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 El feminismo en su encrucijada

Estos HOLOGRAMAS son un ensayo de PERIODISMO EXPANSIVO. Conocer lo que ocurre es fácil, comprenderlo es complejo. Cada lector debe poder elegir el nivel de comprensión en que quiere moverse. Propongo tres niveles: uno, reducido, en formato papel. Otro más amplio, en formato digital, que, a su vez, remite a una RED DE COMPRENSIÓN sistemática, necesaria por la inevitable conexión de los asuntos. Tal vez sea un proyecto megalómano, pero creo que vale la pena intentarlo. El artículo inicial de este holograma se publicó en el suplemento Crónica de EL MUNDO el día 16 de febrero de 2020.


 El feminismo en su encrucijada. Resumiré la interesante y compleja evolución del pensamiento feminista en los siguientes hitos: Feminismo, ideología de género, ideología trans, ideología queer, postfeminismo. Un proceso matricida, que acaba negando su origen. Por eso, feministas clásicas -como Amelia Varcárcel, en su último libro Ahora, feminismo- se niegan a aceptar esa deriva evolutiva, recuperando la esencia del feminismo: actividad política para defender los derechos de la mujer. Las reivindicaciones LGTBI son, sin duda, respetables. Pero son otra lucha. Meterlas en el mismo pack liquida las específicamente feministas. La ideología queer las acusa de mantener el sistema binario hombre/mujer, en vez de aceptar la plasticidad absoluta del cuerpo simbólico. Martha Nussbaum acusó a Judith Butler y al pensamiento queer, de desinterés por la justicia. Alicia Miyares, en este periódico, decía que las demandas queer/transgénero son “ un torpedo a la ejecución de políticas de igualdad. Si el sexo es irrelevante todas las políticas para combatir la desigualdad estructural que, como mujeres padecemos, se tornan irrelevantes”. La influencia de la filosofía postmoderna -que es una pobre filosofía- perjudicó al feminismo. No se pueden reivindicar derechos basándose en filosofías relativistas. Si se acepta la validez de todas las culturas, no hay modo de rechazar la cultura machista.


HOLOGRAMA 39


​El feminismo es un caso paradigmático para consultar a @Usbek_Ya saben que este personaje es un “proyecto metodológico”: la inteligencia holográfica. Se basa en la decisión de analizar cada fenómeno a una doble luz: la complejidad del presente (visión sincrónica), y la complejidad de la evolución (visión diacrónica). El feminismo, que comenzó siendo un movimiento de reivindicación de la igualdad, ha pasado a convertirse en un enfoque general de interpretación de la realidad que ha acabado negando su origen. Una afirmación de tal tonelaje necesita un exégeta como Usbek, diseñado para estudiar los temas “sine ira et studio”….y sin cansarse.

​Como acaba de señalar Amelia Varcárcel, el feminismo es una posición política, de origen ilustrado, que luchó y lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Su agenda la marcó el movimiento sufragista, que consiguió los derechos civiles, educativos, y políticos, y que después fue prolongada por los derechos reproductivos y sexuales. En este momento, la tarea principal de este feminismo sigue siendo la lucha por el reconocimiento y el respeto real de esos derechos en todo el mundo, meta que está aun muy lejana.

Pero el feminismo clásico desencadenó movimientos ideológicos muy potentes, que  @Usbek_ está empeñado en desentrañar. Actuaron como un “polo atractor” de otras corrientes de pensamiento. No bastaba esa lucha por el reconocimiento de la igualdad. Había que comprender lo que estaba en origen de la posición secundaria de las mujeres, de su permanente devaluación social. El sistema patriarcal no se había contentado con establecer relaciones fácticas de poder, sino que las había justificado, y era necesario desmontar esas justificaciones para progresar. Un ejemplo, el artículo 57 del código civil español, vigente hasta 1975, imponía el deber de sumisión de la mujer casada al marido, que se basaba, según decía el preámbulo de ley de 1958, “en la potestad de dirección que la naturaleza, la religión y la historia atribuyen al marido” dentro de la religión católica “que ha inspirado siempre y debe inspirar en lo sucesivo las relaciones entre los cónyuges”. Esta mezcolanza de naturaleza, historia, y religión era disparatada. Las pensadoras feministas con razón se negaron a admitir que la naturaleza justificara la opresión de la mujer, que se basaba en una palmaria confusión de naturaleza y cultura. El sexo era una característica biológica, natural; pero los roles femeninos y masculinos son invenciones culturales. Simone de Beauvoir acuñó una expresión que tuvo éxito: “On ne naît pas femme, on le devient». “No se nace mujer, se llega a serlo”.

@Usbek_comprende que esta frase tan aparentemente sencilla es en sí un holograma complejo, que podría enunciarse de manera más clara: “Se nace hembra, pero se convierte una en mujer por presión social”. El análisis de la “corporeidad humana” se hace más profundo y exacto, y fuerza a distinguir entre “sexo” (realidad biológica), “género” (interpretación cultural del sexo), y “orientación sexual” (tipificación del objeto de deseo sexual). Estas tres dimensiones pueden combinarse de distintas maneras, que han sido evaluadas a lo largo de la historia con una confusa mezcla de prejuicios médicos, sociales y morales, que los movimientos feministas -y no solo ellos- estuvieron interesados en descastar.
El feminismo reforzó su condición de “polo atractor”. La inicua utilización de la idea de “naturaleza” como fuente de derechos, hizo que el movimiento feminista rechazara en bloque la noción de “naturaleza” como fuente normativa. En ese punto confluyó con los movimientos homosexuales, a quienes se había tildado siempre de ir “contranatura”, y con los movimientos contra la segregación racial que afirmaba la “inferioridad natural” de los negros. La negación de una naturaleza humana puso en pie de guerra a la iglesia católica porque toda su moral sexual está basada en la idea de “naturaleza”, de manera que su negación implicaba para ella un relativismo absoluto o, lo que es lo mismo, una completa anomia. Esta es la razón de que considere tan deletérea la ideología de género.

El feminismo de la igualdad se había convertido así en el “feminismo de género”, que tenía la necesidad de definir el genero femenino sin hacer referencia al masculino, sino como una entidad autosuficiente. La estructura sexual binaria -macho/hembra- comenzó a considerarse reaccionaria, una trampa para el feminismo. Elizabeth Badinter se hizo popular por afirmar que el “instinto maternal” apareció en el siglo XIX y era una creación machista. La maternidad era la nueva esclavitud. Formaba parte de la institución “familia patriarcal”, que se consideraba nefasta para las mujeres. Las mujeres que querían dedicarse a criar a sus hijos, aunque lo hicieran voluntariamente, fueron consideradas traidoras al feminismo, lo que hizo que muchas de ellas se apartaran del movimiento. La crítica feminista se dirigía a la “familia tradicional”, pero muchos lo entendieron como un ataque a la familia a secas.

​​Otro asunto intriga a  @Usbek_ ¿Es socialmente vivible la incoherencia, y la falta de definición? ¿Toda normativa es una imposición rechazable? ¿Qué tipo de educación y de escuela se derivan de esta ideología ?

La filosofía posmoderna insistió en el tema de la “construcción social”. El propio sujeto era construido, su libertad le hacia absolutamente plástico. Tras el feminismo de la igualdad, y el feminismo de género, apareció un feminismo de la diferencia. Comenzó con una afirmación muy sensata: la reivindicación de la igualdad es jurídica, social y económica, no tiene por qué ser psicológica. Había que reivindicar los sentimientos y, sobre todo, el deseo femenino –proscrito durante siglos. Las mujeres debían pensar su propia identidad femenina. Pero en un momento en que la filosofía posmoderna renegaba de todo universalismo, defender la “identidad de género” no era suficiente. Había que buscar una “identidad individual”. La preocupación por la búsqueda de la identidad se volvió perturbadora en una sociedad líquida, en la que se comenzaba a hablar de “personalidades ameboides”. Una parte de las feministas defendió la identidad de género, de la comunidad femenina, porque la búsqueda de la “hiperidentidad” debilitaba las reivindicaciones, pero en plena pasión identitaria eso no era bastante. El género era demasiado generalizador. Se empezó entonces a hablar de géneros múltiples, y se acabó rechazando la idea de género porque no defendía lo suficiente el derecho a la diferencia. Judith Belladona y Barbara Penton rechazaban toda identidad sexual en nombre de “la lucha contra cierta prohibiciones, otros tabúes, otros moralismos, otras normas. Sentimos en nuestro cuerpo no un sexo, ni dos, sino una multitud de sexos”. Simone de Beauvoir había traído al feminismo la creencia existencial en la libertad total. La libertad debía llegar hasta la “libertad de elección de identidad”, incluida la identidad sexual. Usbek comprueba que esta capacidad de elección de identidad figura en las leyes LGTBI.

Por de pronto, lo importante era negar las divisiones dicotómicas, el “binarismo”. Macho y hembra son los dos extremos de una variada serie de estados “intersexuales”, entre los que se puede elegir. Se empieza a describir mejor el fenómeno trans, que se había ocultado, desconocido o malinterpretado durante siglos. La identidad experimentada puede no estar de acuerdo con el propio cuerpo. Una persona puede sentirse mujer, pero esta encarnada en un cuerpo masculino, o al contrario. Esto añade complejidad al campo, por la nueva combinatoria que introduce.  @Usbek_ ha visto la película Transparent, en la que una serie de personas en tránsito del genero femenino al masculino, cuentan sus experiencias maternales durante ese período de transición. Algunas cuentan que es la única ocasión en que se han sentido bien con su propio cuerpo y que disfrutaron de la experiencia; mientras que otras se sintieron humilladas ante la evidencia concreta de que no eran quienes realmente eran. La distinción señalada antes entre sexo, genero y orientación sexual, se hace más compleja. Jack Halberstam, en su libro Trans*, cita el comentario de una mujer que se convierte en hombre. Mientras era mujer se sentía atraída por las mujeres, pero sin que esto fuera una “orientación sexual” lesbiana. Lo explica así: “Una lesbiana es una mujer a la que le gusta ser mujer y cuyo objeto de amor es una mujer. Un transexual mujer-hombre ama a las mujeres pero se siente atrapado por su cuerpo de mujer”.

​ En esta búsqueda de identidades, el “binarismo” sexual (hembra-macho) o de género (mujer-varón), aceptado por el feminismo clásico, resulta rechazado por la ideología trans. Judith Butler, rechaza el concepto de género, y lo sustituye por una “performance”, por una representación, una especie de “ficción real”. Eso explica el título del artículo que Martha Nussbaum escribió contra ella «The Professor of Parody», (The New Republic , 22.2.1999). La flexibilidad se lleva al máximo. Así creo que debe interpretarse la “ideología queer”, última figura hasta ahora de la evolución que estamos contando. Toda definición es un peligro o una ofensa. El prefijo “trans” sugiere que es el paso de un estado a otro. La “vida queer” pretende eliminar ese sentido de finalidad, porque si se busca se está volviendo a consolidar el binarismo, que es el enemigo a batir. Como dice Halberstam, “una figura de género ambiguo y queer no puede ser entendida desde las perspectiva de las visiones actuales de la identidad transgénero”. Jose Esteban Muñoz, en Cruising Utopia: The then and there of queer futurity no señala como objetivo hacer que cuerpos excéntricos encajen en los sistemas ya existentes del derecho, el gobierno, el placer y el castigo. La teoría queer significa elevar lo trans a una concepción general del mundo posmoderno. “Es no ceder al asimilacionismo sino alejarse de lo razonable, lo pragmático, lo posible, a favor de la utópico, lo fantástico, lo imposible. Es un nuevo conocimiento sobre la experiencia de existir en un cuerpo”.

De las reivindicaciones de género se ha pasado a las reivindicaciones de la identidad, y de estas a la postidentidad. Butler, en su libro El género en disputa, rechaza la búsqueda de la coherencia personal, porque eso significa caer bajo la tiranía de lo normativo. Usbek comprende lo lejos que están todas estas reivindicaciones de las que mueven al feminismo clásico, lo que ha dado lugar a críticas muy duras hacia la “ideología queer” porque considera que ha olvidado la situación de la mujer. Como dice el viejo romance: “Entre tanta polvareda, perdimos a don Roldán”. La evolución del pensamiento feminista ha “liquidado” al feminismo, piensa Usbek recordando que “liquidar” significa “licuar”. Lo ha convertido en un feminismo para un mundo líquido.

@Usbek_, que ve la evolución humana desde una lejanía que enfría las cuestiones y las pasiones, piensa que este proceso intelectual revela muy bien la condición de la inteligencia humana, que vive inevitablemente en la realidad, pero que no quiere acomodarse a ella, sino transformarla con todo tipo de ficciones, en las que acaba viviendo. La mezcla de afirmaciones epistemológicas, metafísicas, sociológicas, psicológicas, religiosas, éticas manejadas en torno a la sexualidad, es un entrecruzamiento de discursos fragmentarios, una puerta abierta a las discusiones sin fin. Le sorprende que las experiencias históricas sirvan para tan poco, y que los sapiens no se hayan dado cuenta de que reclamar el “derecho a la diferencia” es una trampa. Los derechos fundamentales son siempre universales. Solo los derechos universales protegen a las minorías, porque prohíben la discriminación, es decir, negar injustamente el acceso a esos derechos. Después de algunos titubeos, el feminismo se dio cuenta de que su gran defensa estaba apelar a derechos universales, solo basándose en ellos se podía luchar contra los machismos de todo tipo. Las búsquedas identitarias todavía no lo han comprendido.

​​Otro asunto intriga a  @Usbek_ ¿Es socialmente vivible la incoherencia, y la falta de definición? ¿Toda normativa es una imposición rechazable? ¿Qué tipo de educación y de escuela se derivan de esta ideología ?

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Únete 4 Comments

  • Fani Grande dice:

    Gracias por la reflexión, tan actual y necesaria, en un momento tan complejo desde el punto de vista del análisis. Si me permite un apunte: «Transparent», es una serie con cuatro temporadas y numerosos premios. Es una propuesta extraordinariamente valiente, real y audaz, basada en el testimonio directo de alguien muy cercano a la directora y creadora, Jill Soloway. El personaje central de la serie es Maura Pfefferman, una mujer trans que se visibiliza a una edad en la que es extremadamente difícil hacerlo y afrontar todos los retos que eso conlleva. Un saludo muy cordial.

    • jose antonio marina dice:

      Gracias por su comentario. Jill Soloway es un personaje curioso. Es defensora del feminismo, pero desde una postura no-binaria. Y esta es una combinación que me parece muy criticada por lo que he llamado «feminismo clásico».

  • Roberto González Zaera dice:

    Muy interesante el articulo, da a comprender bien la situación actual del feminismo desde un punto de vista filosófico y docto que escasea mucho por esta época. Gran trabajo Jose Antonio, me falto igual una diferencia y critica no al feminismo actual sino al movimiento feminista moderno que se esta usando por las élites y grandes focos económicos están usando. Ojala este tipo de información saliese en televisión, falta un poco de información y cultura en la sociedad.

  • David González de León dice:

    Creo Jose Antonio que no abordas en profundidad la contribución de Butler, sino que te dejas llevar por una caricatura de su pensamiento en la línea de las críticas dogmáticas al uso. No es sitio para argumentar ni explicar con exhaustividad. Solo señalar que lo que está en juego no es tanto la acción política concreta, que también, sino algo más profundo: la apuesta por un feminismo esencialista, identitarista y excluyente (ya se sabe que en lo identitario se combate con especial ahínco la indefinición de los límites, la necesidad de saber quienes son los nuestros, quienes tienen voz y quienes no), o por un feminismo abierto transversal y dialógico. Me parece claro que hay luchas por el poder de las que se llaman representantes del feminismo clásico que han visto peligrar su influencia y los beneficios de todo tipo que conlleva esa influencia. El poder se mueve agusto en lo fuertemente identitario, y eso es algo que hay que señalar todas las veces que sea necesario (dicho sea de paso es precisamente lo identitario una consecuencia de la propuesta postmoderna, que se plantea en términos de combate, de la imposición de un relato, de poder en definitiva como la única realidad objetiva). La propuesta de Butler pasa simplemente por abrir posibilidades al hacer y al actuar, a la inclusión y al diálogo, tratando de impedir la constante tentación de clausurar las opciones, para abrirlas como algo esencial a la condición de sujeto (que es lo que hoy en día está más en cuestión). Las formas en que se usa la gramática o el lenguaje no son neutrales, y no se trata de meros juegos del lenguaje. El lenguaje y la performatividad es también el espacio muy importante de la acción política y la creatividad, de la intruducción de novedades en el mundo y por tanto, de transformación. Pero es que además, y por otro lado, el lenguaje también trata de dar cuenta de la naturaleza, porque nunca es ajeno a ella ni podría serlo. El hecho de que algunas personas de sexualidad adscrita a la masculinidad realmente se sientan mujeres, no es algo desechable ni una mera perversión del lenguaje. La naturaleza misma se abre a ello ¿Cómo no lo va a hacer el lenguaje? Cerrar esta posibilidad, es negar precisamente a la naturaleza misma por una cuestión ideológica (y son estos márgenes los que están en juego, la aceptación de la diversidad fundamental que existe en la naturalezao su clausura dogmática). Un profesor nos decía, «si empiezo a romper esta mesa ¿en qué momento deja de ser mesa?» Puede parecer algo futil, pero no lo es: la propia palabra mesa nunca puede tener una definición rígida pues la realidad siempre juega con los límites, y es ahí, en el uso personal y contextual de cada palabra (por ello la palabra es usable y apropiable) donde está en juego la condición de sujeto (incluso en la posibilidad de la metáfora o la anlogía para crear un concepto nuevo que es lo que, entre otras cosas, hacen los poetas), sin que ello elimine la palabra misma «mesa». Esto se vuelve vital para la persona que se asoma al abismo, a la angustia, de no poder ser reconocido como mujer por los otros o las otras. Pero bueno, lo dicho, no se trata tanto de argumentar sino de poner sobre la mesa (valga la redundancia, que es muy deliberada) algunos de sus términos. En todo caso y de todos modos la lucha por la igualdad y la libertad nunca puede ser una lucha excluyente, sino tranversal y que nos implica a todas y todos. Una desigualdad fundamental como la que hay ente hmbres y mujeres, que seguramente se encuentre en la base de todas las demás, no es un tema solo de las mujeres, ni de una identidad determinada. Yo me considero hombre y feminista y comprometido con la causa del feminismo. He aprendido mucho de ello (muchas de las sutilezas del poder), aunque a menudo he sido excluido de foros por mi condición, y lamentablemente el feminismo siempre ha sido también un espacio a menudo excluyente, en el que hay luchas de poder e intereses, y de hegemonía cultural. Una metodología más abierta, participativa, mas cuidadosa y dialogante, había empezado a emerger y podría haber sido, a mi modo de ver, realmente transformadora y ciertasmente atrayente, pero la irrupción del esencialismo, siempre latente, lo está cercenando, repartiendo carnets de feministas, volviendo a decidir quienes son de las nuestras y quienes pueden tener voz

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