En El deseo interminable estudié las distintas maneras en que la gente ha imaginado el paraíso, el cielo. La imagen más recurrente es la del jardín con mucha agua. De hecho, Paraíso procede de una palabra persa que significa jardín.
La historia del Cielo es interesantísima porque va cambiando con el tiempo. Es cierto que hay siempre una interpretación mística: el paraíso en la unión con Dios. Pero eso resultaba un poco abstracto. Había que darle un contenido más concreto. El paraíso musulmán tiene una gran escenografía, con sus huríes y todo. El cristiano se esforzó en darle contenido. En la época de Luis XIV hay teólogos que imaginaron el cielo como vivir en el Palacio de Versalles, cerca del rey, contemplando la magnificencia de la corte. Y como era el momento de esplendor del teatro francés supusieron que en el cielo se veía mucho teatro. ¿Y quién lo hacía? Pues los ángeles.
Según cambian los tiempos cambia la imaginería del Paraíso. Durante el romanticismo, que es un tiempo de amores desdichados, el Cielo se contempla como el lugar en que los amantes frustrados se encuentran después de la muerte.
La Constitución de Bolivia del año 2009 es muy peculiar porque recoge los principios de la cultura indígena. En el artículo 8 se mencionan algunos de esos valores superiores bolivianos. Por ejemplo: Ama quilla, ama llulla, ama suwa. (No seas débil, no seas mentiroso, no seas ladrón). Ñandereko (vida armoniosa). Pero aparece una expresión que me llamó la atención: ivi maraei: La Tierra sin mal. La constitución debe buscar la tierra sin mal.
En 1549 el navarro Pedro de Ursúa, encargado de buscar El Dorado, se encuentra en Moyobamba, un pueblecito del Perú, y allí le sorprende la llegada de trescientos indígenas procedentes de Brasil, que habían realizado un viaje de diez años en busca de LA TIERRA SIN MAL. Era el mundo perfecto, recién salido de las manos del creador. Las cosechas crecen solas, siempre se está de fiesta, y no existe la muerte. La historia termina ahí. Pero pasan los siglos y en 1913 un antropólogo brasileño encuentra en un pantano a orillas del rio Tiete, un pequeño grupo de ese mismo pueblo que llega de Paraguay. Hambrientos, enfermos, chapurrean apena el castellano. Querían atravesar el mar hacia el este. Estaban seguros de que en el Este estaba el Paraíso. El antropólogo escucha el término sagrado IVI Maraei. Decide acompañarlos en su búsqueda del Paraíso, pero este pueblo queda descorazonado al llegar al mar y comprender su inmensidad. Nuestro antropólogo, cuyo nombre tienen que descubrir nuestros lectores/escuchantes escribió un libro muy famoso sobre este pueblo y esta creencia, que tenía una variante que a mí me parece conmovedora. Bailaban sin cesar.