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Cervantes

Se admira de su grandeza, pero… “luego, incontinente, / caló el chapeo, requirió la espada/ miró al soslayo, fuese y no hubo nada”. De “buenas” emociones está empedrado el camino hacia infierno de la pasividad. Lo he comprobado en Biografía de la Inhumanidad.

Con los simulacros de emociones sucede lo mismo que con el valentón que protagoniza el soneto de Cervantes al túmulo de Felipe II.