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¿Es posible un partido de centro?

Estos HOLOGRAMAS son un ensayo de PERIODISMO EXPANSIVO. Conocer lo que ocurre es fácil, comprenderlo es complejo. Cada lector debe poder elegir el nivel de comprensión en que quiere moverse. Propongo tres niveles: uno, reducido, en formato papel. Otro más amplio, en formato digital, que, a su vez, remite a una RED DE COMPRENSIÓN sistemática, necesaria por la inevitable conexión de los asuntos. Tal vez sea un proyecto megalómano, pero creo que vale la pena intentarlo. El artículo inicial de este holograma se publicó en el suplemento Crónica de EL MUNDO el día 17 de noviembre de 2019:


¿Es posible un partido de centro? “Ciudadanos” demuestra una vez mÁs la dificultad, que tiene raíces históricas. La división entre derechas e izquierdas procede de la Revolución Francesa, cuando girondinos (conservadores) se sentaron a la derecha y jacobinos  (progresistas) a la izquierda. Desde entonces, se ha intentado superar esa distribución dicotómica sin conseguirlo. La Asamblea Francesa se dividió en “la montaña” (izquierda), la llanura (derecha) y la marisma (los indecisos del centro).  Primo de Rivera organizó en 1933 un “movimiento que no es de derechas ni de izquierdas”. “Podemos” no era de derechas ni de izquierdas, porque aspiraba a ser un movimiento transversal. UCD y UPyD también desearon superar esa división. El intento más interesante fue la tercera vía de Tony Blair. Fracasó. George Lakoff, estudiando el enfrentamiento entre republicanos y demócratas, niega que pueda haber una ideología centrista. Lo que se entiende por tal es una actitud moderada, o un “biconceptualismo” que mezcla ideas de cada partido. Sin embargo, todos los partidos quieren centrarse. En El extremo centro, Tariq Ali lo considera una degeneración democrática, porque debilita la energía reformadora. A pesar de lo dicho, creo que debe haber un partido de centro, pero no de un centro geométrico.


HOLOGRAMA 26


La dificultad de que un partido de centro triunfe se debe a que juega en campo ajeno -el del bipartidismo- y acaba consolidándolo. La física del caos y de los sistemas dinámicos ha inventado el concepto de “atractor”, que es aquel punto hacia donde evolucionan los sistemas. Algo parecido puede detectarse en la evolución de los sistemas políticos, que deben estudiarse mediante una “mecánica de los flujos sociales”, que está incluida en la metodología de estos hologramas. Al estudiar la evolución política se descubren dos “atractores” permanentes, una tendencia a la dicotomía que favorece la polarización. Es un esquema bélico, de lucha por el poder. En este momento, en los sistemas democráticos, adquiere la configuración de “derechas” e “izquierdas”. Sospecho que su atractivo obedece a causas psicológicas, posiblemente porque ofrecen simplificaciones tranquilizadoras. Los neurólogos dicen que el cerebro es “cognitive miser”, un tacaño cognitivo, que busca trabajar con el menor esfuerzo. Los dos bloques se han consolidado ideológicamente, atrayendo elementos diversos, cognitivos y emocionales, manteniendo unos bordes difusos abiertos a nuevas incorporaciones. No impiden la existencia de otros partidos, que acaban, sin embargo, teniendo que posicionarse respecto de ellos. “Ciudadanos” ha sido un ejemplo de libro. Intentó definirse como socialdemócrata, después como liberal, y acabó siendo absorbido por el atractor de derechas. Por su parte, “Podemos”, que pretendía ser transversal, ha acabado atraído al bloque de izquierdas. Y los nacionalistas tienen ahora que decidirse, porque no pueden vagar en el espacio político como un asteroide autónomo.

¿Hay algo malo en el sistema bipartidista? En principio, no, salvo que sufren lo que en psicología se llama “enfermedad de las categorías”, una rigidez conceptual producida por el tiempo y por el enrocamiento ideológico producido por los sucesivos enfrentamientos. No parece la mejor actitud para enfrentarse a situaciones sociales, económicas y políticas que cambian con inquietante rapidez. En Algo va malTony Judt refiriéndose al presente hace una desolada afirmación: “Nuestra incapacidad es discursiva: simplemente ya no sabemos cómo hablar de todo eso”. En efecto, no sabemos cómo pensar nuestra situación política, social y económica. Lo hacemos con conceptos inventados hace mucho tiempo, que se mantienen gracias a deslizamientos en su significado que los permiten sobrevivir, pero a costa de provocar graves confusiones. Así sucede con “Estado”, “Nación”, “soberanía”, “mercado”, “dinero”, “valor económico”, “capitalismo”, “socialismo”, “feminismo”, “género”, “identidad”, “representación”, etc. No tener ideas claras nos lleva a tomar decisiones arbitrarias. Están apareciendo conceptos nuevos como “democracia iliberal”, “política basada en evidencias”, “inteligencia artificial aplicada al gobierno”. El partido comunista chino ha recuperado el confucianismo como modelo de una sedicente democracia de partido único dirigida por el mérito. Las grandes compañías acabarán por lanzar una criptomoneda, rompiendo el monopolio estatal de acuñación de moneda. Los Big data convierten a ciertas empresas en prescriptoras de creencias. Ante esa avalancha de novedades, los sistemas ideológicos clásicos se encuentran desbordados y por eso se extiende el convencimiento del fracaso de la política y de la necesidad de encontrar otros modelos.  A esa vaga esperanza, casi mesiánica, se dirigen los posibles partidos de centro y los que quieren romper el bipartidismo. No son lo mismo, aunque a veces se los confunde. ¿Hay realmente una posibilidad de superar la polaridad? ¿Es conveniente? A ambas preguntas respondo afirmativamente.

Mi análisis se basa en el estudio de la evolución de las culturas, que aprovecha la experiencia de la humanidad y sabe que los cambios se han de dar a partir de lo existente, conservando la memoria, porque las pretensiones de empezar desde cero han dado siempre paso al terror. Robespierre, Hitler, Stalin, Mao, Zedong y Pol Pot lo demuestran. La historia de la filosofía nos sugiere dos soluciones al problema del centro político. Un partido de centro puede interpretarse en clave aristotélica o hegeliana. Para Aristóteles, la virtud es el término medio. Según eso, un partido de centro mostraría la moderación, la ausencia de posiciones extremas.  Hegel, en cambio, tenía una visión dinámica de la realidad. La marcha de la Razón supone una tesis, una antítesis que se opone, y una síntesis que las integra y supera, pero sin anularlas. Manteniéndola como elemento indispensable del dinamismo dialéctico. Un partido de centro no sería el que se autodefine así, sino el que propone una «síntesis de nivel más alto». No sería un «tercero en discordia», ni un mediador. Ha de ser un centro de soluciones superadoras, una organización sabia, creativa y segura de sí misma, pero sin dogmatismo, que conozca, estudie, someta a crítica y aprenda de las posiciones enfrentadas. No para anularlas, sino para aceptar su parte de verdad, o sus intereses legítimos, y encontrar soluciones por elevación. Ejemplo: el problema nacionalista. Aristóteles: el problema debe resolverse buscando una mediación que amortigüe las estridencias. Hegel: el problema debe resolverse conociendo las razones legítimas de cada una de las partes, e inventando propuestas que permitan integrarlas.

Intentare señalar algunas características de ese partido ideal. Lo primero que tiene que admitir es la complejidad de la realidad, la inexistencia de soluciones definitivas, y la necesidad de inventar marcos de convivencia que favorezcan la “pública felicidad”, como decían los ilustrados. Una de las manifestaciones de esa complejidad es la constatación de que debemos defender los derechos fundamentales, pero que estos derechos pueden entrar en conflicto. La libertad puede entrar en conflicto con la seguridad; la igualdad en conflicto con el derecho de propiedad. La sabiduría para ponderar esos derechos sin acudir a la fácil solución de negar uno, me parece esencial. Volviendo al ejemplo catalán, entran en liza tres derechos: el de los independentistas a ser independientes; el de los no independentistas a no serlo; y el de todos los españoles a intervenir también en una decisión que les afecta. Así pues, el reconocimiento de la complejidad, y la necesidad permanente de resolver conflictos, forman parte del genoma de ese partido que me parece deseable.

Ambas cosas llevan a una tercera característica. Los partidos tradicionales, como las viejas religiones, tienen que fingir certezas que no tienen.Tienden por ello al dogmatismo. El partido ideal debe practicar la reflexión crítica, lo que le exige trabajar tenazmente para precisar los criterios de evaluación de sus propuestas y de las ajenas. ¿Cómo evaluar la gestión? ¿Cómo evaluar las decisiones políticas, los programas económicos, el sistema educativo? El PIB no es el criterio suficiente. Los indicadores de bienestar social son más fiables. La medición del capital social resulta imprescindible.

Ese partido ideal debe ser capaz de reconocer que ignoramos muchas cosas, y que por ello la política debe regirse también por la implacable Ley universal del aprendizaje: “Todo individuo, toda organización, toda sociedad, para sobrevivir, necesita aprender al menos a la misma velocidad con la que cambia el entorno. Y si quiere progresar, tendrá que hacerlo a más velocidad”. El mundo cambia muy rápidamente, y la política puede quedarse retrasada. Lo ha hecho respecto de la economía y puede hacerlo también respecto de la tecnología.

Por último, debería tener una mentalidad de win-win, de conseguir juegos de suma positiva en la que todos ganasen. En la actualidad, cada partido sueña con la aniquilación del adversario.El otro siempre es un peligro para el progreso, para la democracia, para el planeta. En el fondo sienten la querencia del partido único. ¡Qué bien funcionaría todo si no tuviera oposición! La historia nos dice que esta ensoñación es peligrosa.

Está claro que este partido ideal debe pronunciarse sobre los temas fundamentales, que diferencian a a los dos partidos tradicionales: la definición del papel del Estado, la igualdad, la libertad, la moralidad y la dinámica económica. Pero tendré que dejarlo para otra ocasión.

Sería ridículo pensar que alguien tiene todas las respuestas, pero la filosofía de la ciencia considera que uno de los criterios para evaluar una teoría es comprobar si abre nuevas lineas de investigación (Lakatos). Creo que la teoría que defiende la existencia de un partido ideal -llámese de centro o de ruptura- que aproveche, evalúe, estimule, favorezca la colaboración de los dos bloques tradicionales, lo consigue. No va en contra de los otros partidos, sino que fomenta su capacidad inventiva. Los saca de la zona de confort en que están instalados. Remueve telarañas.


POSDATA.- RED SISTÉMICA

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Únete 10 Comments

  • antonio dice:

    he sido bastante crítico con muchos de sus hologramas, este me parece bastante acertado.
    Por un lado, la llamada izquierda progre, en este país, se dedica a centrarse en fruslerias que no van a ninguna parte, como es prohibir los toros, y la caza, mientras la llamada ultraderecha que tampoco esta interesada en arreglar nada, entra al trapo en trivialidades más propias de un concurso de «gran hermano», que de políticas de Estado. Mientras los nacionalistas, pescan «rió revuelto», una mayor influencia que les permita ser los que determinen el futuro del resto de los españoles.
    Parece que el centro en España todavía no es posible, tienen que fracasar tanto las fantasías supremacistas morales de la izquierda progre, como la de la ultraderecha, por la gracia de dios.
    Al final sobrevivirá la lógica colectiva de Sancho (del interés económico) cuando fracase la argumentación colectiva del buenísmo moral progre, y del buenismo por la «gracia de dios», de la ultraderecha.

  • Paloma835 dice:

    No sé por qué su centro sugiere una especie de pidgin político. En la Edad Media los vascos crearon un pidgin para hacerse entender entre la variedad de gentes peninsulares, y fue de tal éxito que acabó siendo la lengua en la que se entendían todos los españoles.
    Sobre esta experiencia “peligrosa”: https://www.yorokobu.es/desarraigados
    Ametsik gabeko bizia, izarrik gabeko gaua.

    • antonio dice:

      para entender como se va a formar el centro político en España, hay que entender el terminó acuñado por Rosa Diez, el llamado VOTO NÓMADA.
      El voto nómada, aparece y desaparece, como el Guadalquivir.
      Entre los herederos del poder «por la gracia de dios», y los que declarán progres y «supremacistas morales», hay un lapso temporal. Hay que tener paciencia y esperar.
      Los iluminados «por la gracia de dios», ya tuvieron su oportunidad histórica en el tiempo pasado, ahora toca demostrar la valía a los «supremacistas morales» en el tiempo presente.
      El centro es cuestión de tiempo que aparezca.

    • antonio dice:

      Ya se empieza la carrera para postularse como sumos pontífices de la «supremacia moral».
      El autoproclamado gobierno de progreso esta en manos de dos ególatras que sólo saben pavonearse delante de las cámaras y que van a dilapidar el voto recibido.

      https://www.publico.es/politica/iglesias-salta-palestra-internacional-defender-gobierno-coalicion-frente-extrema-derecha.html

  • antonio dice:

    quise decir…… Guadiana.

    • antonio dice:

      Hegel pilla un poco más cerca en el tiempo ! a lo mejor se adapta mejor a tus necesidades.

    • antonio dice:

      Ahí están los intentos fallidos de UCD, de UPyD y (de momento) de Ciudadanos
      Sigue la pista a los llamados fondos reptiles en la Comunidad de Andalucía y Madrid y sabrás porque a los dos grandes partidos no les interesa el centro en este país………luego esta la prensa (muy necesitada de dinero) que carga contra el centro y a su vez hace la vista gorda con Podemos, es fácil encontrar como se manipula el voto en este país, para que las cosas no cambien.
      La gente vota en función de «informaciones sesgadas», estas informaciones sesgadas perjudican el nacimiento de un partido moderado de centro, porque implica restarles votos a progres y no progres.

    • antonio dice:

      los nacionalismos favorecen a los ricos !….es una evidencia, a poco que se sepa de cómo funciona la economía global.
      https://cincodias.elpais.com/cincodias/2019/11/21/economia/1574337571_397714.html

      P.d.- los hologramas están muy ciegos sino se comprenden los fundamentos de las economías globales.

  • Fernando Labaig Fuertes dice:

    Estoy básicamente de acuerdo con el artículo. Mi único «pero» es que un partido que defienda la complejidad no sería votado por una mayoría, cuya pereza mental exige la simplicidad. La política siempre ha sido una lucha por el poder, pues sin él no se puede transformar la sociedad, desgraciadamente los medios para alcanzarlo suelen pervertir el objetivo. Conseguir esa proeza de tener un programa complejo, abierto a los cambios imprevisibles, que no sea engañoso, etcétera y, al mismo tiempo, ser votado por una mayoría, sería verdaderamente revolucionario y como toda revolución algo utópico y probablemente ilusorio.

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