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En “Teoría de la información”, se denomina ruido a toda señal no deseada que se mezcla con la señal útil que se quiere transmitir. Tiene como efecto enmascarar o dificultar la comunicación. No cabe duda de que la política española es muy ruidosa y sería interesante estudiar las diferentes fuentes y objetivos de esa algarabía, y como la perciben los ciudadanos. Pero hoy quiero ocuparme de otro tipo de ruido: el estudiado por el premio Nobel Daniel Kahneman y colaboradores en una obra con ese título. (Kahnemann, D., Sibony, O., Sunstein, C.R., Ruido: Un fallo en el juicio humano, Debate, 2021).Toda la obra de Kahneman ha estado dedicada a estudiar las decisiones humanas y los errores que cometemos. Nuestra inteligencia es falible, nuestro cerebro es fácilmente hackeable, y eso puede producir efectos desastrosos. En Pensar rápido, pensar despacio estudió algunos de los sesgos que originan los errores y los explicó aplicando la “teoría dual de la inteligencia”, la más potente de las que disponemos en la actualidad. Esta teoría distingue dos niveles en el funcionamiento de la inteligencia. Kahneman los llama Nivel 1 y Nivel 2, pero yo he preferido denominarlos “inteligencia generadora” e “Inteligencia ejecutiva”.  El Nivel 1 (generador) es rápido, automático y no es consciente de sus operaciones. Es eficiente, pero poco fiable. Afortunadamente, los humanos poseemos un Nivel 2 (ejecutivo), que se encarga de reflexionar sobre las conclusiones que ofrece el nivel anterior. Es reflexivo, lento y más fiable.  

Kahneman piensa que los “sesgos cognitivos”, fuente de errores, se originan en el Nivel 1. Nuestro cerebro es más analógico que digital, calcula mal la probabilidad y se deja llevar por muchos sesgos que le hacen equivocarse en la misma dirección. Una persona machista juzga a partir de ese sesgo. Los prejuicios raciales son otro sesgo que falsea la percepción de la realidad. El “sesgo de confirmación” nos inclina a aceptar aquellas ideas que confirman nuestras ideas previas; el sesgo de anclaje, hace que las primeras experiencias o ideas influyan en las siguientes irremediablemente. Son mecanismos psicológicos automáticos, establecidos durante el proceso evolutivo y que la inteligencia ejecutiva no puede evitar, pero puede controlar. 

En Ruido, los autores estudian otra fuente de errores. Esta vez no se trata de mecanismos psicológicos, sino de un fenómeno grupal, porque deriva de la comparación entre los juicios de varios individuos. La pregunta esencial es ¿por qué razón diferentes personas pueden tener ideas tan diferentes sobre un mismo hecho? Toman el concepto “ruido” de las matemáticas de la medición. Un aparato puede ser “exacto”, si sus mediciones se acercan al valor real, y puede ser “preciso” si sus mediciones son estables, sean exactas o exactas. Cuando no existe esa precisión, aparece el ruido, las mediciones se dispersan, se vuelven impredecibles.  Los trenes de Madrid-Barcelona podrían llegar todos con diez minutos de retraso. Entonces, serian inexactos, pero precisos, no producirían ruido. Pero podrían llegar también con media hora de antelación, dos horas de retraso, o todas las variables intermedias. Entonces serían no solo inexactos, sino también ruidosos”.  El término “ruido” no me parece bien elegido, por lo que prefiero utilizar una expresión sinónima: “juicios variables sobre un mismo hecho”.  Los autores reconocen que hay variaciones queridas, como en la creatividad artística, y “no queridas” como en las discrepancias judiciales o médicas. Y concluyen que si queremos mejorar nuestras decisiones debemos desactivar los sesgos y eliminar el ruido. 

¿Se puede justificar que una postura política es mejor que otra o todo es cuestión de gustos, de meras preferencias personales?

Me interesa aplicar estas ideas al campo de la Política. Es evidente la pluralidad de opiniones sobre un mismo tema. Lo que para unos es justo para otros es injusto, un mismo hecho provoca interpretaciones contrarias, unos partidos reconocen el cambio climático y otros, no. Está extendida la idea de que es imposible ponerse de acuerdo en una discusión sobre valores morales. Las ideologías políticas están -incluso neurológicamente- relacionadas con la propia identidad, por lo que una crítica se considera una agresión o una ofensa.  Así pues, la “variabilidad en los juicios” está continuamente presente en la vida pública, lo que plantea una pregunta urgente: ¿Esa variabilidad es querida o es una variabilidad productora de ruido y, por lo tanto, disfuncional? ¿Se puede justificar que una postura política es mejor que otra o todo es cuestión de gustos, de meras preferencias personales? Saber contestar a estas preguntas es esencial para la ACADEMIA DEL TALENTO POLÍTICO. Por eso voy a dedicar los próximos post a intentar responderlas.