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Socialismo liberal

La economía china plantea un serio problema a los economistas. Tras los trabajos de la escuela austriaca, en especial de Friedrich Hayek, se admite generalmente que una planificación estatal de la Economía tiene forzosamente que fracasar porque no puede aprovechar el saber disperso del que dispone el mercado- es decir, el juego de oferta y demanda- que le sirve para orientar la producción y fijar los precios. Para funcionar correctamente, el mercado debe ser libre. Sin embargo, la economía de China está estatalmente dirigida en un país con libertad limitada, y, a pesar de ello está teniendo un éxito espectacular. En el libro "El gran sueño de China", su autor Claudio F. González considera que China aspira a gobernarse como una gigantesca empresa y estas son sistemas superjerárquicos, planificadores y poco democráticos. Esta es la tesis del libro de Phillips Leiegh y Michael Rozworski "The Peoples´s Republic of Walmart. How the World's Biggest Corporations are Laying the Foundation for Socialism (Jacobin)", (2019). La comparación entre las grandes empresas y los Estados no es disparatada. Walmart, la cadena estadounidense de supermercados, podría considerarse por su volumen la décima economía del mundo, detrás de Brasil. Con 2.2 millones de empleados, Walmart es el tercer empleador del mundo, detrás del ejército de EEUU (3.2 millones) y del ejército chino (2.3 millones). El éxito de estas grandes empresas (archiplanificadas, jerárquicas, no democráticas y con controles implacables) es un ataque a las teorías neoliberales. Por ejemplo, se dice con frecuencia que en una economía tan acelerada y competitiva las empresas necesitan empleados creativos. Esto es una media verdad. Si tomamos a Amazon como ejemplo, comprobamos que son dos empresas en una. Un prodigio tecnológico-que necesita formidables e inventivos técnicos- descansa sobre una masa de trabajadores no cualificados que lleva los pedidos a las casas. La polémica sobre la planificación y su eficacia económica (y de paso social y política) me ha hecho recuperar dos libros antiguos. Uno el clásico de Alfred D. Chandler "The Visible Hand: The Managerial Revolution in American Business" (1977) que critica el dogma de “la mano invisible” defendida desde Adam Smith por los economistas liberales, afirmando que es la acción de los directivos lo que ha cambiado el mundo de los negocios, y el interesantísimo de Johanna Bolckman "Markets in the Name of Socialism: The Left-Wing Origins of Neoliberalism" (2011) que recuerda que en los años 30 los economistas no oponían socialismo y mercado, ni planificación y competencia. De hecho, Leon Walras, una de las figuras claves de la revolución marginalista, fue un gran defensor de ambas cosas, el socialismo y la libre competencia. El economista británico H.D. Dickinson escribe: “El bello Sistema del equilibro económico descrito por Böhm-Bawerk, Wieser, Marshall y Cassel no es una descripción de la sociedad como es, sino una visión profética de la economía socialista del futuro”. El mismo Cassel, economista neoclásico, decía que la economía neoclásica ayuda al socialismo y el socialismo ayuda a la economía neoclásica. Para terminar, Kenneth Arrow, futuro premio Nobel de Economía, escribía en 1940 en “A Cautious Case for Socialism”: “El socialismo es la vía para lograr el mercado perfecto”. Sólo más tarde socialismo y mercado se consideraron opciones contradictorias. Desde el Panóptico observo intrigado si lo que está haciendo China no es innovar sino volver a viejos maestros.

Jose Antonio Marina