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Las culturas fracasadas

Autor(es)
José Antonio Marina
Editorial y ciudad
Anagrama, Barcelona
Fecha de publicación
2010
Páginas
224
ISBN
978-84-339-3291-4

Nos preguntamos: ¿es posible que individuos inteligentes y libres, orgullosos de su autonomía, puedan convivir armoniosamente? ¿Por qué las sociedades toman decisiones que llevan a su destrucción? ¿Cómo podríamos liberarnos de la estupidez colectiva y llegar a ser sociedades más inteligentes?

Pensamos a partir de una cultura. Las creencias culturales se nos presentan como poderosas evidencias. Se trata de saber cómo somos influidos por los grupos a que pertenecemos, cómo se forman las culturas, si hay una inteligencia colectiva, si es más o menos potente que la individual, y si podemos esperar sensatamente un futuro acogedor. En «Las culturas fracasadas» me planteo cómo podemos elaborar una pedagogía social que aumente la inteligencia de las sociedades.

La inteligencia compartida es siempre una inteligencia comunicativa, y la conversación es un tipo privilegiado de comunicación. El autor estudia la inteligencia compartida amorosa, la de las familias, la de los equipos; y se interesa especialmente por la de las ciudades, que serán inteligentes cuando favorezcan la consecución de los cuatro grandes deseos (sobrevivir, disfrutar, vincularse socialmente y ampliar las posibilidades vitales), y cuando tengan un alto capital social, esto es, capital comunitario.

El capital social es la gran obra de la inteligencia compartida.

La cultura es el conjunto de soluciones que un grupo social da a los problemas humanos; relacionar las culturas con los problemas permite enlazarlas con una teoría amplia de la inteligencia humana. Acaso no todas las culturas hayan resuelto igual de bien esos problemas, de ahí que nuestra búsqueda haya de ser inductiva, de la anécdota a la categoría. Identifico nueve problemas comunes a todas las culturas, cuya resolución es imprescindible para la convivencia. Estos problemas están motivados por la necesidad de satisfacer los cuatro grandes deseos del ser humano (sobrevivir, disfrutar, vincularse socialmente y ampliar las posibilidades vitales), que impulsan a inventar teorías explicativas, sistemas normativos, formas de convivencia. Se concretan en instituciones, códigos, morales, sistemas jurídicos y educativos, costumbres, creencias sociales, sentimientos culturales, modas.

Aquí es donde surge una teoría crítica de la inteligencia social y de sus creaciones culturales. “Inteligencia social” es la capacidad que tiene una sociedad para resolver los problemas sociales creando capital social y ampliando las posibilidades vitales de sus ciudadanos.

Una sociedad inteligente será capaz de actuar de esta forma, una sociedad estúpida hará lo contrario.

Vivimos en precario, y para satisfacer nuestra aspiración a la grandeza necesitamos crear ficciones sobre las que construir, ficciones necesarias que después olvidamos que han sido ficciones. Una de ellas es la de “esencia humana”: el ser humano es un animal inteligente dotado de dignidad, y de esa dignidad se derivan derechos humanos. Se trata de una ficción que forma parte esencial de nuestro capital social. Marina vuelve a poner el acento en el Gran Proyecto Ético que defiende, presente en obras como Ética para náufragos y La lucha por la dignidad.

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