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PANÓPTICO

El panóptico

Mapa actualizado de la sexualidad y guía de lectura

Panóptico 44 Mapa de la sexualidad humana

El amplio campo de la sexualidad humana vive un momento de ebullición difícil de cartografiar. El mapa que presento debería por ello ser más minucioso. De acuerdo con el método de El Panóptico, para comprender el mapa sincrónico (actual) es preciso conocer su genealogía. La terminología es tan variable -se habla de que se ha creado una neolengua- que tendré que precisar en qué sentido utilizo algunas palabras. En primer lugar, voy a distinguir entre “sexo” y “sexualidad”.

El sexo es un sistema biológico cuya finalidad es la reproducción. La reproducción es binaria. Hace falta un espermatozoide y un óvulo. Los órganos genitales están claramente definidos, aunque hay un 1’7% de estados intersexuales (Anne Fausto-Sterling, Cuerpos sexuados, 2020, p. 75)
La sexualidad es un gigantesco dominio cultural construido en torno al sexo. Incluye creencias, normas morales y jurídicas, sentimientos, roles, deseos hibridados, estructuras familiares, relaciones económicas, sistemas de dominación, métodos de seducción, ampliaciones eróticas, etc. Cada cultura ha resuelto los problemas que plantea el sexo de modo diferente.

Volvamos al sexo. Como todos los instintos biológicamente programados, se inicia con una pulsión disparada por un desencadenante (interior o exterior), que pone en marcha actividades sexuales, que acaban en conductas consumatorias. Estas conductas van acompañadas de placer.
Los cuatro aspectos en que el sexo se expresa:

1

Pulsión

2

Estímulos desencadenantes

3

Actividades de consumación

4

Placer consumatorio

se repiten con pocos cambios en el reino animal. Nikolaas Tinbergen ganó su premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1973, estudiándolos. No ocurre así en el ser humano: las pulsiones estrictamente sexuales se hibridan con otras pulsiones (p.e., con la de poder), los desencadenantes pueden ampliarse (una gran variedad de objetos puede convertirse en desencadenantes del deseo, por ejemplo, el fetichismo), las actividades consumatorias cambian (masturbación, coito heterosexual, homosexual, vaginal, anal, bucal, sadomaso, etc.) y también el modo de experimentar placer. Algunas de estas variaciones se dan ya en nuestros parientes animales que, por ejemplo, utilizan el sexo como método de apaciguamiento (Frans de Waal). Las modificaciones humanas pueden haber surgido en algún caso por influencias genéticas, pero sobre todo se adquieren por condicionamiento, aprendizaje, imitación, asociación o por la capacidad humana de manejar representaciones o símbolos. La imaginación aumenta las posibilidades de deseo o satisfacción.

El hecho determinante de la sexualidad es que los humanos han separado el placer sexual de la procreación. En primer lugar, biológicamente. La hembra humana es la única que puede mantener relaciones sexuales, aunque no esté en periodo fértil. Esta desvinculación parece estar evolutivamente relacionada con el mantenimiento de la relación afectiva del padre con su cría. A lo largo de la historia, la desvinculación entre el placer sexual y la procreación se ha buscado por medios artificiales, entre los cuales destaca la píldora anticonceptiva.

Dejamos aquí el recorrido y volvemos al otro ramal: la sexualidad. La capacidad de la inteligencia humana de expandir la realidad con entornos simbólicos ha rodeado la actividad sexual de roles sociales (modelos masculinos y femeninos), normas morales, jurídicas y políticas, relaciones de poder, y sistemas emocionales, como el “amor romántico”. Cada cultura ha fijado un modelo de masculinidad y feminidad, al que deben acomodarse los individuos. En casi todas las culturas se constituyeron sistemas patriarcales de predominio del varón. Eso significa que el varón era la realización completa del ser humano, mientras que la mujer era una realización deficiente. La medicina tardó muchos siglos en estudiar la anatomía femenina porque la consideraban lo inverso del hombre y por lo tanto no valía la pena estudiarla. Para reforzar y legitimar el sistema patriarcal se afirmó que no dependía de la voluntad de los humanos, sino que estaba inscrita en la naturaleza. En el caso español, hasta 1975 la mujer casada era jurídicamente equiparada a los niños y a los dementes (artículo 1263 CC).  Tenía obligación de obedecer al marido, y el preámbulo de la ley de 24 de abril de 1958 lo explica en un párrafo que no tiene desperdicio: “Existe una potestad de dirección que la naturaleza, la religión y la historia atribuyen al marido”. Es decir, se naturalizaba la dominación.

En los años setenta se dio un paso decisivo: se formuló el concepto de “género”.

Tras milenios de sumisión, las sucesivas olas feministas fueron reivindicando la igualdad de derechos. Rechazaron la sociedad patriarcal. Para conseguirlo tuvieron que denunciar las construcciones ideológicas que habían legitimado su discriminación. En los años setenta se dio un paso decisivo: se formuló el concepto de “género”. Para Kate Millett, una de las primeras autoras en utilizarlo, el género es el resultado de una construcción cultural que a través de los procedimientos de socialización moldea el comportamiento de los hombres y mujeres. A la hembra humana se la educa para que sea “femenina” y al macho humano para que sea “masculino”. Como ocurre con tantas creaciones culturales, se acaba olvidando que son creaciones humanas y pensando que son realidades naturales. Nietzsche ya lo había advertido: “el hombre instituye un mundo nuevo y se olvida de que este es construido y este mundo aparece ahora como instancia reguladora e imperativa”.

El concepto de “género” es subversivo, porque desmonta los prejuicios sociales y políticos basados en una supuesta naturaleza femenina que se habían acumulado durante siglos de historia. No es verdad que la mujer sea inferior, ni menos inteligente, ni incapaz de controlar sus emociones o de actuar en la vida pública. Considerar impuestas por la naturaleza formas de vida inventada por intereses machistas había sido un engaño secular.

El rechazo de la idea de naturaleza, sobre la que había montado toda su moral sexual, movilizó a la jerarquía católica en contra de la “ideología de género”. Simultáneamente a las reivindicaciones feministas se habían producido las homosexuales. En 1990, la Organización Mundial de la Salud saca a la homosexualidad del catálogo de enfermedades. En 2005 se aprobó en España el matrimonio homosexual. Al rechazarse el concepto de “naturaleza” como fuente de normas morales, despareció también el concepto de “contranaturaleza”, con que se había calificado a la homosexualidad (pecado contra naturam).

En 1995, en la Conferencia de Beinjing sobre la mujer la ONU adoptó la “perspectiva de género” como básica para alcanzar la igualdad de derechos. Se consolidaba así la oposición entre “sexo” (biológico) y “género” (construcción cultural) que me parece bien fundamentada y con una fecunda aplicación en el campo de la antropología, la sociología, la psicología y la psiquiatría. Para comprender bien su alcance hay que tener en cuenta la co-evolución humana, es decir, la interacción en bucle de la biología y la cultura.

Las pensadoras feministas continuaron profundizando en el sistema conceptual de sus reivindicaciones. Y es en este punto donde intervienen influencias filosóficas que tensionan al mismo feminismo. El objetivo del feminismo clásico fue conseguir la igualdad de derechos y desmontar todos los prejuicios culturales amontonados sobre la mujer, en especial los roles que habían internalizado.

La mente femenina había sido “colonizada” por los prejuicios de una sociedad patriarcal. Lo que al comienzo pudo ser una coacción educativa exterior se había convertido en una creencia asumida por las propias víctimas.

En los países en que se realiza la ablación sexual son las madres las que insisten en que se practique a sus hijas porque creen que es la única manera de que sean mujeres verdaderas. Esta capacidad de internalizar los prejuicios de la sociedad, es lo que se ha estudiado como “proceso de subjetivación”, de gran interés para este mapa. En cada momento, la presión social ha hecho que la mujer se piense de una manera determinada. Demostrar que los roles sociales son creaciones interesadas, que se hacen pasar por verdades incontrovertibles. Era necesario desmontar todas esas creaciones, y de eso se encargaron los “estudios de género”. Y puesto que los modelos femeninos habían sido troquelados por culturas patriarcales, era necesario destruir toda huella de ese sistema de dominación.  Eso suponía poner en tela de juicio toda la cultura occidental que había sido patriarcal.

Las feministas más radicales pensaron que no bastaba con denunciar el origen cultural, inventado, del género, porque toda nuestra cultura estaba contaminada por un vicio de origen, más allá del patriarcado. La estructura binaria del género: la diferencia. varón-hembra. El género quería perder definitivamente su enlace con la biología y convertirse en un sistema autosuficiente y autorreferente.  Judith Butler propuso una solución. No solo el género es una creación cultural: también lo es el sexo. Considera falsa la línea evolutiva que he marcado en este mapa: el sexo biológico -compartido con nuestros antepasados animales- ha dado origen al variado campo de la sexualidad humana que se concentra en la invención del género. Butler cree que hay que seguir el camino inverso. El género es anterior al sexo. El sexo es una creación del género. Lo que quiere decir es que yo he diseñado ese mapa desde mi perspectiva de género: varón, blanco, heterosexual. Solo desde ese prejuicio he pensado el sexo biológico objetivo. No hay objetividad posible. Lo que entendemos como verdad es solo la aceptación crédula del discurso de poder dominante. Aquí empieza a introducirse la filosofía posmoderna. Dentro de ella tiene sentido decir, como dice Butler, que el sexo empezó a existir en el siglo XVIII, cuando se lo empezó a pensar científica y normativamente. No hay realidad. Solo hay construcción social. Preciado va más allá: “No existen los órganos sexuales”. En realidad, están repitiendo las ideas de Michael Foucault, que primero admitió que el “hombre” se reducía a los discursos sobre el hombre, que estos habían comenzado en el siglo XIX y que, por lo tanto, podíamos decir que en ese siglo había aparecido, Anunciaba también que el hombre había muerto o estaba a punto de hacerlo.

Comprendo que estamos metiéndonos en nociones filosóficas difíciles y sofisticadas, pero su versión dogmática y simplificada está dirigiendo la vida de mucha gente. Por ejemplo, Butler considera que sexo y género son “performativos”. ¿Esto qué quiere decir? Que son `seudorealidades creadas por el mismo lenguaje que habla de ellas. Todo es una parodia, una performance teatral. Desligada de la realidad, las variaciones posibles de la sexualidad no encuentran más limites que los que el discurso encuentre. Esto se vive como una liberación. Aparece la multiplicidad de géneros. Las reivindicaciones homosexuales y bisexuales son continuadas por las reivindicaciones de las personas trans. Son aquellas que no aceptan el sexo. Hay un proceso de despatologización. En la última edición del DSM aparece solo como “disforia de género”. Y si la presión en contra de la despatologizacion absoluta no se lleva hasta el final es por miedo de que los sistemas de sanidad públicos dejen de financiar las operaciones de cambio de género.

Sin embargo, el afán deconstructor de la antigua sexualidad no se queda aquí. El derecho de una persona trans a cambiar su cuerpo y su modo de vida para ponerlo de acuerdo con su identidad vivida empieza a considerarse una concesión al sistema binario. Al fin y al cabo, el proceso trans consiste en que alguien que se siente mujer, quiere serlo, aunque le hayan asignado al nacer el sexo masculino. O alguien a quien se le ha asignado el sexo femenino quiere ser hombre. Esto es una recaída en el binarismo. Lo importante es negar que “trans” signifique tránsito de un género a otro. Lo trans debe ser un modo de vida. Hay que ir más allá del género y alcanzar la fluidez absoluta. Toda identidad es castradora de alguna posibilidad sexual. Paul B. Preciado lleva al máximo el aspecto paródico del pensamiento de Butler. Para el sistema patriarcal, el pene era el referente máximo. Para la nueva cultura es el consolador, el dildo. La sexualidad ha alcanzado su modalidad queer.

Este cambio radical provoca rechazo en el feminismo clásico que considera la anulación de la identidad femenina un ataque contra la mujer. Cuando están sin resolver sangrantes discriminaciones femeninas, cuando aún se lucha por la igualdad de derechos, oír que la mujer es una categoría inventada entre otras suena ofensivo.

En toda esta separación de la sexualidad del sexo, quedaba un punto oscuro.

Como se recordará, el sexo es una estructura biológica para la reproducción. En el momento en que la sexualidad se separa de la biología, estos movimientos, incluidos los feministas clásicos, no saben qué hacer con la maternidad, un fenómeno imposible de separar de la biología y del binarismo. La solución que se buscó fue aplicar a este asunto la idea de “construcción social”.  Elizabeth Badinter se hizo popular por afirmar que el “instinto maternal” apareció en el siglo XIX y era una creación machista. La maternidad era la nueva esclavitud. Formaba parte de la institución “familia patriarcal”, que se consideraba nefasta para las mujeres. Ser madre era traicionar los ideales feministas.

El tema de la maternidad muestra la parte de razón y la parte de sinrazón de la evolución que estamos cartografiando. El hecho biológico de la maternidad se ha rodeado de un “modelo cultural de maternidad”, que puede resultar lesivo para las mujeres. La mística de la maternidad llevaba a convertir a la mujer solo en madre, sin posibilidad de llevar una vida independiente. Pero, al eliminar este modelo de maternidad, queda el hecho biológico del embarazo y del parto, que la nueva sexualidad-incluida la trans- no sabe dónde situar. En Reino Unido el periodista Freddy McConnell, un transmasculino que retuvo sus órganos reproductores femeninos y dio a luz a un niño, demandó al Hospital que certificó su parto por registrarle como la “madre” del bebé. McConnell ha perdido en el Tribunal Superior la demanda y también la Corte de Apelaciones (abril de 2020) le recordó que en el derecho consuetudinario inglés quien da a luz debe ser descrito como madre en el certificado de nacimiento.

Una última vuelta de tuerca.

Todas las culturas han introducido restricciones normativas a la actividad sexual. En todas ellas, el “amor apasionado” se ha considerado un peligro. Las regulaciones se hacían necesarias por la relación del sexo con la procreación (que todas las sociedades se lo han tomado muy en serio) y por la fuerza del impulso sexual que parecía necesario controlar. Todo esto se ha considerado una última excrecencia del sistema patriarcal, con lo que ha habido una glorificación del sexo libre, despreocupado y lúdico. Para alcanzar la libertad plena es necesario rechazar todas las restricciones normativas. En esto, el pensamiento queer ha sido muy coherente. Su afán subversivo va más allá del sexo. Aspira a una eliminación de toda regulación moral. El problema es que con esa propuesta se permite que entren en el campo de juego todas las ideologías antiqueer, y de paso tránsfobas, y después homófobas y al final también las antifeministas. En algún momento, el proceso se equivocó.

Únete 4 Comments

  • maria+isabel dice:

    Gracias José Antonio porque vayas a contribuir con esto.
    Creo que solo hay dos sexos, lo demás son perturbaciones de nuestra mente ego. Sabemos que la mente ego es limitada, fragmentada, el ego solo es capaz de abordar las cosas de modo periférico, y no solo existe el ego sino que encima formamos el superyó, para dar una imagen a los demás, y al final este superyó nos controla a nosotros. Gracias José Antonio.
    marisa

    • José Antonio Marina dice:

      Para seguir con el lenguaje freudiano que usas, además del superyo (que proporcionaria los modelos de género) y del yo (que intentaría adeuarlos la realidad) tenemos el «ello», que son los impulsos que proceden del inconsciente, entre ellos los que se refieren a la orientación sexual y los casos trans. Estudiar la interaccion de estos tres elementos es necesario y difícil. Gracias por el comentario

  • Ivan dice:

    Antonio, las «nociones filosóficas difíciles y sofisticadas» a las que aludes cuando te refieres a la «teoría» de género de las pensadoras que has mencionado, son únicamente eso: nociones difíciles y sofisticadas que no llevan a nada, salvo a la confusión y destrucción. Son vuelos de la imaginación que, como todos sabemos, no tiene límites y que si las llevamos a sus extremos se convierten en disparates sin sentido, sin perder su sofisticación (y en eso quizás residen su magnetismo). Como filósofo y educador, seguro te has dado cuenta del daño que a lo largo de la historia han hecho estas «nociones difíciles y sofisticadas» en la filosofía, la historia, la pedagogía. Lamentablemente, el daño ya está hecho. Saludos.

    • José Antonio Marina dice:

      Pero no olvide que tambien una parte importante de la moral y el derecho tradicionales llevaban a la confusion y a la destrucción. Por ejemplo, las que se refieren a la inferioridad de la mujer.

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