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Cómo mueren las democracias

Capítulo 5.- Los guardarraíles de la democracia

La constitución americana tiene mecanismos de salvaguarda, pero ¿son suficientes? La constitución de la república de Weimar estuvo redactada por algunas de las mentes jurídicas más preclaras del momento. Tras la independencia de los países de Latinoamérica, varias naciones copiaron el sistema presidencialista de la constitución estadounidense, y eso no impidió que cayeran en guerras civiles  o en dictaduras. La de Argentina es muy parecida a la de EEUU. Dos tercios de su texto es un calco de la americana. Eso no impidió elecciones fraudulentas a finales del XIX, los golpes militares de 1930 y 1943, y la autocracia populista de Perón. Las constituciones pueden tener lagunas, ser incompletas, o permitir diferentes interpretaciones.

“Si la Constitución redactada en Filadelfia en 1787 no es lo que ha sostenido la democracia estadounidense, entonces ¿qué lo ha hecho? Son muchos los factores relevantes, incluida la inmensa riqueza del país, una extensa clase media y una sociedad civil activa. Ahora bien, creemos que en gran medida la respuesta cabe buscarla en el desarrollo de sólidas normas democráticas.  Todas las democracias de éxito dependen de reglas informales que, pese a no figurar en la constitución ni en la legislación, son ampliamente conocidas y respetadas. Ponen como ejemplo las normas de baloncesto callejero a una canasta. (121). Las dos principales en el mundo político estadounidense son la tolerancia mutua y la contención institucional.

La tolerancia política es una virtud nueva. A lo largo de la historia quienes estaban en el bando opuesto al poder eran tenidos por traidores; es más, la idea de unos partidos en la oposición legítimos seguía considerándose prácticamente una herejía cuando se fundó EEUU. Los federalistas de John Adams y los republicanos de Thomas Jefferson consideraban al otro como una amenaza para la república. Comentan con detenimiento el caso de la república española y la guerra civil (125).

La segunda norma es la contención institucional, es decir “autocontrol paciente, templanza y tolerancia” o “la acción de refrenarse de ejercer un derecho legal”. Es una norma que vienen de tiempos inmemoriales. Incluso cuando los reyes eran absolutos, tenían que contenerse, aunque fuera por respeto a las costumbres antiguas. En Inglaterra, elegir al primer ministro es una prerrogativa real. En teoría, el monarca podría elegir a cualquiera. En la práctica es un miembro del Parlamento capaz de conseguir una mayoría. Lo mismo pasa con la duración de los mandatos. En EEUU durante gran parte de la historia el límite de dos mandatos no era una ley sino una norma de contención.

Cuando estos guardarraíles (tolerancia y contención) no existen, surge lo que el politólogo Eric Nelson describe como un “ciclo de extremismo constitucional creciente”. Un ejemplo, el desmoronamiento de la monarquía de Carlos I en Inglaterra durante la década de 1640.” La tradición constitucional de Inglaterra otorgaba al Parlamento el derecho exclusivo de recaudar los impuestos necesarios para financiar el gobierno. Pero el Parlamento, que consideraba que Carlos I tenia lazos peligrosos con el Papado, se negó a financiar a la monarquía al menos que cumpliera un conjunto de exigencias de amplio alcance, incluidas entre ellas el desmantelamiento virtual de la Iglesia de Inglaterra. El Parlamento se mantuvo firme incluso después de la invasión de Inglaterra por parte de los escoceses, que planteó una necesidad imperiosa de ingresos para defender la nación. Carlos I reaccionó a esa vulneración de las reglas transgrediéndolas por su parte; disolvió el Parlamento y reinó sin él durante once años, pero – como apunta Nelson-,  no reivindicó en ningún momento el derecho a legislar sin el Parlamento. En lugar de ello, simplemente reinó sin aprobar ninguna ley”. El enfrentamiento condujo a la guerra civil y a la ejecución de Carlos I(134).

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Únete 5 Comments

  • PABLO BORDE ONDARRA dice:

    Tan solo subrayar la interesante reflexión de Linz de 1978 de que:
    ….., la defunción de muchas democracias puede retrotraerse a la “afinidad mayor que un partido básicamente orientado al mantenimiento de un sistema muestra con los extremistas que están a su lado del espectro político, en vez de con los partidos moderados del sistema al otro lado del espectro”. Le parecía importante aislar a los extremistas en lugar de legitimarlos.»
    Es difícil añadir nada más a esta nuestra penosa situación política actual.

  • Gabriel Real Ferrer dice:

    Excelente Blog!!! A seguir, sin dudas.
    Gracias por el resumen. Los planteamientos que los autores exponen en este libro se complementan perfectamente con los de Fareed Zakaira en «El futuro de la libertad» (Taurus, 2003) y nos ayudan a comprender la situación. La democracia por si sola no garantiza una sociedad justa y libre, hace falta la concurrencia de una serie de virtudes cívicas enraizadas en la sociedad y en sus instituciones. El deterioro de la calidad democrática proviene de la incapacidad (real o aparente) de la democracia participativa para resolver los problemas de los ciudadanos (democracia inoperante) lo que abre espacio a la demagogia y a los populismos. Los líderes autoritarios, aupados democráticamente, pretenden deshacer los contrapesos y ocupar las instituciones para hacer prevalecer, no ya su ideología, de la que a menudo carecen, sino su cosmovisión, en la que ocupan el lugar central (democracia autoritaria) Hacer frente a esta tendencia constituye un desafío imponente.

    • El «republicanismo» americano fundamenta la democracia en las «virtudes cívicas», que por ello forman parte de la educación básica desde los padres fundadores.
      La fuerza de los líderes autoritarios deriva de que prometen soluciones fáciles, y se muestran con una seguridad pasmosa. Los estudiosos del liderazgo, como Daniel Goleman en «El lider resonante» saben que en momentos de bonanza triunfan los líderes «democráticos», negociadores, pero que en situaciones difíciles la gente prefiere los que dan seguridad. Por eso es tan frecuente que primero se fomente el miedo y después se ofrezca uno como solución.

  • Rodolfo Alcaraz dice:

    Jose Antonio,

    Como siempre, gracias!

    Para cuándo una «Universidad Cívica»? Me parece tanto o más necesaria que la UP

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