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Más allá del sentimentalismo

Estos HOLOGRAMAS son un ensayo de PERIODISMO EXPANSIVO. Conocer lo que ocurre es fácil, comprenderlo es complejo. Cada lector debe poder elegir el nivel de comprensión en que quiere moverse. Propongo tres niveles: uno, reducido, en formato papel. Otro más amplio, en formato digital, que, a su vez, remite a una RED DE COMPRENSIÓN sistemática, necesaria por la inevitable conexión de los asuntos. Tal vez sea un proyecto megalómano, pero creo que vale la pena intentarlo. El artículo inicial de este holograma se publicó en EL MUNDO el día 10 de mayo de 2020.


Más allá del sentimentalismo. – La pandemia ha provocado mucho dolor, pero también un ataque de sentimentalismo. Hemos sentido un estremecimiento de solidaridad low cost. Ahora viene lo duro. ¿Cómo podríamos mostrar nuestra solidaridad en la crisis económica que se avecina? Varias posibilidades: (1) reducir la jornada laboral y los sueldos para evitar destrucción de empleo, (2) aceptar un aumento de impuestos temporal para financiar la reactivación, (3) ayudar a ONGs, (4) estimular los mecenazgos, (5) emitir una deuda de reconstrucción con intereses negativos, (6) premiar a los creadores de empleo, (7) estimular el consumo de proximidad, (8) establecer moratorias en pagos de impuestos o alquileres, (9) fortalecer la responsabilidad social corporativa, (10) ampliar el crowdfunding (11) luchar contra la ineficiencia, que es una corrupción de baja intensidad. Es la hora de grandes políticas estatales, pero también de inventivas políticas municipales. Necesitamos estimular el talento de las ciudades.


HOLOGRAMA 51


El cínico Óscar Wilde escribió: «Un sentimental es alguien que simplemente desea disfrutar del lujo de una emoción sin tener que pagar por ello«. Durante la pandemia se han vivido emociones muy profundas: el miedo, la pena, la gratitud, la responsabilidad, la compasión. Pero se ha extendido también un halo sentimental, como si el coronavirus nos hubiera transformado místicamente. Estamos sufriendo una especie de “síndrome de fin de año”, cuando todos queremos dar trascendencia a una fecha que se nos antoja solemne, y decidimos mejorar el año próximo.

He dedicado muchos años a estudiar los sentimientos, el modo como influyen en la conducta, su origen. Los sentimientos son un sistema de evaluación de nuestra relación con la realidad, por eso cambian cuando cambia la situación o la interpretación que damos de ella, y por eso también son fáciles de manipular. Otra cosa son los “hábitos afectivos”, es decir, los modos estables de sentir. Forman parte de la personalidad. Hay personas tímidas y personas audaces, envidiosas o generosas, resentidas o agradecidas, compasivas o inhumanas. Una parte de la educación ha de encargarse de fomentar buenos hábitos afectivos, porque van a facilitar el buen comportamiento. Rousseau que, con muy buen acuerdo, consideró que la compasión era el fundamento de la moralidad, añadió que no bastaba con el sentimiento. Que hacía falta desarrollar la virtud de la compasión, un hábito pues, que nos movía a actuar compasivamente, aunque no sintiéramos nada.

En los últimos decenios se ha producido una exaltación de la emoción como modo fiable de conocimiento y, por lo tanto, como una guía de la acción. Se ha llegado a hablar de que un “nuevo romanticismo” ha invadido las sociedades occidentales. Todo se arreglaría con inteligencia emocional. Su influencia en política es innegable. Los nacionalistas no tienen inconveniente en decir que su elección política no es racional, sino emocional. Theodore Dalrymple, en su libro Sentimentalismo tóxico. Cómo el culto a la emoción pública está corroyendo nuestra sociedad, describe alguno de estos problemas.

Lo que olvida esa actitud -y lo que la hace perjudicial- es que nuestra libertad es posible porque podemos guiar nuestra acción por valores sentidos (emocionalmente vividos) o por valores pensados. Un juez puede sentir animadversión ante un acusado y, sin embargo, intentar juzgarle sin dejarse llevar de esa antipatía. El pensamiento viene en nuestra ayuda para tomar buenas decisiones y hacer proyectos. Eso es lo que necesitamos en este momento. Una caída del diez por ciento en nuestro PIB es un dato estadístico, que se traduce en cinco millones de vidas angustiadas. Se está repitiendo que la crisis económica puede ser más profunda que la del 2008, aunque puede ser más corta. Es cierto que los gobiernos han aprendido de la crisis anterior que la deuda es la única solución, pero lo que no tengo tan claro es que sepan gestionar esa deuda, para conseguir que tenga el máximo efecto en la reactivación de las economías. Las soluciones buenas siempre son complejas y exigen mucho talento y mucho trabajo. El Plan E del gobierno de Zapatero fue, sin duda, bien intencionado, resolvió muchos problemas urgentes, pero, como advirtió el Fondo Monetario Internacional, “no aumentó el potencial de crecimiento de España”.  Aquel plan se hizo fundamentalmente a través de los Municipios, y eso me parece una buena idea, pero se hizo precipitadamente y se gastó en obras que en muchas ocasiones no tenían justificación, y que tuvieron poca incidencia sobre el paro.

Reconozco que estoy asustado por los problemas y desdichas que puede provocar la recesión. Por eso sigo con preocupación e irritación los primeros pasos para un posible Pacto de reactivación. El comienzo no ha podido ser peor. He explicado aquí por qué me parece que no basta un Pacto de los partidos en el Parlamento: los pactos en que la sociedad civil tiene que intervenir activamente -y no sólo obedecer la legislación- necesitan implicar a todos los agentes sociales, porque no es una cuestión de reparto de poder político, sino de buscar de soluciones económicas y sociales.

Puesto que hace falta movilizar todas las energías, creo que incentivar las políticas de cercanía es importante. Desde hace años vengo reclamando -sin ningún éxito- la necesidad de aumentar el talento de las ciudades, porque son agentes prioritarios para la solución de algunos problemas. Precisamente de aquellos que, como el fracaso escolar, el consumo de drogas, la violencia doméstica, la ruptura del pacto entre generaciones, etc. son demasiado complejos para que políticas estatales o autonómicas puedan resolverlos directamente. Los principales estudiosos del papel actual de las ciudades, como Richard Florida, insisten en que la ciudad donde se vive va a ser un factor decisivo en las vidas de las personas, por las diferentes posibilidades que ofrece cada una de ella.

Animo a los Ayuntamientos a que reúnan lo que antaño se llamaban “las fuerzas vivas”, es decir, todas aquellas que pueden participar en el proyecto, para elaborar un Pacto municipal de un año de duración para enfrentarse con la crisis. Ojalá los meses que vienen, en vez de llamarse el tiempo de la pandemia, se llamaran: “el año que vivimos generosamente”.

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Únete 5 Comments

  • antonio dice:

    Profesor siento decirle que cada vez que leo sus escritos, presiento que vive en un mundo de dogmatismo erudito estéril, el problema de este mundo paralelo a la realidad, es que evita plantear la verdadera raíz de las esencias de los problemas.
    Cuando no se abordan los problemas en su esencia, se enmascaran con sucedáneos argumentativos, lo cual es una perdida de tiempo.
    Un saludo.

  • jose antonio marina dice:

    Me gusstaria que me explicara mejor por qué dije lo que dice. ¿Cual es la verdadera raiz del problema que comento en este Holograma?

  • JAVIER ESTEVEZ dice:

    Buenos Días Profesor.

    «Tener buenas ideas, Tomar buenas decisiones y Saber realizarlas», mas sencillo y claro no lo ha podido definir usted siempre. Esto es lo que necesitamos Talento. Y dónde buscamos?, coincido en que en España por cercanía los Ayuntamientos son la clave pero salvo honrosas excepciones muchos de los que llegan a ser ediles son los que menos se esforzaron en formarse nunca formarían parte de esas «fuerzas vivas» que necesitamos. El Plan E era un plan de «patas muy cortas»… hoy necesitamos liberar Talento del sector privado hacia el público, impulsado desde la Política, es esto posible, tengo la sensación que el sector privado estaría dispuesto pero el público no tanto pues los miedos y los egos a ser descubiertos lo impiden y lo peor es que no se da cuenta, el sector público, que el primero que tome este camino triunfará.

    Gracias

    • jose antonio marina dice:

      En estos hologramas he explicado varias veces que entre el Estado mínimo e inactivo liberal y el estado excesivo socialista hay una soción superadora que es el «estado promotor». Muy activo, pero para conseguir que la sociedad civil proyecte y realice. Utilizando una terminología kantiana -no se si usted recordar´la filosofía que estudió- el estado es una «condición de posibilidad» de que la sociedad civil se desarrolle. Un «ciudad con talento» es aquella en que el consistorio debe empeñarse en que los ciudadanos prosperen personalmente haciendo prosperar el bien común. Ojalá entre todos pudieramos extender la idea de que esto es posible y, ademas, conveniente.

  • jose antonio marina dice:

    Estimado amigo, es estupendo tener lectores como usted que comprendan que la insistencia en ciertos temas no es pesadez, sino consecuencia de mi convicción de que las ocurrencias aisladas no valen nada. Que es necesario introducirlas en un sistema, al que ayudan a construir y del que reciben consistencia. MI proyecto de «periodismo expansivo» choca con una gran dificultad: el tuit. La pereza lectora se está convirtiendo en un problema político. SI nadie tiene paciencia para leer un argumento, estamos condenados a la tosquedad, a la violencia y, sobre todo, a la habilidad los expertos en utilizar Twitter, como Trump y otros mas cercanos.
    Gracias por su ayuda.

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