Francia ha recordado el bicentenario de la muerte de Napoleón con gran cautela. La unanimidad acerca de su figura ha desaparecido, y los franceses no saben qué hacer con su historia. No es un caso excepcional, porque todas las naciones tienen problemas con su pasado. España también, por supuesto. Hace unos años, Lionel Jospin, ex primer ministro francés publicó, Le mal napoléonien. Escribe: “Si me pregunto si los quince años fulgurantes del gobierno de Napoleón han servido a Francia, o han sido beneficiosos para Europa, la respuesta es no”. Apelar a la “gloria nacional” ya no es suficiente.
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