La Francia política está alarmada con la progresión del wokismo. Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación, lo considera “una amenaza para la civilización”, y hace un mes lanzó un grupo de estudios para rechazar la “cultura woke” procedente de Estados Unidos.
Deconstruir no es destruir, sino desmontar la realidad social, para descubrir sus mecanismos engañosos.
El tema puede agitar las próximas elecciones presidenciales. El ex primer ministro Eduard Philippe, al presentar su partido ha condenado “el wokismo, la cultura de la cancelación y la policía del pensamiento”. Anne Hidalgo, otra de las precandidatas, ha asegurado que no entrará en ese juego. Le Fígaro considera en cambio que la ecologista Sandrine Rousseau es la candidata “woke”, que usa términos como “indigenismo” o “interseccionalidad” y que acaba de manifestar en una entrevista: “Vivo con un hombre deconstruido y soy hiperfeliz. Desconfió de los hombres y las mujeres que no han recorrido el camino de la deconstrucción». “Deconstrucción” es un término para el diccionario woke. ¿Qué significa?
Deconstruir no es destruir, sino desmontar la realidad social, para descubrir sus mecanismos engañosos. En un sentido amplio significa criticar, desactivar prejuicios, poner a la luz privilegios, pero en un sentido más técnico, remite a la obra de uno de los autores más valorados por el pensamiento woke: Jacques Derrida. La aparente sencillez del pensamiento woke -que tiene origen en justos movimientos reivindicativos- se complica en la obra de sus teóricos, que asumen el sofisticado y con frecuencia difícil lenguaje de la filosofía posmoderna. Para comenzar, he de advertir que Derrida no es un sociólogo, sino un “gramatólogo”.
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No se mueve en el análisis de la realidad social, sino del “significado”, del lenguaje. Todo se da en el discurso. “Fuera del texto no hay nada”, es una de sus frases que ha hecho fortuna. Reconoce que toda su obra consiste en “releer deconstructivamente los textos que amo”.
La mente es un “creadora de significados”
Mi primer contacto con Derrida se dio a principios de los sesenta, cuando los dos estábamos muy interesados por la fenomenología. En 1962, Derrida escribió una brillante introducción al Origen de la geometría, de Husserl, y yo trabajaba sobre una comparación del concepto de verdad en Platón y en la fenomenología. La meta de la fenomenología es asistir al nacimiento del significado objetivo a partir de las actividades de la conciencia. El ejemplo más claro son las entidades matemáticas. Creadas por la inteligencia humana, tienen sin embargo independencia respecto de ella. Cuando el lector y yo pensamos en el número siete, estamos pensando el mismo objeto a través de operaciones psicológicas diferentes: las suyas y las mías. Y aunque seamos muy diferentes, dos veces siete son catorce con independencia de nuestra afiliación política o nuestros gustos musicales. El pensamiento no tiene conexión directa con la realidad, porque está siempre ocupado con los “significados” que damos a la realidad. La mente es un “creadora de significados”. A partir de ese punto, nuestros caminos se separaron. A mí me interesaron las fuentes del significado – y eso me llevo a la psicología genética y a la neurología- y a su relación con la realidad. Derrida prefirió quedarse en el significado. Eran los tiempos en que la filosofía analítica del lenguaje imponía su presión académica. La realidad era una suposición conservadora
Ambos pensábamos -siguiendo a Husserl- que la genealogía es un método necesario para comprender las creaciones culturales, pero Derrida pensaba que la genealogía de un significado remite a otro significado, de la misma manera que una palabra en el diccionario no remite a la realidad, sino a otra palabra del diccionario. En cambio, a mí me interesaba y me interesa la relación de los significados proferidos por la inteligencia con la realidad). (NOTA PARA FILÓSOFOS).
Lo diré una vez más: el wokismo es un proyecto justo, pervertido por una mala filosofía.
Sigamos con Derrida. Para él, la cultura europea es un modo de concebir el significado, estructurándolo en oposiciones binarias: bueno-malo, verdadero-falso, justo-injusto, etc. Oposiciones que se basan en un error previo: pensar que por debajo de cada expresión hay un significado fijo. Eso sería admitir un esencialismo inaceptable. Por debajo, por ejemplo, de la palabra “justicia” no hay nada concreto. No basta con superar esa estructura binaria, hay que buscar nuevos significados, descubrir los procesos que están por debajo de esas ideas y esos argumentos, buscar “las tensiones, las contradicciones, la heterogeneidad dentro del texto. No pretende encontrar la verdad o destilar conclusiones correctas, sino vivir en el mismo proceso, determinado por la incertidumbre y la indeterminación. No se puede utilizar la “deconstrucción” para comprobar una hipótesis o apoyar un argumento. Es, en cierto sentido, una “duda metódica”, que, al contrario de la cartesiana, no pretende llegar a ningún puerto seguro, pero que puede abrir posibilidades que habían sido suprimidas por la dominación de formas particulares de pensamiento. En Force of law, acaba reconociendo que la “deconstrucción” es imposible. Tal vez sería mejor decir “interminable”.
La importancia de Derrida en los movimientos sociales contemporáneos es evidente. El movimiento woke quiere deconstruir toda la cultura occidental, los movimientos trans+, que se han incorporado al wokismo, insisten en que no hay realidad sino solo significados sobre la realidad, y que su tarea es deconstruir el falso esencialismo de los significados establecidos y alcanzar un estado de indefinición en el que no solo el sexo binario este rechazado, sino cualquier identidad fija. Para las feministas clásicas, el género era una construcción social. Para el feminismo woke, el mismo sexo es una construcción social, un significado. El mundo mercurial es un mundo derridiano.
Cambiar el significado es lo mismo que cambiar la realidad, porque esta se ha desvanecido. Cuando Sandrine Rousseau dice que vive con un hombre deconstruido, supongo que se está refiriendo al significado ingenuo de “deconstrucción”: su pareja se ha liberado de los prejuicios machistas, es consciente del “privilegio machista” (y no sé si “blanco”, porque no sé quién es), de la colonización que domina el pensamiento masculino. Gran parte de esto es verdad, pero tal vez no se dé cuenta de que está yendo más allá, y dando entrada a una sustitución de la realidad, por significados fluctuantes acerca de ella.