambia tu estado de ánimo, sé resiliente, busca la intensidad de las pequeñas cosas. Hay que decirle: intenta cambiar tu situación, sal corriendo. También hay en España defensores acérrimos de la psicología positiva, como los catedráticos Carmelo Vázquez y María Dolores Avia.

Las críticas sobre la falta de rigor científico de la supuesta “ciencia de la felicidad” están justificadas en parte por los excesos de sus defensores. Un ejemplo: leo en el National Geographic un informe sobre las investigaciones realizadas por Richard Davidson, neurólogo de la Universidad de Wisconsin, mediante resonancia magnética funcional. La revista explica que “ha analizado el cerebro del genetista molecular y monje budista Mattieu Ricard, considerado “el hombre mas feliz del mundo”. Las investigaciones de Davidson son serias, pero la expresión “el hombre más feliz del mundo” es una bobada, lo que perjudica la calidad de la exposición. El asunto se complica porque Martin Seligman, el padre de la Psicología Positiva, que alcanzó un gran éxito con su libro La auténtica felicidad, dice en su última obra La vida que florece: «Odio la palabra felicidad porque está tan manida que ha perdido su significado. Se trata de un término impracticable para la ciencia o para cualquier otro empeño práctico, como la enseñanza, la terapia, la política pública o el cambio de vida a nivel personal”. Pretende sustituirla por “crecimiento personal”, por el término “flourishing”, o simplemente por “bienestar”. Con esta palabra enlazamos con el monográfico de “Cuadernos de Pedagogía”.

Ayudar a que nuestros alumnos adquieran los hábitos intelectuales y emocionales que faciliten ese bienestar, que les permitan disfrutar de las cosas buenas y resistir las malas cuando se presenten, es sin duda importante, pero no es suficiente. Cuando desde el Panóptico sintetizamos la información que nos da la historia, la psicología y la antropología, aparece una definición de la felicidad subjetiva más matizada:” Felicidad es la armoniosa satisfacción de los cuatro grandes deseos humanos: (1) el bienestar (2) el establecimiento de lazos sociales cordiales y estimulantes (3) la ampliación de las propias posibilidades y (4) la capacidad de dar sentido a lo que hacemos y vivimos”. El bienestar es un ingrediente fundamental, pero puede entrar en colisión con los otros ingredientes. Por ejemplo, mantener una relación afectiva puede exigir algunas incomodidades y sacrificios. Cualquier madre lo sabe. Ampliar las posibilidades, también. Jugar bien al tenis es estupendo, pero entrenarse es muy costoso. Dar sentido a lo que hacemos puede suponer comprometernos con alguna meta que nos parezca justa, y eso también exige esfuerzo. Insistir solo en el bienestar puede impedir el cumplimiento de los tres otros grandes deseos.

En este punto debemos retomar la idea de “felicidad política”, una de las metas que enmarca la felicidad subjetiva. Esta solo es aceptable si no entra en colisión con la búsqueda de la felicidad de los otros, y solo si colabora a la felicidad objetiva, social, pública, política, único marco que ayuda la búsqueda individual de la felicidad. Si el cerdo quiere una felicidad de cerdo, el buen ciudadano debe querer una felicidad de buen ciudadano.

Esta es la enseñanza del Panóptico. La introducción del derecho a buscar la felicidad en las constituciones, a partir de las de Estados Unidos y de la Francia revolucionaria son una prueba del vigor de la noción de “felicidad política”. Los distintos Índices de Felicidad que se han puesto de moda – el índice de Felicidad Nacional Bruta, el índice del Planeta feliz, el índice de felicidad subjetiva, el ‘ranking’ de la ONU, el índice de tu vida mejor, el índice de la Dignidad- no son satisfactorios porque mezclan mediciones de la felicidad subjetiva y de la felicidad objetiva.  Por ejemplo, el índice de la Felicidad de la ONU me parece frívolo. No es de recibo que México, Qatar o Arabia Saudí tengan mejor índice de felicidad que España, por ejemplo. La percepción subjetiva de la felicidad es engañosa porque es una experiencia diferencial. Se basa en la diferencia entre lo que se espera y lo que se consigue. Si no espero nada, es más fácil ser feliz. Puede haber una república de “esclavos felices”. En cambio, me parece serio el índice de Desarrollo Humano de la ONU, basado en la obra de Mahbub ul Haq y Amartya Sen, porque es un intento de medir la felicidad objetiva de un nación.

Ilustración: Marcus Carús

Únete 4 Comments

  • El Rastreador dice:

    Continuo con mi labor rastreadora en El Panóptico.
    La felicidad es el sueño más antiguo de la humanidad. Su búsqueda es una de nuestras metas principales, pero no es fácil acordar lo que eso significa. Solo se puede desear lo que no se tiene, es decir, el anhelo de felicidad tal vez proviene del impulso que supone experimentar su carencia. ¿Somos capaces de llenar esa falta?
    En su tribuna de opinión de la revista Ethic, bajo el título “Las paradojas de la felicidad”, Luis Suárez Mariño reflexiona sobre qué entendemos por felicidad tras leer el Informe Mundial de la Felicidad elaborado por la ONU en el que se utilizan los parámetros del PIB per cápita, la esperanza de vida saludable y el apoyo social. ¿Dónde quedan los valores? https://ethic.es/2017/04/informe-mundial-felicidad-paradojas/

    El escritor Luis del Val argumenta en la Tercera de ABC que la felicidad no es cosa de los gobiernos. “Gran parte de los políticos, llegados de repente y por primera vez a un cargo, sienten la irresistible seducción de pensar que están allí para hacer felices a los ciudadanos, lo cual en sí ya no es bueno, pero lo peor comienza en el momento en que empiezan a tomar iniciativas”. https://www.abc.es/opinion/abci-felicidad-no-cosa-gobiernos-201707010351_noticia.html

    • Juan Antonio dice:

      Estimado Rastreador; entiendo también que el hombre desea no perder lo bueno que ha alcanzado y que, siempre desea más cualquiera que sea el punto de partida; ampliar su bienestar, relaciones, posibilidades y sentido; que PIB, salud y apoyo no son la felicidad sino indicadores de recursos, entre otros, importantes para ayudarnos a cumplir los deseos que nos hacen felices; y que es labor de la política conservar, mejorar y facilitar el acceso de todos los ciudadanos a esos recursos, y formalizar y promover los valores que coordinan los deseos individuales y comunes; porque, si he entendido bien, la felicidad subjetiva y objetiva deben ser perspectivas de una misma realidad; y en un salto necesario de abstracción y adaptación, la felicidad y los cuatro deseos que pueden conformarla son predicables de las personas, de todas sus organizaciones, de la humanidad
      Gracias!

  • Daniel dice:

    Senor Marina, no entiendo muy bien por qué dice que la expresión «el hombre más feliz del mundo» es una bobada.
    Seguramente quiera sugerir que Mattieu Ricard ha alcanzado un nivel de separación de todo lo material de este mundo que la posible ausencia de condiciones para la felicidad objetiva no le importe; este hombre parece ser capaz de evadirse de la realidad con su meditación y alcanzar una especie de éxtasis en este proceso para el cual no parece necesitar nada material
    Gracias

    • jose antonio marina dice:

      No es que me parezca una bobada decir que Mattieu Ricard sea feliz, Ko que me parece tonto ess decir «que es el hombre mas feliz», porque supone una comparación y medición previa que, por supuesto, nadie ha hecho.

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