Un libro claramente estructurado y argumentado. Estudia cuatro fundamentaciones distintas del secesionismo. Cada una de ellas plantea problemas y en su opinión merece ser rechazada. ¿En nombre de qué? En nombre de las exigencias de una democracia de calidad y de un reconocimiento de la universalidad de los derechos.
- Teoría 1. Plebiscitaria-libertaria.
- Específicamente liberal. Apela al principio de soberanía individual. El derecho a la autonomía no corresponde a las naciones, sino a los individuos, que se pueden agrupar en comunidades más amplias. Creo que es el capítulo más flojo del libro, porque no niega ese derecho individual, sino que simplemente afirma que no puede ejercerse. Son dos cosas diferentes. El derecho a la igualdad o al trabajo o a una vivienda siguen vigentes, aunque nadie sepa cómo ponerlos en práctica. Sirven, por usar un concepto kantiano, como “ideas reguladoras de la razón”. Nos dice hacia donde debemos caminar.
- Teoría 2. Adscriptiva.
- Hay un derecho a la autodeterminación, pero que no es universal, sino reservado a quienes formen parte de una comunidad que les confiera ese derecho. Dos dificultades:
- Precisar qué es una nación
- Explicar por qué una nación tiene derecho a la autodeterminación.
Esta teoría cae en lo que los filósofos llaman “falacia naturalista”, que consiste en pensar que del “ser” se puede deducir algún “deber”. No basta con ser una identidad cultural, hay que tener conciencia de esa identidad y, además, ha de tener la voluntad de autogobernarse.
Teoría 3. La minoría permanente.
- La regla de la mayoría impone a las minorías alcanzar sus metas, con lo que se produce una injusticia mantenida. La solución es convertir la minoría en mayoría. Es una teoría que colapsa al intentar precisar la idea de minoría, porque todos pertenecemos a varias minorías.
- Teoría 4. Reparación de la injusticia o de la justa causa.
- La secesión es legítima:
- Cuando es un territorio ocupado.
- Cuando se violan de forma sistemática los derechos de los ciudadanos.
La tesis principal del libro es que secesión y democracia son incompatibles. Si hay una democracia de calidad, la secesión es ilegítima. Solo cuando no hay democracia, puede serlo. Ovejero distingue entre lo que denomina “democracia de mercado”, agregativa, basada en las mayorías, de la “democracia normativa”, basada en los argumentos. Se trata de decidir que democracia queremos, la del mercado o la de los argumentos. La prioridad de los derechos y del autogobierno reclama oponerse a los proyectos secesionistas, Solo cuando esos principios no se respetan estará justificada la secesión, precisamente en nombre de los principios. Lo que llama “democracia normativa” o “democracia deliberativa” basada en razones, es lo que en el Panóptico denomino “política ilustrada” y, por lo tanto, estoy de acuerdo con su postura.
Hay un comentario que me ha interesado mucho. El reconocimiento de los derechos humanos choca con la existencia de las fronteras, porque las naciones se convierten en las administradoras de esos derechos. De ahí las discusiones acerca del “derecho de intervención” para defenderlos. Por lo tanto, son una fuente de desigualdad. Nadie es tan ingenuo como para predicar la abolición de las fronteras, pero en cambio parece sensato no multiplicarlas innecesariamente, porque suponen siempre la limitación de derechos de alguien. Por eso, concluye: “desde una perspectiva igualitaria, no está justificado levantar una frontera allí donde existen comunidades de justicia y de decisión. No está justificado desmontar Estados democráticos”.