El tiempo de la posverdad y cómo mejorar el aprendizaje

Lo nuevo, explica la revista, no es que se mienta, lo nuevo es que la verdad tenga una importancia secundaria. Los mensajes no se dirigen a convencer, sino a reforzar los prejuicios y a despertar adhesiones. Los medios de comunicación, la equivalencia de las opiniones, la movilización emocional, la ausencia de pensamiento crítico, colaboran a esta nueva ceremonia de la confusión. ‘The Economist’, preocupada por estos hechos, pide una revolución ‘pro-truth’, a favor de la verdad.

¿Estará pasando lo mismo en educación? Tenemos más indicadores y expertos que nunca; las innovaciones se multiplican; todo el mundo parece tener las ideas muy claras sobre todo, y, sin embargo, hay una desconfianza generalizada acerca de los profesionales de la educación. Eso se manifiesta, por ejemplo, en la inquina contra los pedagogos. No hace mucho, hubo una campaña ridiculizando la idea de que fuera necesario “aprender a aprender”.

Lo que caracteriza la inteligencia humana es que puede “gestionar la propia memoria”, decidir lo que quiere aprender y cómo hacerlo

Es una expresión vacía, decían los críticos. ¡No se puede aprender en vacío! ¡Siempre habrá que aprender algo! Era una crítica de una simpleza notable. Aprender es una función de la memoria, que realizamos —al igual que los animales— espontáneamente. Nuestra experiencia deja su huella.

Dirigir el propio aprendizaje

Sin embargo, lo que caracteriza la inteligencia humana es que puede “gestionar la propia memoria”, decidir lo que quiere aprender y cómo hacerlo, construirla y utilizarla voluntariamente. Y es una habilidad que conviene aprender, porque es fundamental para la ampliación y la eficacia de nuestra inteligencia. El aprendizaje del niño lo dirigimos desde fuera, pero es una tarea imprescindible ayudar al adolescente a que dirija su propio aprendizaje.

De realizar esa actividad se encargan las que denominamos “funciones ejecutivas de la inteligencia”. Están alojadas en los lóbulos frontales, ocupan la máxima jerarquía en nuestras operaciones mentales, y se encargan de dirigir la atención, elegir las metas, manejar la información, estructurar la memoria, modular las emociones, tomar decisiones y mantener el esfuerzo.

En su último informe, titulado ‘From Best Practices to Breakthrough Impacts: A Science-Based Approach to Building a More Promising Future for Young Children and Families’, el Center on The Developing Child de la Universidad de Harvard admite la necesidad de centrar la educación en las “funciones ejecutivas”, para desarrollar la inteligencia y mejorar el aprendizaje.

Si conseguimos sentarnos para mejorar la educación española, será bueno hacerlo en una actitud ‘pro-truth’ para un futuro más prometedor

Por supuesto que hay que aprender ‘cosas’, pero esto puede hacerse de forma ineficiente o de forma eficaz. Estoy muy orgulloso de que los programas de la Universidad de Padres hayan incluido este aprendizaje desde hace varios años, porque creo que somos pioneros en este tipo de educación, que será la del futuro. Lo mismo digo respecto a las investigaciones de la cátedra que dirijo en la Universidad Nebrija, denominada Inteligencia ejecutiva y educación.

Si alguna vez conseguimos sentarnos para mejorar la educación española, será bueno hacerlo, como recomienda ‘The Economist’, en una actitud ‘pro-truth’, dispuestos a conocer las mejores iniciativas, aplicar los criterios de evaluación convenientes y colaborar a construir un futuro más prometedor.

Si le interesa conocer lo que hacemos, puede consultar la página de nuestra fundación, Universidad de Padres. Además, es el momento de inscribirse para el próximo curso.