“The Economist” es una revista seria, y hay que tomarse en serio lo que dice. Por eso, me ha preocupado leer su titular: How Science Goes Wrong. ¿Qué está marchando mal en la ciencia? Según la revista, la prisa por publicar resultados, por hacer carrera, por justificar fondos, hace que se dediquen pocos esfuerzos a verificar lo que un investigador dice que ha comprobado. Nadie quiere invertir tiempo o dinero en intentar replicar los resultados obtenidos por los “descubridores”. The Economist critica esta falta de paciencia. Todo el mundo quiere ser creativo, innovador, pero nadie quiere ser “verificador”. Comprobar si lo que otro ha dicho es cierto parece una tarea secundaria y poco brillante. Algo parecido sucede en el campo social. Estamos animando a que la gente crea que su opinión es relevante. Twitter es la glorificación de la simpleza. 140 caracteres destruyen la argumentación. Se considera antidemocrático decir algo muy sensato: “no me importan nada sus opiniones, pero me interesan mucho sus argumentos”. Nos parece elitista preguntar: ¿Y usted como lo sabe? Aparecen Fundaciones dispuestas a financiar “verificaciones científicas”, en vez de “trending topics científicos”, y programas de verificación como el de Ana Pastor. Ojalá triunfen.
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