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No se puede comprender el ejercicio del poder sin conocer cómo se ejerce, por eso me ha interesado la historia de la Administración de los Estados. Cuando escribí La pasión del poder tropecé una y otra vez con el tema de la organización. No existe poder ejecutivo sin órgano de ejecución. El Estado es una organización, y la ambición del que aspira a gobernar es hacerse con la maquinaria del Estado, que es un poder sedimentado, encarnado, objetivado. La historia de la Administración Pública se convierte así en la historia del ejercicio del poder. Pero ¿ cómo está estructurada esa maquinaria? ¿Cómo se gobernó algo tan gigantesco como el imperio chino, el romano, o el imperio de Gengis Khan?

El gran innovador fue el imperio chino, que educó a sus burócratas. Para oponerse a la aristocracia feudal, basada en la fuerza y en la herencia, encumbró a la aristocracia burocrática, basada en la eficiencia. El emperador Augusto, Carlomagno, Luis XIV (y su ministro Colbert), fueron grandes organizadores. Conocemos las dificultades de Felipe II, un rey burócrata, preocupado porque los papeles se despacharan “con priessa”, y que no se perdieran. Por eso manda a su secretario Mateo Vázquez que le haga “una memoria de hasta XX diferencias de cosas porque en otros tantos repartimientos de nuestros escritorios pueda ir repartiendo los papeles y después ordenándolos”. (Escudero, J, A. Felipe II. El rey en su despacho, p. 563). Los cronistas elogian la buena organización del rey: “Decían los ministros era bonísimo el orden que tenía en el despacho de sus negocios y de gran satisfacción para sus vasallos porque cada tribunal y ministro trataba solamente de los que les tocaban a sus ministerios, y no se confundían con entrometerse unos en los de otros y tratar de los que no tenían noticas” (Cabrera de Córdoba). Pero otros le echan en cara la lentitud de los procedimientos, las idas y venidas de relaciones, notas, billetes, con el fin de asegurar sus decisiones. El barón Fain, secretario de despacho de Napoleón, cuenta que para el emperador toda la maquinaria del poder recibía la energía inicial de la mesa de su despacho. Sentir esa gigantesca circulación de energía era para él como sentir su propia circulación magnificada.

El poder es como el dinero o como la inteligencia. Una cosa es tenerlo y otra saber cómo invertirlo.

Una Academia que quiere fomentar el talento político, debe ocuparse también del talento de la Administración Pública. ¿Son lo mismo? Max Weber pensaba que no había talento en la Administración, porque el funcionario se limita a obedecer. Toda la actividad creadora residía en el gobernante. Pero estaba pensando en una Administración poco cualificada, de escribientes, pasantes, y ordenanzas. No en una Administración compleja y profesionalizada, donde es frecuente que los Altos funcionarios del Estado pasen a ocupar altos cargos políticos. De la famosa ENA (École national de l’administration) han salido cuatro presidentes de la República francesa, nueve primeros ministros y numerosos ministros y secretarios de Estado. El poder es como el dinero o como la inteligencia. Una cosa es tenerlo y otra saber cómo invertirlo.