«La Junta extremeña, «orgullosa» de estar fomentando la masturbación»

Llevo muchos años defendiendo la necesidad de tomarnos en serio la educación sexual; acabo de participar en un congreso sobre este tema, organizado por la Universidad de Braga; he sufrido los embates contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, porque mucha gente pensaba que era una educación sexual disfrazada; he estudiado la complejidad del tema en varios libros; estoy muy preocupado por el aumento de embarazos adolescentes, y por el repunte de machismo en las aulas; por todo esto, la ocurrencia extremeña me ha irritado profundamente. Los pacientes esfuerzos por convencer de la seriedad de la educación sexual, que supone un modo responsable, inteligente, ético de integrar la sexualidad dentro de un proyecto personal compatible con otros proyectos personales, resultan dañados por estas gracietas de progre cavernícola. A estas alturas de la película, la presidenta del Consejo de la Juventud se cree obligada a «superar los falsos mitos que surgen en los corrillos de jóvenes», cuando lo que hay que superar es la trivialización irresponsable del sexo. Vamos a hablar en serio. Tonterías educativas, ninguna. Por supuesto que la historia de la masturbación es un ejemplo de disparate moral que durante siglos tuvo la colaboración de una pseudomedicina indecente. Pero ahora estamos hablando de educación sexual para hoy. Y esto exige un modo serio, completo, sistemático, responsable, razonado de tratar el asunto. No el estremecimiento picantito de los placeres de Lola.