Este libro de Piketty resulta sorprendente por dos razones: es breve y en vez de tratar de la desigualdad, su principal tema de investigación, trata de la igualdad. Cree que ha habido un progreso en la historia de la humanidad, aunque frágil e insuficiente. Una de sus manifestaciones es la evolución hacia la igualdad, movimiento que le parece imparable pero que se mantiene mediante movilizaciones, luchas, y revoluciones. En el siglo XX ha habido una desconcentración del poder y de la propiedad, pero insuficiente.
Muchos factores han intervenido en el progreso hacia la igualdad: el Estado del bienestar, el acceso a la educación y a la sanidad, la fiscalidad progresiva, el sufragio universal. Pero las diferencias entre el Norte y el Sur aumentan, y también la distancia en el 10% más rico y el 50% más pobre.
”Una de sus manifestaciones es la evolución hacia la igualdad, movimiento que le parece imparable pero que se mantiene mediante movilizaciones, luchas, y revoluciones.
Además, denuncia un neocolonialismo económico que ha sobrevivido a la descolonización política. Avisa sobre el auge ideológico de China, que promueve una especial democracia autoritaria de partido único, pero que ha conseguido éxitos innegables en la mejora del nivel de vida de sus ciudadanos, lo que puede resultar atractivo para países occidentales que desconfían del hipercapitalismo rampante. Los problemas que tiene la humanidad son tan colosales que, a juicio de Piketty, exigen repensar todo el sistema económico y político. Su ideal sería un socialismo participativo apoyado por un federalismo universal, lo que implica una noción diferente de soberanía. Los libros de Piketty siempre me han parecido más profundos en sus análisis que en sus soluciones.
”Su ideal sería un socialismo participativo apoyado por un federalismo universal, lo que implica una noción diferente de soberanía.
Me ha interesado especialmente el capítulo dedicado a las compensaciones por las injusticias del esclavismo y del colonialismo, un tema candente en la actualidad. El fin de la esclavitud trajo consigo la cuestión de las compensaciones económicas pagadas a los propietarios de esclavos, no a los esclavos. ¿Se debe indemnizar a las colonias por las políticas extractivas de los colonizadores? Piketty menciona un caso que yo desconocía. Francia aceptó reconocer la independencia de Haití en 1825, con la condición de que el gobierno haitiano pagara a Francia 150 millones de francos en oro para compensar a los propietarios de esclavos por la pérdida de sus propiedades. El estado haitiano tuvo que pagar esa deuda y una segunda deuda contraída con los banqueros franceses para poder hacerlo. Los banqueros franceses hartos por las demoras decidieron en 1915 ceder su deuda a Estados Unidos, que ocupó Haití de 1915 a 1934 para asegurar sus intereses financieros. La deuda haitiana por su independencia se acabó de pagar en la década de 1950.
Piketty considera que el pago de esa deuda ha sido una de las causas del subdesarrollo de Haití, y que el Estado francés debía devolver su importe actualizado, que sería de unos 30.000 millones de euros.