Hace 20 años, Ray Kurzweil, tecnólogo de la información, publicó un libro escandaloso: ‘The Age of Spiritual Machines‘. Auguraba que en medio siglo asistiríamos a la aparición de potentísimos programas de inteligencia artificial, capaces incluso de tener experiencias espirituales. En este momento, Kurzweil es director de investigaciones de Google, y la gente se toma muy en serio sus predicciones. Hace unos meses, el Parlamento Europeo recomendó estudiar con urgencia los problemas jurídicos que plantean los robots. Les preocupa la autonomía de las máquinas y su capacidad de tomar decisiones. «Considerando que el desarrollo de toma de decisiones automatizadas y basadas en algoritmos y su creciente utilización incidirán sin duda en las elecciones de los particulares y de las autoridades administrativas y judiciales u organismos públicos de otro tipo, a la hora de tomar su decisión final, es necesario integrar salvaguardias y la posibilidad de control y verificación por parte de las personas en los procesos de toma de decisiones automatizados y basados en algoritmos». El documento recupera las leyes de Asimov. La «realidad expandida» que nos llega debe ir acompañada de una «inteligencia expandida». Es el ‘proyecto Centauro‘, en el que trabajo.