Hay una polémica sobre si se debe hablar de “lengua castellana” o de “lengua española”. Sin dudarlo, prefiero la denominación “lengua castellana”. Es la que permite comprender mejor su historia. Es también la recogida en el artículo 3 de la Constitución Española, que me parece especialmente acertado:
- El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
- Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
- La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.
Soy castellano y Castilla no es España: es uno de los reinos hispánicos. Por razones históricas, que no podemos cambiar, fue el castellano y no el catalán, el vasco o el gallego, la lengua que se difundió por el mundo. Lo mismo ha sucedido con otras lenguas, como el latín en la antigüedad o el inglés, que en la actualidad sigue extendiéndose cada vez más por razones culturales y económicas. Los Estados anglófonos no nos obligan a aprender su lengua. Es el juego de intereses, influencias y posibilidades quien lo impone.
La lengua suele considerarse el eje de la identidad nacional, y parece evidente que debería ser también lo distintivo de una “cultura nacional”. Sin embargo, en este caso las cosas pueden no estar tan claras.
Entiendo por cultura el modo como un grupo social ha resuelto los problemas comunes a todos los humanos (sobrevivir, organizarse, comunicarse, crear arte, instituciones, costumbres, etc.)
En el caso catalán, una de sus características puede ser el bilingüismo, como ha sido durante mucho tiempo el “patriotismo dual”, del que hablé en el anterior Panóptico. No olvidemos que Barcelona es la capital mundial de la edición en castellano, y eso me parece un hecho relevante.
El periodista Sergio Vila-Sanjuán en Otra Cataluña. Seis siglos de cultura catalana en castellano, ha mostrado que la cultura catalana se ha expresado en ambas lenguas. En los años ochenta se comenzó a discutir si deberían incluirse en la historia de la literatura catalana los escritores catalanes que escriben en castellano. Es evidente que en la Historia de la literatura española habría que incluir las obras en catalán, euskera o gallego.
El crítico Manuel de Montoliu, experto en Aribau, hablaba de una escuela catalana en castellano, y lo mismo hacía Oliver.
“Las dos culturas lingüísticas -señala Vila-Sanjuán- forman un patrimonio y quienes minimizan la importancia de la producción en castellano no tienen en cuenta que alguno de los textos que definen la identidad catalana –aunque este término no me convence demasiado– se han hecho en esta lengua. Así, el carácter catalán se considera que es realista, pragmático, comercial, muy sensato, y esta idea surge de textos de Feliu de la Peña, Antonio de Capmany o Jaime Balmes. Los tres son muy identitarios y sin embargo toda su obra es en castellano. Y lo mismo el federalista Pi y Margall, que no publicó nada en catalán”.
Incluso dentro del campo del independentismo, el ex secretario de Cultura de la Generalitat, Eduard Voltas, ha argumentado que para alcanzar la meta deseada de crear un nuevo Estado será imprescindible que el castellano sea vivido y considerado como una lengua propia de los catalanes:
“No digo respetarlo, sino convertirlo en un activo, tratarlo como un elemento definitorio de la Catalunya de hoy y de mañana”
(Ara, 26.2.2012)
Sin embargo, no todos los catalanes piensan así. Algunos defienden que en caso de independencia habría que eliminar el castellano como lengua oficial. Por ejemplo, Muriel Casas, que fue presidenta de Òmnium Cultural, o el filólogo Pau Vidal, que piensa que “el bilingüismo mata” y que el catalán se está muriendo. Algo parecido se defiende en el Manifiesto del Grupo Koine, firmado en abril de 2016 por centenares de filólogos, profesores universitarios y políticos secesionistas que denunciando al castellano como una lengua impuesta por España mediante la represión jurídicopolítica. Pedía que no se aceptase el bilingüismo como realidad oficial de una posible república catalana.
Los catalanes -no los políticos catalanes- decidirán qué cultura quieren crear en el futuro. Vuelvo a decir que la cultura es un repertorio de soluciones sociales a problemas comunitarios. En un mundo acelerado y global no sabemos a qué problemas tendremos que enfrentarnos, y menos aún cuales serán el mejor modo de resolverlos. Podemos caer en la fascinación de la eficacia y pensar que gran parte de la cultura humanística es un anacronismo inútil. En ese caso, lo interesante acabaría siendo estudiar masivamente inglés. La defensa del patrimonio cultural debe buscar raíces más profundas, que los humanistas no acaban de explicar bien. Las meramente identitarias no me parecen suficientes, pero tendré que seguir reflexionando para tener ideas más claras sobre este asunto. Creo que la Ciencia de la evolución de las culturas -fuente de El Panóptico- nos proporcionará herramientas para conseguirlo, aunque, lo confieso, eso está todavía por ver.
Usted, como literarato, magnifica el valor de la lengua como cultura. No lo es. En primer lugar, los campos culturales donde tiene alguna importancia son escasos: literatura, especialmente novela y poesía, y poco más. El resto de las artes es impermeable a la lengua, sea la pintura, la arquitectura, la múscica, el baile, etcétera… E incluso en la literatura su valor es relativo, ya que no siempre sirve para trasmitir correctamente el mensaje. Hoy podemos leer a Boscán (catalán nacido en 1487 pero que, ¡oh!, escribía un castellano estupendo y nativo), pero ¿lo entendemos? ¿Entendemos todos sus giros semánticos y el marco mental en el que escribía?
En realidad, la lengua es más un inconveniente que un valor cultural. Pueblos ágrafos o minoritarios no pueden acceder a una enorme cantidad de conocimientos porque sus idioma es un barrera. Deben aprender otras lenguas para adquirir estos conocimientos… ¿Y eso es malo? ¿Desde cuando un políglota es culturalmente inferior al que sólo habla su lengua nativa?
La lengua, señor Marina, es sólo un marcador social de origen y de clase social. Y por eso es usado por los nacionalistas de todo el planeta para preservar sus privilegios. «Defender la lengua y la cultura» es sólo un eufemismo de «defensa de la raza y la tradición».
Como decía el alcalde de Londres, «conservar una cultura es justo lo contrario de enriquecerla».
Bon día
Su comentario me deja estupefacto. Pensar que «los campos culturales donde el lenguaje tiene alguna importancia» supone un concepto de cultura vacío. Nuestra inteligencia es estructuralmente lingüística y todas sus creaciones están lingüísticamente determinadas. ¿Cómo cree que se transmitieron los pintores sus técnicas. Nuestro pensamiento se articula mediante el lenguaje, de modo que usted ha excluido el pensamiento de la cultura. Decir que el lenguaje es una barrera cultural porque los pueblos ágrafos que por supuesto tienen lenguaje, lo que no tienen es escritura) no pueden acceder al conocimiento es una palmaria contradicción.
Sólo pretendía expresar que la lengua es un vehículo, a veces torpe, de la cultura, pero no determinante.
El lenguaje, evidentemente, es otro cosa, pero yo hablaba de la importancia de una lengua. Que me expliquen matemáticas, derecho o física en catalán o en castellano o en francés no altera mis conocimientos de esas materias. ¿no es así?
Igualmente me refería a que si ya naciera en un iglú esquimal y quisiera aprender química avanzada, difícilmente podría hacerlo en mi lengua natal.
El nacionalismo (en todos lados) hace la defensa de la lengua propia un argumento político en favor de una determinada «cultura» igualmente propia, pero es, como digo, un eufemismo de raza y tradición. En Europa compartimos la misma Cultura (derecho romano, herencia grecolatina, moral judeocristiana y espíritu científico propio), y aquí la lengua en que se escriba es poco importante siempre y cuando tengamos buenos traductores. Y la misma literatura, pues en todas partes seguimos modelos heredados de teatro, poesía, novela, cuenta, ensayo… No hay géneros literarios «nacionales» en casi ninguna parte.
La lengua propia es muy íntima y sentimental, todas hermosas para sus hablantes, pero debería ser políticamente irrelevante.
IMHO.
Gracias por su contestación.
Muy buena argumentación Jorge.La lengua como elemento diferenciador y la lingüística como medio de transmisión del pensamiento.
Gracias JAM por su respuesta
El bilingüismo enriquece a las personas torelantes y lo único que lo empobrece es cuando lo utilizamos como símbolo identitario abstracto; cuando la realidad es que hablamos castellano y catalán según nos convenga.