Skip to main content

La presidenta de la Comunidad de Madrid ha dicho que la “justicia social” es “un invento de la izquierda, para promover el rencor. Un afán vindicativo contra el que le va bien. ¿Tiene culpa un señor que paga sus impuestos, si tiene una casa, dos o tres porque se lo ha ganado? ¿Tiene culpa de que otras personas no tengan una vivienda? ¿O la tienen las políticas intervencionistas liberticidas?”

En el mundo, hay cerca de ochenta constituciones que consagran la expresión “justicia social” como uno de los valores del Estado o un principio fundacional del mismo. ¿A qué viene esa descalificación tan rotunda? No creo que sea un exabrupto para dar la nota, ni una ocurrencia improvisada. Lo que ha dicho Ayuso forma parte de la ideología neoliberal, por eso debe analizarse en serio. Uno de sus representantes más eximios –Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía- dedicó gran parte de su obra Derecho, Legislación y Libertad a criticar ferozmente la idea de “justicia social”. Según él, su utilización “es de carácter ilógico y fraudulento,” es una “superstición” que ha llegado a convertirse “casi en una nueva religión de nuestro tiempo,” a pesar de que no es más que un “vano sortilegio.” Es un “espejismo,” un “señuelo,” una superstición comparable a la “creencia en las brujas o en los espíritus.” Piensa que podría tener sentido en sociedades pequeñas, pero no en las sociedades extensas, en las que participan millones de personas, y cuya única manera de satisfacer las metas privadas es la libertad de mercado. Cualquier intento de “distribución justa”, lleva inevitablemente a un Estado totalitario. Es, como dice Ayuso, liberticida. “Debemos aceptar el hecho de que la preservación de la libertad individual es incompatible con una plena satisfacción de nuestros criterios de justicia distributiva”. (F. A. Hayek, “Individualism: True and False,” en Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948), p. 22.)

La idea de “justicia social” no lleva al totalitarismo, sino a un aumento de la libertad.       

Durante años he estudiado con gran atención la obra de Hayek. Me parece que su teoría del conocimiento, expuesta en El orden sensorialabrió un fértil campo de investigación, lo mismo que su teoría de la evolución de las instituciones, y que su crítica del dirigismo soviético era acertada. Pero creo que en el tema de la “justicia social” se equivocó. En primer lugar, porque no fue fiel a su método. No se dio cuenta de que la idea de justicia, indisolublemente unida a la idea de felicidad, como he explicado en El deseo interminablese ha ido definiendo a lo largo de una experiencia milenaria, en la que se han inventado, entre otras cosas, los derechos subjetivos como gran defensa del individuo contra el poder. La valoración de la libertad ha sido un proceso muy largo, que culmina en la Ilustración. La idea de “justicia social” no lleva al totalitarismo, sino a un aumento de la libertad.

“Las seis palabras más peligrosas para un ciudadano son: “Soy del gobierno. Vengo a ayudarle”. (R. Reagan)

Hayek, como el neoliberalismo posterior, tiene una idea muy pobre de la libertad. Para él, el gran enemigo de la libertad es el Estado. Lo resumió Ronald Reagan con una frase ingeniosa: “Las seis palabras más peligrosas para un ciudadano son: “Soy del gobierno. Vengo a ayudarle”. Esta idea ultraliberal de la libertad está bien expresada por Benjamin Constant: “Lo único que necesitan los hombres para ser felices es que les dejen en una independencia perfecta en todo lo que hace referencia a sus ocupaciones, a sus empresas, a su esfera de actividad, a sus fantasías”. Es lo que técnicamente se denomina “libertad negativa”. Pero, ¿es verdad que el Estado es inevitablemente el gran enemigo de la libertad? ¿No lo son la pobreza, la falta de educación, la discriminación, la desigualdad, el miedo? Frente a la idea “negativa” de la libertad, se puede afirmar una “libertad positiva”, que implica la capacidad para hacer más cosas, y esa capacidad puede y debe ser protegida y fomentada por el Estado. Esta ha sido la teoría defendida por otro premio Nobel de Economía, Amartya Sen. El Estado neoliberal, reducido a su mínima expresión, no se ocupa de esos temas, entre otras cosas porque tendría que subir los impuestos. En una de sus últimas entrevistas, concedida a uno de sus fieles, Henri Lepage, en 2003, Milton Friedman -también premio Nobel- afirmaba “mi definición de “liberal” es la siguiente: es ´liberal´ una sociedad donde el gasto público, incluyendo todos los organismos, no pasa del 10 al 15 por ciento del producto nacional”.

 Estado promotor

Es evidente que el Estado puede convertirse en totalitario, incluso puede tender a ello porque todo poder tiende a expandirse indefinidamente, ya que no tiene sistema de frenado. Pero no tiene forzosamente por qué ser así. El vaticinio de Hayek de que el Estado del bienestar conduciría al totalitarismo no se ha cumplido. Nadie bien informado puede decir que los estados nórdicos, con un claro interés en la justicia social, hayan cercenado las libertades. Entre el Estado inhibido y el Estado tiránico hay muchas posibilidades que Hayek y sus seguidores, partidarios del “todo o nada” no admitieron. Puede haber un Estado que intervenga precisamente para aumentar las posibilidades de acción del ciudadano, sus libertades. Lo que llamo un “Estado promotor”, que no sea el problema, sino la solución a muchos problemas. Su función no sería hacer las cosas directamente, sino conseguir que la sociedad civil las haga, estimularla, darle medios. En ese caso, el Estado puede convertirse en una condición de posibilidad de la libertad individual. Esto supone una definición distinta de la libertad: es la ampliación de las posibilidades de pensamiento y acción de una persona. Decir que la libertad de una persona que está muriéndose de hambre consiste en que el Estado no intervenga en su vida, dejarle, como decía Bonald, que sea feliz en su soledad independiente, parece una grave distorsión de la realidad. Incluso una burla. Respetar la libertad de los padres de educar a sus hijos, no significa que el Estado se desinterese de su suerte, sino algo anterior: hacer posible que puedan estudiar, aunque sus padres no puedan pagarlo.

Considerada de esta manera, la libertad tiene un componente social: la amplitud de posibilidades, el empoderamiento individual. Tiene un componente psicológico: la capacidad de tomar decisiones inteligentes y de ponerlas en práctica. Y tiene un componente político: las instituciones necesarias para fomentar esas dos capacidades. La “justicia social” no atenta contra la libertad, sino que la potencia.

«Negar la “justicia social” es negar el “Estado social de derecho”.

¿En qué tipo de Estado está pensando la señora Ayuso?»

La afirmación de Ayuso es un efímero “trending topic”, que se desvanecerá como todos, pero no debería suceder así, deberíamos continuar el debate, porque es una afirmación ideológica que conviene aclarar. Negar la “justicia social” supone negar el “Estado social de derecho”, pilar de nuestra Constitución. Lo que define al “Estado social de derecho”, desde la aparición de este término, es precisamente la búsqueda de la justicia social, es decir, “garantizar unos recursos mínimos, con el fin de que todas las personas puedan realizar un plan de vida en condiciones dignas, adoptando acciones afirmativas para que, especialmente , aquellos en situación de pobreza, discriminación, marginalidad o vulnerabilidad gocen de iguales oportunidades para lograrlo”(Pérez-Garzón, C.A. “¿Qué es la justicia social? Una nueva historia de su significado en el discurso jurídico transnacional”, Revista Derecho del Estado n.º 43, mayo-agosto de 2019, pp. 67-106).

Negar la “justicia social” es negar el “Estado social de derecho”. ¿En qué tipo de Estado está pensando la señora Ayuso?

 

Únete 2 Comments

  • María del Mar Crespo dice:

    No sé qué es el derecho social pero sí que, la desigualdad social genera intolerancia cuando afecta a los factores básicos de la vida, como la educación, sanidad, vivienda, sociabilidad, posibilidades, deporte, etc.

  • Amaya dice:

    Mi sensación es de que el término «justicia social» es utilizado en distintos tiempos. Aquí creo que habría que incluir al movimiento actual «woke» con lo que tiene de radical. Para mí justicia social, efectivamente, es dar las oportunidades, los medios. Y se acaba ahí. En la libertad individual que tenemos cada uno para hacer algo que nos sirva en nuestra vida con los medios que tenemos. Pero el problema viene después. ¿Qué hacemos cada uno con esos medios? Si tú puedes estudiar o aprender un oficio igual que tu vecino (precises de una beca o no) pero no lo haces se crea una desigualdad que el movimiento «woke» niega como individual. Siempre hay excusas. Siempre hay otras desigualdades y siempre las va a haber, porque creo que a veces senos olvida poner que la igualdad que puede prestar un gobierno es una igualdad de oportunidades. El problema de este tipo de pensamiento de «defensa de la igualdad total y para siempre» es que niega el esfuerzo personal. » si no lo ha hecho es porque no ha podido, no porque tome malas decisiones usando su derecho a decidir». A mí esto me parece una trampa inmensa, pero si no quieres pensar mucho pues mejor sentirse bien en el lado de los defensores de absolutamente todo. Pero esto es una falacia. Y da lugar a contradicciones muy típicas, como defender a un inmigrante machista y violento siendo feminista. La excusa para este movimiento es que vengan de un entorno pobre . Y puede que lo sea, la explicación (aunque no debería estar tan reñido con un entorno sano a no ser que haya otros factores, pero ya dan por hecho otros factores). Pero parecen no entender que como mucho es la explicación pero no la excusa. Y esta es la gran diferencia. Así que su supuesta bondad que les hace sentir tan bien y a la vez tan radicales y enfadados global ente, pasa a ser una condescendencia y una generalización (de la que se supone están en contra), bastante feas. Porque la condescendencia también mira desde arriba. Es el «pobrecitos» que yo como discapacitada no soporto, pero que a otros les viene muy bien. Porque no todos somos iguales. Y esto es inevitable. Así que yo volvería a centrar el tema de un modo más práctico. La igualdad de oportunidades. Aún así el gobierno está preparado para actuar si parte de la sociedad no aprovecha estas oportunidades (otra cosa ya es que actúen como deberían según las leyes). Si no las aprovechan porque no pueden o no porque no quieren, pero tiene que haber un tiempo una libertad de actuación. Y sobre todo que cada uno reconozca su responsabilidad. Y después de eso el gobierno ya podría dar otra oportunidad digamos práctica. Y volver a la libertad del individuo otra vez. Es como jugar a las cartas. Pero si alguien te dice cómo jugarlas ya no estás jugando tú. Te dejan sin ninguna libertad mientras promueven la liberación. Y si pierdes puedes decir que tus cartas eran muy malas, y las demás muy buenas, que han hecho trampa al repartirlas, que no sabías jugar, que no te gustan esas normas…, que estabas borracho cuando echaste la que no era, que te equivocaste al echarla porque tienes un trauma con los ases, en fin, lo que quieras. Pero habrás perdido (tu vida) igualmente, en vez de aprender a jugar mejor. Y cada vez mejor. Y reconocer que no supiste, o pudiste jugar bien la primera mano pero pedir otra porque esta vez has aprendido ya algo y vas a saber jugar (lo mejor posible)

Deja tu comentario