De Roma deberíamos activar su pasión por solucionar problemas públicos, y silenciar la insensibilidad con la que buscó a veces la eficacia. Deberíamos activar la noción de derecho como generadora de una nueva “raza humana”, y también la idea de que esos derechos son “ficciones salvadoras”, que solo se mantienen mientras los mantenemos. Deberíamos activar la noción individualizadora del ius civile, pero también la necesidad de prolongarlo en un ius gentium. Y poner todo esto bajo la protección de la diosa Felicidad.
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