La enseñanza de la historia sigue planteando problemas. En Estados Unidos una serie de Estados republicanos – Texas, Idaho, Oklahoma o Tennessee, entre otros- han prohibido que la enseñanza de la historia culpabilice a los ciudadanos blancos, promueva el resentimiento, o preste demasiada atención a las páginas negras de la historia estadounidense. Hay críticas al Proyecto 1619, publicado en The New York Times, e ideado por Nikole Hannah-Jones, que recibió el Premio Pulitzer por el ensayo introductorio a este proyecto. que "tiene como objetivo replantear la historia del país colocando las consecuencias de la esclavitud y las contribuciones de los afroamericanos en el centro mismo de la narrativa nacional de los EEUU. El Proyecto 1619 fue criticado por historiadores y políticos conservadores. El historiador David Blight, profesor de Estudios afroamericanos de Yale, de raza blanca, advierte que todo país tiene un pasado que hace sentir incómodo a sus ciudadanos. “El movimiento conservador lleva medio siglo intentando de forma intermitente hacer retroceder la enseñanza de la parte más incómoda de nuestra historia porque creen que nuestra obligación es formar patriotas; pero nosotros no educamos a los jóvenes para ser solo patriotas, los educamos para que entiendan mejor la sociedad en la que viven y eso les puede hacer mejores patriotas”. Según Thimothy Snyder, “la guerra contra la historia es una guerra contra la democracia”: “La historia no es una terapia y el malestar forma parte del proceso de crecer”.
Francia siempre ha apostado por la lengua única. “Es preciso eliminar el 'patois', reclamaba el abate Grégoire en 1794. La III República impuso el francés como única lengua vehicular en la escuela. Los maestros castigaban o humillaban a los alumnos que hablaran bretón, picardo, alsaciano, o cualquiera de las veinte lenguas regionales que hay en Francia. Una ley de defensa de las lenguas regionales aprobada en mayo ha sido remitida por el gobierno francés al Consejo Constitucional, que ha declarado ilegal uno de sus aspectos: la enseñanza inmersiva. François Bayrou, exministro de Educación francés, considera esa medida “una aspiración sectaria al monolingüismo”. Al comentarle un periodista que el Constitucional ha hecho referencia a la “indivisibilidad de la República”, ha contestado: “Soy partidario de la indivisibilidad de la república, pero soy también partidario apasionado de la indivisibilidad de nuestro patrimonio cultural y lingüístico”.
Si mi éxito es obra mía, su fracaso debe ser culpa suya. Esto hace, concluye Sandel, que la meritocracia sea corrosiva para la comunidad. Tener un título universitario o no tenerlo equivale a ser considerado ganador o perdedor. Estos perdedores están llenos de resentimiento e indignación y votaron a Trump porque supo conectar con ellos.