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PANÓPTICO

El panóptico
Queer Panóptico44 Destacada

Lo queer no pertenece originariamente al movimiento woke. Este nació de los movimientos reivindicativos afroamericanos, mientras que lo queer emerge de las reivindicaciones sobre la identidad sexual. Sin embargo, el wokismo se ha convertido en un movimiento de defensa de las minorías injustamente tratadas por el sistema blanco, patriarcal, colonizador, y las personas queer consideran que su grupo también ha sido discriminado y que necesitan estar “alerta” (woke) contra sus enemigos. Hay elementos comunes a ambas teorías. Por ejemplo, la interseccionalidad. El colmo de la discriminación sería una mujer negra, pobre, gorda y trans. El “privilegio masculino” (Barry Deutsch) está tomado del “privilegio blanco” (Peggy McIntosh).

Tanto lo “woke” como lo “queer” me parecen reivindicaciones justas en su origen. Pero pierden la razón por los excesos a que les lleva una mala filosofía (el posmodernismo).

Ambos movimientos insisten en la “experiencia emocional propia” como criterio supremo de identidad, que sólo puede ser conocido por quien lo experimenta. Tal vez se diferencian en que el wokismo insiste en la identidad del grupo, mientras que la ideología queer niega la importancia de las identidades. Sin embargo, se puede considerar que defienden una “hiperindividualidad” que encierra a cada individuo en una identidad superespecial.

Tanto lo “woke” como lo “queer” me parecen reivindicaciones justas en su origen. Son protestas contra modelos culturales de dominación. Pero pierden la razón por los excesos a que les lleva una mala filosofía (el posmodernismo).

Como protesta ante una moralización de la sexualidad que considera opresiva e injusta, la ideología queer se propone llevar al extremo la negación de toda normatividad sexual.  Por eso está más allá de lo transexual. Piensa que los transexuales, al querer pasar de una identidad hombre a una identidad mujer o de mujer a hombre, están cayendo en la trampa del sexo binario. No son por ello lo suficientemente transgresores.

Judith Butler en su obra El género en disputa, libro de referencia para el movimiento queer, señala que hay que invertir el supuesto epistemológico del pensamiento feminista hasta ese momento -el género es una elaboración cultural del sexo-para lo cual hay que afirmar que lo primero es el género, y que el sexo es también una creación cultural. En su afán por afirmar la construcción social de todas las categorías, niega todo tipo de esencia (mujer, hombre, homosexual, lesbiana, etc.) para fijarse sólo en la acción. Cada persona es lo que decide hacer. El sexo, la orientación sexual, el género, la identidad sexual son “performances”, actuaciones, incluso parodias. J.B. Preciado continúa extremando las cosas. El referente no es el pene, es el “consolador”, el “dildo”. Y para mantener viva la transgresión no hay que normalizar nada. En ese sentido, el matrimonio homosexual sería una rendición. Es preciso vivir contra todo (Una de las obras de Preciado se titula Manifiesto contrasexual). Lo más opuesto a la norma no es la anomia, sino la abyección. (Guimaraes, J.F. “Política queer y abyección o el ano como órgano antinorma (La ventana [online]. 2020, vol.6, n.52, pp.40-69).

Bajo un aspecto rompedor y provocativo, todo esto me suena muy viejo. Me recuerda los años 60 y 70, el elogio de la transgresión, el Saint Genet, comediante y mártir, de Sartre,  la glorificación de Sade, el misticismo erótico y necrófilo de George Bataille y  El ano solar, la petición firmada en 1977 por intelectuales franceses – Michel Foucault, Jacques Derrida, Louis Althusser, Gilles Deleuze, Jean-François Lyotard, Jean Paul Sartre, Félix Guattari, Simone de Beauvoir, Roland Barthes, y la pediatra Françoise Dolto- para despenalizar las relaciones sexuales consensuadas entre adultos y menores de quince años (la edad del consentimiento en Francia), Julia  Kristeva elabora su “teoría de la perversión”. Ya en 1979, Patty Califia expresa la utilización de la sexualidad como ariete contra el orden establecido: “Me gusta el sadomaso porque no es propio de una señorita. Es la clase de sexo que viola realmente todo lo que me han enseñado acerca de ser una niña buena y mantener mi ropa limpia (…) El sadomaso es una blasfemia erótica deliberada, premeditada, una forma de extremismo sexual. Seleccionamos las actividades más atroces más desagradables, más inaceptables y las transformamos en placer” (Califia, P. “Unravelling the sexual fringe, A secret side of lesbin sexuality”). Jean Baudrillard, un pensador postmoderno, ante la deconstrucción sistemática, se preguntó: “¿y después de la orgía, ¿qué?”. El afán del movimiento queer por rechazar toda norma me hace pensar que la pregunta de Baudrillard sigue en el aire.