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Patente 6.754.472

Esta patente, concedida a Microsoft, ampara los mecanismos o procedimientos para “transmitir datos y energía utilizando el cuerpo humano”. Se trata, al parecer, de utilizar la conductividad de la piel para conectar una serie de dispositivos electrónicos por todo el cuerpo. Tan extraña patente me ha recordado a Ray Kurzweil, un famoso informático. En su libro The Age of Spiritual Machines, anunciaba que el ser humano podría desechar muy pronto su torpe ordenador biológico -es decir, su cerebro- y sustituirlo conectándose a un ordenador como Dios manda, es decir, electrónico.

Resultan muy chocantes las cosas que se pueden patentar en la actualidad. Hace pocos años, las patentes concedidas a genes o a virus o a secuencias de DNA suscitaron viva polémica. Se supone que una patente protege una invención humana, pero nadie ha inventado los genes o los virus. Sólo los han descubierto. ¿Podría haber patentado Koch su bacilo?¿Podría haber patentado Newton la gravedad?

En el fondo de la cuestión está el dinero. La ciencia necesita y produce mucha pasta. Microsoft invierte anualmente más de un billón de pesetas en investigación. Pocas naciones invierten tanto. Puede hacerlo y hace bien en hacerlo. Pero me interesa mucho la economía de la cultura. La ciencia, la técnica, el arte, la comunicación, se han convertido en gigantescas estructuras económicas. El ciudadano se encuentra indefenso ante ellas. ¿Quién decide lo que se va a investigar? Hace pocos días, José Goldenberg, ex-ministro de ciencia y tecnología de Brasil, volvió a recordar en la Conferencia sobre energías renovables, celebrada en Bonn, que la utilización de esas energías amortiguaría el cambio climático, generaría empleo y reduciría la pobreza. Sólo hace falta el suficiente dinero para investigar.

Me olvidaré por ahora de las máquinas espirituales para ocuparme de nuestro palpitante cerebro. La semana próxima participo en uno de los Encuentros organizados por el Forum 2004. Asisten conocidos científicos, con los que me siento en deuda. Michael Gazzaniga, iniciador, junto con Sperry, de las investigaciones sobre cerebros divididos. Merlin Donald, estudioso de la evolución del cerebro humano y de las creaciones culturales; Alvaro Pascual-Leone, que nos da una optimista visión del futuro de la estimulación magnética transcraneal; German Berrios, autor de The History of Mental Symptoms, un libro que deben leer todos los aficionados a la historia de la ciencia; David Premack, un gran especialista en inteligencia animal. También estará Daniel Dennett, un actualísimo filósofo, cuyo libro La evolución de la libertad, acaba de publicarse en castellano. Intervienen, claro está,  prestigiosos investigadores españoles, de los que ya les hablaré. El tema del encuentro es fascinante: El cerebro social. Biología del conflicto y de la cooperación. ¿Cuál es el origen de las normas éticas?¿Somos egoístas o altruístas?¿Pueden ayudar las ciencias cognitivas a mejorar la convivencia? ¿Qué deben saber los educadores, los políticos, los sociólogos, los filósofos sobre los mecanismos neuronales de la inteligencia y del comportamiento humanos?

El tema está en el candelero. ‘Time’ titula en portada: “Los secretos del cerebro adolescente”. El Dr. Jay Giedd (National Insitute of Health in Bethesda) realiza desde 1991 un seguimiento de la evolución de los cerebros al pasar de la infancia a la adolescencia. Además de la inundación hormonal propia de esa edad, el crecimiento dendrítico se dispara después de unos años de tranquilidad. En términos coloquiales, al cerebro infantil le faltaba un hervor. Lo tendrá a partir de los 11 años en el caso de chicas y de los 12 ½ en los chicos. La zona del cerebro que más tarda en madurar es el lóbulo frontal, sede de las decisiones, de la planificación y de los sistemas ejecutivos.

La imprevisibilidad y falta de control de los adolescentes tiene, pues, un origen neuronal. ¿Cómo no nos va a interesar este descubrimiento a los profesores de bachillerato? Lo malo es que el asunto es más complejo. Los adolescentes se vuelven más impulsivos cuando están en grupo, porque las emociones sociales son muy fuertes. Además, los adolescentes se comportan de manera distinta en las distintas culturas. Lo que ha descubierto el Dr.Giedd sólo vale para adolescentes americanos. Probablemente sea la cultura la que esté ralentizando esa maduración. Como ven, el tema es apasionante.

última nota. Los físicos nos tienen en perpetuo sobresalto. En tres artículos del último número de ‘NewScientist’ se dice, por razones distintas, que toda la física aceptada puede cambiar. Se ha descubierto el “pentaquark”, una asociación de cinco quarks que hace pensar que tal vez “nuestra mejor teoría sobre la materia  está equivocada”. En otro artículo explican que la velocidad de la luz puede no ser constante, “lo que contradice gran parte de la física tradicional”, y en un tercero advierten que  la teoría de las supercuerdas puede estar a punto de demostrarse. Habría unas cuerdas gigantes, productoras de ondas gravitatorias,  que podrían detectarse. Lo cual, una vez más, provocaría la aparición de una nueva física. Continuará.

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