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La verificación en tiempos de postverdad

HOLOGRAMA 9. 


Ahora hemos caído en la cuenta de algo que se ha sabido siempre. Que la verdad es –además de un tema filosófico y científico- un asunto político. Me gustaría colaborar a una rehabilitación de la verdad, porque corren malos tiempos para ella. Desde Platón, el conocimiento se oponía a la mera opinión. Ahora, en cambio, la opinión es la reina de la fiesta mediática. La Historia debería contarnos la verdad de lo que sucedió, pero ha sido sustituida por el “relato”, y adueñarse del relato es la consigna del poder. Lo  nuevo de la “postverdad” no es que se engañe –eso ha sucedido siempre- sino que el concepto de verdad se dé por superado. A nadie interesa o a nadie convence. Se afirma que no hay falsedades sino verdades de una realidad alternativa. Pondré un ejemplo. En su audiencia con el rey, Laura Borrás dicen que dijo: “Los catalanes no tenemos rey”. ¿Qué tipo de afirmación es esta? ¿Es verdadera o falsa? Los catalanes reales, como habitantes de la Cataluña real, tienen  derechos y deberes por formar parte del Estado español, que es una monarquía. Luego la afirmación es falsa. Pero Borrás puede decir que se estaba refiriendo a un “pueblo catalán ideal que en un mundo irreal no tiene rey”. Su afirmación es verdadera en una realidad alternativa. Si aceptamos ese planteamiento vivimos en la era de la postverdad.

La verdad tiene dos opuestos: el error y la mentira. Esta última plantea problemas psicológicos y morales, pero no afecta a la idea de verdad. Como diría un filósofo de la ciencia, no tiene relevancia epistemológica. Admite sin más su posibilidad , porque para poder mentir es necesario conocer la verdad. No hay mentirosos inconscientes. Distinguir la verdad del error es más difícil. Mi maestro, Edmund Husserl, enunció los dos principios básicos del conocimiento. El primero: “Todo lo que se nos presenta como evidente –por ejemplo, que el sol se mueve en el cielo, o que las naciones son entes reales- ha de ser admitido como verdadero”. El segundo: “Toda evidencia puede ser tachada por una evidencia más fuerte- que es la tierra la que se mueve o que las naciones son ficciones históricas”. El conocimiento ha progresado pasando de certezas menos fuertes a certezas más poderosas, y toda verdad es válida hasta que se presente otra más poderosa. Esa es la noble e interminable marcha de la razón. El pensamiento crítico es el encargado de evaluar la fuerza de las evidencias, para decidir cuál es la verdadera. Es lo que significa la palabra “corroborar”: comprobar que tiene la fuerza de un roble. En eso consiste la verificación, en asegurarse, mediante una serie de métodos, de que la supuesta verdad resiste a las críticas. Hasta ese momento no pasa de ser una presunción. Lo malo es que es un trabajo que exige tenacidad, y en tiempos apresurados queremos tener certezas también apresuradas, que acaban careciendo de fundamento.

Sin duda, los datos no mienten, y es la primera verificación que hay que hacer. Pero ahora vivimos  una glorificación exagerada del dato, como si ellos encerraran la sabiduría. Los “big data” –dicen algunos- van a proporcionarnos el conocimiento total. Se olvidan de precisar qué es un dato. Un dato es una información proporcionada por un medio de observación o de medición, y dependen de ellos. Los actuales análisis de sangre nos proporcionan muchos más datos que los antiguos, porque tienen incorporados más sistemas de medición. Las grandes compañías tienen una colosal colección de datos sobre nuestros hábitos de consumo, sobre nuestras preferencias o intereses. Lo que es más difícil es saber lo que esos datos significan. Me contaba un amigo que solía encargar por internet bibliografía sobre  cultura judía y también por internet compraba  veneno para topos de su jardín. De repente comenzó a recibir propaganda de grupos filonazis. El algoritmo de búsqueda había relacionado su interés por los judíos con la compra de un veneno y había visto en él a un nazi potencial.

No todo dato es significativo. Puedo medir la correlación entre el número de nidos de cigüeña en una ciudad y la audiencia de un programa de televisión en un momento dado. Es un dato, pero inútil. Recibo continuamente numerosas investigaciones sobre mi especialidad –el funcionamiento de la inteligencia-, que proporcionan una enorme cantidad de datos cuya relevancia a veces es difícil de ver porque nadie se ocupa de integrarlos en un modelo. A partir de los datos podemos sacar inferencias, que pueden ser equivocadas. Una simple inducción nos dice que si la Coca-Cola con vodka emborracha, la Coca-Cola con ron emborracha, y la Coca-Cola con whisky emborracha, podemos concluir que la Coca-Cola emborracha, porque es el factor constante. No hemos tenido en cuenta el dato decisivo: que el alcohol también está presente.

Tenemos, pues, que verificar los datos y también que evaluar su relevancia y su interpretación. Los sistemas contables, por ejemplo, han aumentado sus “ratios” financieros para encontrar relaciones significativas. Hay una discusión intensa sobre si los datos del PIB miden realmente la riqueza de una nación y si están relacionados con su bienestar.

Organizamos los datos  mediante conceptos. Un concepto puede intentar captar un aspecto de la realidad, o imponer una idea a la realidad. ¿A cuál de las dos categorías pertenecen conceptos como “Nación”, “Pueblo”, “voluntad popular”, “izquierdas”, “derechas”? Muchos debates se convierten en diálogos de sordos porque se manejan conceptos mal definidos. En realidad, cada participante está pensando en una cosa diferente aunque parezca que están hablando de lo mismo. Pensemos en el debate sobre el aborto. La afirmación “la mujer es libre de disponer de su cuerpo” se basa en una definición del embrión o el feto como parte del cuerpo de la madre. La afirmación: “El embrión o el feto tienen derecho a que su vida sea protegida”, los define como realidad autónoma. Mientras no se precise el concepto de “embrión”, los razonamientos en que intervenga carecerán de rigor.

Acaba de celebrarse el Día del medio ambiente, dedicado a fomentar nuestra “conciencia ecológica”. Me gustaría ampliar esta noción: Vivimos en la naturaleza, pero también vivimos en la cultura. Ambas constituyen nuestro mundo, y deberíamos librar a ambas de la polución para no morir intoxicados.

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Únete 16 Comments

  • Jorge dice:

    Es muy interesante el concepto de relato.
    El relato emociona, se queda grabado en la memoria. Es más poderoso que una verdad.
    Recuerdo una persona a la que quisieron acusar falsamente de pedófila. No lo era, pero pagó un bonita suma para que no trascendiera. Si alguien te acusa de algo así el impacto emocional es tan grande que ya no se borra. Siempre se sospechará de él.

    En mi opinión, nuestra inteligencia es discursiva y relacional. No somos muy listos, preferimos un buen relato aparentemente coherente que una verdad compleja. Mi experiencia me dice que siempre se prefiere una certeza compartida, aunque sea falsa, que una verdad solitaria.

    Y luego está la manipulación, como lo de Laura Borrás. Más allá del tema del rey o no, ¿quién es ella para hablar en nombre de los catalanes? Yo soy catalán, no me representa, nunca la he votado aunque tampoco me gusta vivir en una monarquía. Los moralistas (y un nacionalista lo es) aplican la metonimia retórica, quiere hacer pasar por todo lo que sólo es parte. Y la manipulación moral, que es la cretinez intelectual de pretender que aceptemos por verdades lo que sólo son opiniones o creencias.

    Pero la frase de Borrás está cargada de emoción. Al indepe catalán le agrada, se identifica con ella, y de paso se apropia del concepto de «catalán». Los que no opinamos como él, no somos catalanes, somos «españoles» sin más, miembros de otro Yo Social. Y al nacionalista español le agrede, lo que provoca también emoción y resentimiento. Que es lo que pretende. Y entonces ya no hay diálogo racional, sólo juego de emociones.

    Y somos seres emocionales, sobre todo si actuamos en grupo. Por eso llega un momento en que a nadie le importa si tenía razón o no, si decía la verdad o mentía, sólo importa defender la identidad grupal. Puro pensamiento atávico de primates de la sabana.

    Un saludo

    • jose antonio marina dice:

      Un gran psicólogo -Jerome Bruner- decia que nuestro cerebro tiene una estructura logica y otra narrativa. El lenguaje, que es muy sabio, utiliza la palabra «argumento» en los dos casos. Argumentar significa aportar razones a favor, pero el argumento es tambien el nucleo de una historia, de una novela, de una película. Tendemos a comprender las cosas introduciendolas en historias, y asi aparecen las mitologías.
      Es verdad lo que dice de Laura Borras, que se arroga la representacion de todos los catalanes. Llevo años denunciando la desverguenzas de quienes hablan en nombre de colectivos divididos. No hay una voz de Cataluña, ni de Francia, ni de España, ni de los trabajadores. Hay una herencia perversa que viene de Rousseau, que inventó la idea de «voluntad popular». No hay una «voluntad única», salvo en las dictaduras, y en ese caso son falsas.

  • luis dice:

    Jorge has puesto un ejemplo tan directo, que toca la esencia del problema, del planteamiento del profesor.
    Echo de menos en las divagaciones eruditas del profesor, esa falta buscar la esencia de cualquier problema, impide que es discurso intelectual sea efectivo, y al final todo queda en planteamientos etéreos que no afectan a la responsabilidad del individuo, por tanto, si no somos individuos inteligentes, seguimos cómodamente siendo masa emocional manipulable, sin que la inteligencia nos importune con sus demandas de responsabilidad.
    La inteligencia a de buscar la esencia de los problemas, si quiere ser efectiva, y no dedicarse a realizar cabriolas en el aire, como si fuese un acróbata realizando un bello y acompasado ejercicio.
    Un saludo.

    • Jorge dice:

      Gracias por el comentario.

      La verdad es que el tema me resulta apasionante porque vivo en la burbuja del procés desde hace años y es algo que te hace pensar. Cómo personas cercanas casi de la noche a la mañana te repudian por cuestiones emocionales e irracionales.

      Ya llevo escritos dos libros sobre el tema, je, je…, sin lector alguno. Pero no importa, porque me sirve para reflexionar.

      El asunto que plante el profesor Marina es muy interesante, pero creo que hay que darle una vuelta más: la verdad, ¿es efectiva? Para qué sirve. En realidad, a nivel personal es indiferente que la Tierra gire alrededor del sol o al revés. Nada cambió cuando descubrimos la verdad. Incluso hoy en día hay gente que cree que la Tierra es plano y tampoco pasa nada.

      Pero lo que echo en falta en la filosofía política en general es entender qué es la Emoción. Es más, despreciarla. Cuando en realidad somos seres emocionales sobre todo si actuamos en grupo. La Emoción es un herramienta evolutiva que nos permite comunicarnos rápidamente con nuestro grupo. Ante un posible peligro, actuamos colectivamente guiados por la Emoción, nunca por la razón. Sería evolutivamente estúpido que si en medio de la noche escuchamos un rugido de un león, ponernos a deliberar entre todos cuál es la mejor estrategia: es decir, formar un comité, elegir los expertos, establecer un plan de trabajo, redactarlo, revisarlo y exponerlo al ejecutivo o a votación de la asamblea, que es más o menos la manera «racional e inteligente» (permítaseme la ironía) de solucionar los problemas que hemos desarrollado…. El león nos hubiera comido mucho antes. Así pues se toma una decisión «emocional» por mecanismos que todavía creo que no se han estudiado del todo (falta una psicología social para entenderlo) y todo el grupo reacciona como si fuera una sola persona.

      Esto que era válido en la sabana, hace 100.000 años, sigue siendo válido hoy porque nuestro cerebro es el mismo. El discurso emocional es el que funciona colectivamente, no el intelectual. Evidentemente, no nos hace más sabios, pero es lo que nos permitió sobrevivir en la sabana.

      Lo que sucede con la Emoción es que no es falsable en el sentido de que sea Verdad o Mentira. Una emoción Es o No Es. Se siente o no se siente. Y si se siente, se actúa en consecuencia. Es literalmente imposible actuar de manera contraria a las emociones que se sienten. Si una persona se siente en peligro o humillada, actuará en consecuencia…, aunque en realidad, objetivamente, ni esté en peligro ni este humillada.

      Así pues, hay una «gran verdad» en toda fake news. Esa Verdad es el impacto emocional que provoca, y es a lo que se dedica toda esa corriente neoconservadora. Saben que mienten, pero también saben que eso es lo de menos: lo importante es si logran impactar emocionalmente a las personas, porque entonces podrán manipularlas en el sentido deseado. Borrar un impacto emocional en el cerebro es muy difícil: precisas de otro impacto emocional. Sólo con la razón no se consigue, no al menos rápidamente… Es como funciona nuestro cerebro tras miles de años de evolución.

      Lo que habría que enseñar a las personas no es tanto a distinguir entre Verdad o Mentira, sino a saber controlar sus «emociones». Esto, a nivel individual es difícil, pero a nivel social es casi imposible.

      En definitiva: no despreciemos el Relato. Es fundamental en nuestra manera de pensar. Y que un Relato sea verdad o mentira es lo de menos, sino que sea más o menos emocionalmente impactante.

      Y es algo que queda por estudiar.

      Salu2

  • jose antonio marina dice:

    ¿Para que sirve la verdad? Pregunteselo al constructor de un puente o al médico que tiene que operarle. La teoría pragmética de la verdad no sirve para los conocimientos que tienen que ver con la realidad, sino con aquellos que se refieren a la acción humana. Las normas éticas no son verdaderas en el mismo sentido en que lo son las leyes de la física. Son las mejores soluciones que se nos han ocurrido para resolver problemas prácticos. En este caso si es pertinente preguntarse por su eficacia, puesto que van dirigidas a ello. No se interesan por lo que hay, sino por lo que sería bueno que hubiera.

    • Jorge dice:

      Hola de nuevo:

      me refería a la Verdad a nivel político y social. Creo que es casi irrelevante desde el momento en que tiene más importancia el «Relato», el mito, que la propia verdad objetiva. El Antiguo Régimen se sustentaba bajo la idea del derecho divino de los monarcas. Esa idea hoy nos parece absurda, pero entonces era una «verdad» aceptada por todos (o casi), incluso por personas inteligentes y cultivadas.
      Hoy en día la teoría del estado se basa en la existencia de «Naciones», otra «verdad» que carece de objetividad ni de rigor histórico. Y nuevamente personas muy inteligentes y cultivadas la sostienen.

      Lo que yo me interrogo es por qué sucede eso: porqué incluso personas inteligentes aceptan como «verdades» cosas que no lo son. Creo que ahí está la clave, porque a la postre es el mismo mecanismo que usa Trump y los neocon con sus «fake news». Se cree que las «fake news» sólo afectan a personas poco ilustradas, ignorantes y de baja condición social; pero es obvio que no, que es un mecanismo puramente emocional donde la inteligencia, el razonamiento lógico y la crítica intelectual quedan aparte, como en suspenso.

      Creo que es lo más interesante del fenómeno y es lo que habría que estudiar.

      un saludo

      • luis dice:

        yo sigo anclado en Descartes. «pienso luego existo», y la única manera de pensar es hacerse preguntas y que el individuo se responsabilice de su propia búsqueda intelectual. La mente se vuelve efectiva cuando hay mérito en la búsqueda intelectual, sino pasa como todo en la vida, que el individuo se convierte en algo manejable, en el que la verdad o mentira, es algo que se le da elaborado desde fuera.
        El campo de las preguntas, no debe estar limitado por cuestiones ni ideológicas, ni religiosas, ni de poder, es la única forma de ir perfeccionando que las preguntas cada vez incidan más sobre la esencia de los problemas, y nos permitan ir encontrando verdades relativas, o avanzar hacia modelos de conducta sociales menos perniciosos.
        En el campo de las preguntas, España por su trayectoria religiosa tiene un gran problema, pues algo tan importante como la vida después de la muerte, se ha convertido en un límite tabú, del «no pasarás», lo cual afecta a otro aspecto fundamental del pensamiento, la ética, y cuando no se construye un pensamiento ético adecuado, se cae en los buenismos populistas, esos que proponen derechos divinos y humanos, por el simple hecho de formar parte de una ideología de salvación, bien sea religiosa o de poder terrenal.
        La mente se siente insegura si no encuentra certezas, y por eso al final siempre gana el lado de la seguridad manipulada. Hay que aprender a convivir con la incertidumbre de no encontrar certezas, porque esa es la fuente de la que se nutre la mente para hacerse preguntas.
        Un saludo.

        • Jorge dice:

          Espero que no se me haya malinterpretado: valoro mucho la verdad, desde luego.

          Lo que quiero decir es que la Verdad es algo que a nivel social no resulta tan relevante y tan fundamental como la Emoción. La reflexión es algo poco habitual, siempre a posteriori y diría que a nivel personal. Pero a nivel social nos comunicamos con emociones, y la emoción no responde a Verdadero/Falso sino a Sentir/No Sentir.

          Si aceptamos eso, entenderíamos quizás mejor a evitar se manipulados por mentiras y falsedades.

          Frente a Descartes, Dasmacio opina lo contrario: Sentimos, luego existimos, luego pensamos.
          Salu2

          • jose antonio marina dice:

            En sus post están saliendo temas de gran relevancia. En efecto, como dice Jorge, tendemos a aceptar conceptos mitológicos, como si fueran verdaderos. La inteligencia es una constante creadora de «ficciones» que aceptamos porque es nuestra manera de «humanizar la realidad». Esas ficciones no son mentiras, sino herramientas para intentar resolver problemas. Así utiliza el derecho las «ficciones jurídicas». La evolución de los conceptos, o de las instituciones, o de los sistemas normativos me interesa tanto porque en su genealogía descubrimos los problemas que intentaron resolver, y de esa manera las comprendemos. Los conceptos, al igual que las teorías, van cambiando porque aparecen nuevas evidencias, nuevos problemas o nuevas expectativas. Las evidencias cognitivas son diferentes a las evidencias emocionales. Por eso son las mismas evidencias las que deben ponerse en cuestión «comprobando su fuerza objetiva». Eso es lo que no hace el dogmático o el fanático o el apasionado, que se atrinchera en sus creencias sin someterlas nunca a corroboración. La incertidumbre, como tambien han comentado, produce angustia a mucha gente, que se refugia en certezas recibidas. Todo el esfuerzo de la razón está en pasar de las «verdades privadas» (aquellas cosas de las que estoy absolutamente seguro) a las «verdades universales» (aquellas cuya validez puedo probar intersubjetivamente). En lo que afecte solo a mi vida, puedo regirme por mis cerezas privadas por ejemplo religiosas, o políticas, o morales), pero en lo que concierne a otras personas debo intentar guiarme por valores universales. Por eso en la escuela no se deben transmitir «verdades privadas», sino solo «verdades universales» y los métodos para buscarlas y evaluarlas

          • luis dice:

            Todo el esfuerzo de la razón está en pasar de las “verdades privadas” (aquellas cosas de las que estoy absolutamente seguro) a las “verdades universales” (aquellas cuya validez puedo probar intersubjetivamente).

            Bellas palabras, que encierran una cruda realidad, la del ego (viene de egoismo), y la del yo, en la que el individuo empieza a preguntarse y a pensar.
            Qué busca el votante egoista ? busca lo cómodo, lo que su ego le pide, recibir y recibir, de dónde va a recibir ?, de lo que llamamos común o universal, es decir, de lo que otros tienen y el ego ansia tener, esta es la raíz del pensamiento del populismo progre o también llamado de izquierdas. El problema de este tipo ficción ideológica, es que esta más interesadao en perpetuar la crisis económica y el analfabetismo cultural, que de solucionarlo, pues la solución del problema, le deja sin competencias, y por tanto, pierde el poder político y del chuponeo.
            Qué pasa con el ego de la clase social que tiene que poner, o dar, al bien común, o universal, que busca una justificación intelectual para no dar, y echa mano de cuestiones morales del pasado, u de otras de carácter actual, como la corrupción.
            La razón es la gran ramera que todo el mundo utiliza, para alimentar sus intereses, es decir su ego.
            El yo individual, ese entidad que pensante, capaz de perjudicar sus propios intereses, es lo que menos abunda, porque lo que abunda es la naturaleza del ego de los individuos, que votan y que pretenden utilizar en su beneficio lo común, o universal.
            s2s.
            P.d.- esta claro porqué ni izquierda progre, ni derecha seudoreligiosa, están interesados en fomentar la filosofía como asignatura. El individuo que pregunta y se responsabiliza de su pregunta molesta, sólo interesan los que preguntan para que el poder-autoridad de una contestación, que satisfaga su autoestima.

          • luis dice:

            Jorge tus comentarios me han sugerido algunos conceptos, uno el de verdad-transitoria, el otro el de mentira-relativa.
            http://www.rae.es/noticias/jose-manuel-sanchez-ron-en-la-ciencia-la-verdad-es-transitoria

            P.d.- es de agradecer al profesor que nos permita en su blog nuestras inquietudes intelectuales.

          • luis dice:

            En cuanto a mentira relativa, tienes múltiples ejemplos en el juicio al procés, el argumento principal de la defensa es que fue el resultado de un acto de desobediencia civil. Ya les ha dicho el Tribunal de Estraburgo que NONES, que no se la pegan con queso.
            En la vida hay mucho listo-egoista, dispuesto a utilizar el intelecto para encubrir sus verdaderas intenciones emocionales, es lo que llamamos mentiras.
            s2s.

          • Jorge dice:

            Es interesante el link, Luis.
            Pero es que esto es así siempre: la Ciencia no es un cuerpo teórico, es un método.
            Por eso todo todo concepto científico debe ser falsable, rebatible, si no no es ciencia (esto lo expuso no sé qué pensador, no me acuerdo ahora, pero es la base del método científico).

            Y por eso en Ciencia no hay Leyes, sólo Teoría. Por eso la «Ley» de la Gravedad de Newton es ahora sólo una buena aproximación, pero falsa, y la que la sustituye, la Relatividad de Einstein, es sólo una Teoría, porque no se ha demostrado en su totalidad.

            En cuanto a los argumentos del procès, la Política es un poco como la Economía: una pseudociencia. Todo es opinable. Decía un gran economista que su» Ciencia» se había inventado para dejar en buen lugar a los astrólogos, que se equivocaban menos que ellos, je, je…

            A mí lo que me interesa del procès es que como lo he vivido en primera persona he visto cómo una sociedad, la catalana, ha cambiado «emocionalmente» mediante el uso de «relatos» hasta alcanzar un grado que sólo puedo calificar de «paraonia social». No tiene nada que ver lo que existe ahora con lo que conocí cuando llegué, hace 13 años. El nivel de desvergüenza intelectual y manipulación moral es increíble, pero se hace con total desfachatez por parte de todos. Aquí no hay verdad, actualmente, no importa, sólo sentimiento. Y eso se logra con un buen Relato…

            Que la mitad de la población catalana se haya hecho independentista en pocos años no tiene nada que ver con la Razón ni con sus intereses, sino con la manipulación moral y el uso de los relatos políticos como herramientas emocionales.

            Este singular hecho es lo que me fascina, y me sigue fascinando. El asunto político en sí (independencia o no) me es personalmente indiferente, me da lo mismo.

            un saludo

  • luis dice:

    Si verdad y mentira, son metas, una es la meta deseada como buena, y la otra es éticamente mala, quizás la educación debería enseñar al individuo a desarrollar una inteligencia efectiva, capaz de detectar la verdad, de la mentira.
    Entiendo que lo importante es el camino, para llegar a cualquier meta, y lo importante para distinguir la verdad, de la mentira, consiste en saber PREGUNTAR.
    Estamos acostumbrados a preguntar y que sea la autoridad competente en el tema, la que nos indique la respuesta, quizás este sistema fue adecuado en el pasado, pero la vida esta cambiando debido a la saturación de la información, quizás estamos en un tiempo que educar implica no sólo preguntar, sino responsabilizar al individuo a responderse a si mismo, posiblemente con otra pregunta. Es decir, ha llegado el momento de elevar el pensamiento crítico a la propia responsabilidad del individuo, pues es quizás la única manera de encontrar la verdad, entre tanta información manipulada.

  • Saiz dice:

    Una manera de falsear la realidad es poner etiquetas: «progresista», «conservador», «ultra»… y no debatir sobre ideas y argumentos sino sobre clichés ideológicos, simplificaciones que generalmente no responden bien a la compleja realidad. Quien tiene ideología no necesita tener ideas.

  • Antonio dice:

    «Sin duda, los datos no mienten, y es la primera verificación que hay que hacer. Pero ahora vivimos una glorificación exagerada del dato, como si ellos encerraran la sabiduría. Los “big data” –dicen algunos- van a proporcionarnos el conocimiento total. Se olvidan de precisar qué es un dato. Un dato es una información proporcionada por un medio de observación o de medición, y dependen de ellos. Los actuales análisis de sangre nos proporcionan muchos más datos que los antiguos, porque tienen incorporados más sistemas de medición. Las grandes compañías tienen una colosal colección de datos sobre nuestros hábitos de consumo, sobre nuestras preferencias o intereses. Lo que es más difícil es saber lo que esos datos significan

    No todo dato es significativo. Puedo medir la correlación entre el número de nidos de cigüeña en una ciudad y la audiencia de un programa de televisión en un momento dado. Es un dato, pero inútil. Recibo continuamente numerosas investigaciones sobre mi especialidad –el funcionamiento de la inteligencia-, que proporcionan una enorme cantidad de datos cuya relevancia a veces es difícil de ver porque nadie se ocupa de integrarlos en un modelo. A partir de los datos podemos sacar inferencias, que pueden ser equivocadas…

    Tenemos, pues, que verificar los datos y también que evaluar su relevancia y su interpretación….

    Organizamos los datos mediante conceptos….»

    ———————–
    Se apuntan cosas muy interesantes, entre ellas que correlación no implica causalidad.
    Hace poco, en una interesante jornada sobre protección de datos personales, un prominente jurista indicaba algo así:
    El mundo que conocemos está fundamentado en el principio de causalidad (creo que comentó que al menos esto es así desde la Revolución científica).
    Actualmente la racionalidad inductiva, el principio de correlación, permite analizar fenómenos complejos sin ir a sus causas.
    Y algo me suena haber leído sobre esto.

    Cuantos más datos estén disponibles y más se vayan refinado los algoritmos, más eficaces serán «analizando» la realidad. E incluso con una potencia predictora mayor que la humana, sin necesidad de modelos y conceptos generales que los soporten (¿o estos serían los algoritmos que hay por detrás?)

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