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El clon y el fantasma

Rikle inventó el concepto de «lo abierto» para describir la realidad previa a cualquier interpretación. La ciencia, como la poesía, inventa nuevos lenguajes cuando los que tiene no se adecúan a la novedad de lo descubierto. Por ejemplo, inventó el concepto de «campo» (campo electromagnético, campo gravitacional), y produjo tal sorpresa que Boltzmann pensó que las fórmulas de Maxwell revelaban lo divino. Al menos revelan lo chocante. Resulta que para describir un movimiento se necesita conjugar ecuaciones locales y ecuaciones de campo. Un suceso depende del campo, pero, a su vez, configura el campo. Es como el dibujo de Escher en que una mano dibuja la mano que está a su vez dibujándola. El concepto de «campo» resulta útil para estudiar muchos fenómenos, entre ellos la propia actividad científica. Un descubrimiento surge en un «campo de actividad científica», en el que actúan fuerzas diversas: científicas, técnicas, económicas, políticas. Con esto, llegamos a la actualidad.

La noticia de estos días ha sido la donación de un embrión humano. Todas las alarmas se han disparado. Se enfrentan dos modos distintos de razonar: el tecnocientífico y el ético. La ciencia no hace juicios de valor. No dice, por ejemplo, que el ADN de un humano sea más valioso que el ADN de un mochuelo. Fisiológicamente no hay diferencia de calidad sino de morfología. En cambio, la ética comienza con un juicio de valor constituyente: ‘Todo ser humano, por el hecho de serlo, tiene un valor intrínseco superior a las demás criaturas. Se trata de una afirmación absolutamente voluntarista, pero que nos salva. No hay ningún argumento científico para afirmar la dignidad de la especie. La ciencia estudia la naturaleza, pero los humanos estamos empeñados en alejarnos de la naturaleza. Sobre el mundo real hemos construido un mundo simbólico, un modo distinto de vivir, un proyecto vital. Esta diferencia de enfoques provoca diálogos para sordos. Nos conviene a todos que el «campo científico» se integre en un «campo ético» más poderoso. Cuando los científicos admiten la donación terapéutica, pero rechazan la donación reproductiva, ya no están hablando como científicos. Están apelando a un marco ético superior. En cada caso concreto hay que decidir si una nueva técnica favorece o daña la construcción de la dignidad. En este momento, la donación sólo puede justificarse por su capacidad para disminuir el sufrimiento humano. El progreso de la Humanidad -no el progreso de la ciencia– ha ido acompañado de una «sacralización» de la vida humana. «El hombre es cosa sagrada para el hombre», decían los estoicos. No es una verdad científica, sino un proyecto de vida. Rechazarlo por rigor científico, es volver a la naturaleza, es decir, a la selva.

El «campo de la ciencia» es complejo. ‘The University of Wisconsin Press’ acaba de publicar un libro de D.L.Kleiman, titulado Impure Cultures. University, Biology and the World of Commerce. Plantea una pertinente pregunta: ¿Quién está dirigiendo la agenda investigadora de las Universidades? Responde: el mercado. Es decir, la ciencia se está desarrollando en un «campo mercantil». Se investigará lo que pueda producir dinero o poder. Otro argumento a favor de apelar a un «campo ético» más de fiar.

Les conté que espero con ansiedad el descubrimiento de nuevas propiedades de la materia. Esta semana he leído un informe sobre el «condensado fantasma». Es una teoría propuesta por Nima Arkani-Harned, de la Universidad de Harvard, para explicar los extraños comportamientos del Universo, en especial su expansión, que es demasiado rápida. Para decirlo con escandalosa simplicidad, parece necesario admitir una fuerza gravitacional que, en vez de atraer, repela. La solución de Arkani-Harned es admitir un omnipresente fluido, parecido al condensado de Bose-Einstein. Con este nombre se designa a un conjunto de átomos (u otras partículas bosónicas) que se encuentran en el mismo estado, y tienen por ello un comportamiento coherente. El nuevo fluido sería un condensado de partículas sin masa alguna, y por eso lo llaman «ghost condensate». La materia se nos hace cada vez más sutil.

En mi escuela nos enseñaban que la materia podía encontrarse en tres estados: sólido, líquido y gaseoso. Como las ciencias adelantan que es una barbaridad, se añadió el plasma y el condensado de Bose-Einstein. Hace unos días se anunció un sexto estado, llamado «estado fermiónico», que tansmite electricidad sin perder energía. Es un estado creado en laboratorio. Oliver Sacks ha escrito un bello artículo sobre esta capacidad de crear realidades nuevas. Un equipo de científicos rusos y americanos han anunciado la aparición de dos nuevos elementos de la tabla periódica, el 113 y el 115. La ampliación del número de elementos resulta apasionante. Algunos son extraordinariamente inestables. Seaborg anunció una «isla mágica de estabilidad» entre los números 112 al 118. Sacks escribe: «La búsqueda de la isla mágica nos demuestra que la ciencia está henchida de poesía». Se queda corto. En este caso, la ciencia no está buscando, creo, sino que está construyendo algo nuevo. El no va más poético.

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