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El pacto educativo en El Confidencial

imagen-sin-tituloMientras esperamos al nuevo Gobierno, me gustaría ir ganando tiempo y plantear los temas principales que deberá afrontar un Pacto de Estado por la Educación, que, en el fondo, ha de ser un pacto por la infancia y la juventud. Repetiré una vez más que estamos en una situación endiablada. Mantener la LOMCE es malo, porque es una mala ley y, además, solo la defiende el PP; pero derogarla es malo también porque supone reanudar un perverso vaivén legislativo, aumentar la confusión y seguir con el sistema educativo paralizado. La solución menos mala es mantener la LOMCE, con el compromiso de todos los partidos para firmar un pacto antes de un año, y elaborar después una Ley de Educación, técnicamente buena, socialmente justa, ágil en su aplicación, y adecuada para la sociedad del aprendizaje en que vivimos. El pacto tiene que ser previo a la ley y lo será si la ciudadanía comprende su necesidad y lo exige.

El primer tema que quiero tratar es el de la equidad educativa. La desigualdad económica, que preocupa a todo el mundo, fomenta la desigualdad educativa y, a la vez, es alentada por ella. Save the Children, en su estudio ‘Iluminando el futuro’, concluye que invertir en educación es luchar contra la pobreza infantil. Como dice Andrés Conde, director general de la ONG: “Mientras los problemas de pobreza infantil, desigualdad, desempleo juvenil y abandono escolar no se aborden a través de políticas de inversión en infancia que mejoren los sistemas educativos, seguirá existiendo la amenaza de que la pobreza educativa termine convirtiéndose en pobreza de por vida”.

La igualdad no se arregla con una política generosa de becas. Se debe aumentar la capacidad de la escuela para compensar las influencias socioeconómicas

Política social, política educativa y política económica se unen en el aula. Es en las aulas donde deben comenzar los grandes cambios. James Heckman, Premio Nobel de Economía, ha mostrado que la inversión en educación infantil es la que produce mayor retorno económico a una sociedad. Joseph Stiglitz, en su ultimo libro, ‘Creando la sociedad del aprendizaje’, remacha el clavo: o aprender o quedar marginado. La semana pasada se publicó el estudio de la OCDE ‘Low-Performing Students Why They Fall Behind and How To Help Them Succeed’, que denuncia que la escuela no está corrigiendo las desigualdades socieoconómicas. Uno de cada cuatro alumnos presenta bajo rendimiento académico, lo que supone un gran obstáculo para su futuro progreso.

La igualdad educativa no se arregla solo con una política generosa de becas, es necesario aumentar el ‘efecto escuela’, es decir, su capacidad para compensar las influencias socieconómicas. Como expliqué en ‘Despertad al diplodocus’, podemos comenzar el cambio inmediatamente desde los centros educativos, que pueden convertirse en centros de alto rendimiento para todos los alumnos en un plazo máximo de tres años. Para ello, necesitan proponérselo y a continuación recibir ayuda para mejorar sus procedimientos pedagógicos y para convertirse en centros de irradiación educativa. Esto significa gestionar programas para ayudar a las familias en riesgo educativo, servir de cauce a fondos de protección social, y atrayendo a voluntarios. Todo sería más fácil si los municipios diseñaran planes educativos que facilitaran la colaboración entre los centros, los servicios sociales y sanitarios, las asociaciones vecinales, las empresas y las instituciones culturales.

No es en el Boletín Oficial del Estado donde se mejora la escuela, sino en las aulas, en los centros y en los barrios

Nada de esto es utópico. Espero que si los partidos políticos son honestos, reconozcan que el único objetivo de la escuela es conseguir que todos nuestros niños y jóvenes desarrollen su talento. Cuando afirmo que un centro puede transformarse en un plazo máximo de tres años, no estoy fantaseando, sino apoyándome en evidencias españolas y extranjeras. Carol Dweck, una pedagoga por la que siento especial simpatía, ha mostrado que su método -que es simple y barato- puede mejorar escuelas conflictivas en año y medio.

En España, tenemos también ejemplos de la capacidad renovadora de los centros, cuando se lo proponen. El jueves estuve en Villarreal, donde el Instituto de Enseñanza Media Miralcamp lleva siete años organizando un congreso de mediación escolar. La introducción de una cultura de la mediación, gestionada por los propios alumnos, disminuye drásticamente los problemas de violencia o de acoso en las escuelas. Reforzaron mi convicción de que no es en el Boletín Oficial del Estado donde se mejora la escuela, sino en las aulas, en los centros y en los barrios; me gustaría recibir noticias de centros que han implantado procesos de mejora, para darlos a conocer.

Un pacto de Estado para la igualdad educativa es posible siempre que no se piense en instrumentalizar ideológicamente la escuela, sino, simple y llanamente, en la educación que merecen nuestros alumnos.

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