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La salvación está en la deuda

Estos HOLOGRAMAS son un ensayo de PERIODISMO EXPANSIVO. Conocer lo que ocurre es fácil, comprenderlo es complejo. Cada lector debe poder elegir el nivel de comprensión en que quiere moverse. Propongo tres niveles: uno, reducido, en formato papel. Otro más amplio, en formato digital, que, a su vez, remite a una RED DE COMPRENSIÓN sistemática, necesaria por la inevitable conexión de los asuntos. Tal vez sea un proyecto megalómano, pero creo que vale la pena intentarlo. El artículo inicial de este holograma se publicó en EL MUNDO el día 29 de marzo de 2020.


La salvación está en la deuda- Preocupa la deuda, pero como dice David Grueber, “nadie parece saber qué es ni que pensar de ella”. La economía se basa siempre en el crédito. La moneda es un reconocimiento de deuda. Hasta 1976, se leía en los billetes:” El Banco de España pagará al portador”. Eran un pagaré, imposible de pagar. El Banco de Inglaterra se fundó con un préstamo hecho al rey por un grupo de banqueros, a cambio del privilegio de emitir billetes. Si ese préstamo se pagara, desaparecería el sistema financiero británico. En 2010, dos prestigiosos economistas -Reinhart y Rogoff- “demostraron” que el PIB de un país disminuye cuando su deuda alcanza el 90%, lo que apoyó políticas de austeridad. Pero los cálculos eran falsos. Hace años, Krugman sostuvo que podíamos salir de la recesión si pensáramos que íbamos a ser invadidos por alienígenas.  Ya están aquí en forma de coronavirus. Draghi ha pedido más deuda pública. Ahora, los economistas deben irse al rincón de pensar por todos.


HOLOGRAMA 45


Hace ya casi una década, prometí a mi editor Jorge Herralde un libro sobre el dinero.  Aún no he cumplido mi promesa porque cuanto más estudio el tema más complejo me resulta. Lo único que faltaba era la aparición del bitcoin y otras monedas tecnológicas, no respaldadas por un Estado.  Creo que la inteligencia humana ha inventado dos gigantescos sistemas simbólicos. Uno, el lenguaje (incluidos los lenguajes naturales, matemáticos, musicales, etc.). Otro, el dinero. Ambos pueden representar el mundo real y crear mundos ficticios. De su naturaleza simbólica surgen la capacidad metafórica del lenguaje y la capacidad proliferante del dinero. Cuando hace muchos años comencé a interesarme por la economía, la masa monetaria de un país (M) era el conjunto de billetes y monedas en circulación. Ahora ya tenemos el M0, M1, M2, M3 Y M4. Lo fantástico del dinero es que siendo una creación ficticia permite resolver problemas reales. Su carácter de “ficción” le permite una flexibilidad sorprendente, que me recuerda la que tienen las matemáticas. Cuando la matemática no puede resolver un problema, los matemáticos no se cobijan en la impotencia, sino que inventan una nueva matemática. Así sucedió con la geometría analítica, el cálculo infinitesimal, el cálculo de matrices para la mecánica cuántica, la matemática difusa, etc. En el caso de la economía ha habido una serie de invenciones que han hecho posible su expansión: la letra de cambio, los bancos, los sistemas de compensación, las sociedades anónimas, los derivados, etc. Es verdad que ha habido algunas invenciones, sobre todo a partir del desembarco en las finanzas de matemáticos (y físicos) con herramientas muy sofisticadas, que han sido desastrosas. Por ejemplos, los instrumentos financieros que hicieron posible el escándalo de las hipotecas basura y los fondos estructurados. Por ambos motivos, -la necesidad de repensar el dinero y la necesidad de hacerlo bien para evitar desastres, – pido a los economistas que se retiren al rincón para pensar en nombre de todos.

La “deuda” es un universal cultural, fascinante para un filósofo. Todos los sistemas morales están fundados en ella, como indica el concepto de “deber. También los políticos, como recordó elocuentemente Martin Luther King en su famoso discurso I Have a Dream: Martin Luther King: Tengo un sueño: “En cierto modo hemos acudido a la capital de nuestra nación a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magnificas frases de la Constitución y de la Declaración de Independencia, escribieron una letra de cambio que todo americano heredaría. Esa letra prometía que todos los hombres, tanto negros como blancos, tendrían “derechos inalienables”.

También es el fundamento de la actividad económica. David Graeber lo ha expuesto en su libro En deuda (Ariel).  El problema de la deuda pública ha atravesado la historia, desde que los Estados se consolidaron. Todos han gastado siempre más de lo que tenían, lo que les ha llevado a solucionarlo mediante exacciones, invasiones, latrocinios o mediante la deuda pública. Napoleón invadió Italia porque la revolución necesitaba dinero. Las guerras siempre produjeron grandes déficits a los Estados. Hasta tal punto que Kant en Hacia la paz perpetua sostuvo que para conseguirla había que abolir las deudas públicas. Entre 1915 y 1918, el déficit de Gran Bretaña superó el 30%, el de Alemania el 40%, y en la II Guerra mundial sucedió algo parecido. Las opiniones sobre la deuda han sido siempre contradictorias. David Hume, un filósofo muy interesado en la Economía, al observar el crecimiento de la deuda nacional británica en 1752 vio “las simientes de la ruina expandidas tan profusamente como para no escapársele de la vista a ningún observador atento”. Pero siempre existió el argumento contrario. Ya en el siglo XVIII, Isaac de Pinto afirmaba que la deuda nacional podía constituir un estimulo positivo para el crecimiento, porque aumenta la circulación sin que se de un gran aumento de moneda. La polémica entre keynesianos y antikeynesianos tenía como centro la deuda pública. Creo que la pandemia que sufrimos ha vuelto a inclinar la balanza a favor de la deuda, por eso estamos presenciando medidas y escuchando opiniones inconcebibles hace dos decenios.

Lo que hacía peligrosa la deuda era el “servicio de la deuda”, es decir, los intereses que hay que pagar, pero ¿qué sucede si la deuda es a interés 0 y es eterna? Pues que hay que repensarlo toda una vez más. Si la rentabilidad que obtengo de un préstamo es mayor que los intereses que tengo que pagar, mi capacidad de endeudarme es infinita. La aparición de los “intereses negativos” nos obliga a cambiar los modelos económicos.  ¡El deudor recibe intereses y el acreedor los paga!

Nuevas propuestas obligan también a repensar la situación. La idea de una “renta básica”, que al principio parecía una utopía populista, empieza a tomarse en serio. Y la posibilidad de una renta básica breve, para sobrevivir al coronavirus, más en serio todavía. Ugo Gentili, del Banco Mundial, en su artículo 5 lessons for using universal basic income during a pandemic defiende que la transferencia directa de dinero al ciudadano puede evitar un desastre económico. Lo mismo defiende Guy Standing en Coronavirus, crisis económica y renta básica”. Hong-Kong ya ha tomado la iniciativa, con un pago único a todos sus ciudadanos de 10.000 dólares HK (alrededor de 1.140 euros) per cápita. Dinamarca pagara el 75% de los empleos que podrían perderse con tal de que no haya despidos. Trump estudia mandar un cheque a todos los estadounidenses Como ha dicho su secretario del Tesoro, Steve Minuchin: “Queremos que la gente tenga dinero en sus bolsillos rápidamente”.  En España, los ERTE pretenden que la Seguridad Social colabore en que no haya despidos. Todas esas soluciones se basan en el aumento de deuda pública.

Creo que mientras no se comprenda el carácter irreal, ficticio, fiduciario del dinero no se puede comprender el “campo económico».

Cuando la crisis del 2008 puso en jaque todo el sistema financiero, comenzaron a escucharse muchas soluciones que se basaban también en la deuda. En agosto de 2011, Alan Greenspan, que había sido el todopoderoso gobernador de la Reserva federal de EEUU, propuso como solución para la deuda de su país, imprimir billetes. Sin más. Era verdad, un país no puede quebrar si paga en su propia moneda, y, como todos los países aceptan el dólar, EEUU nunca puede entrar en suspensión de pagos “mientras tenga la maquina fotocopiadora de billetes” (Greenspan).

Otra propuesta, fue la del Premio Nobel de Economía Paul Krugman que me interesa mucho porque introduce directamente la ficción para solucionar la recesión económica. Creo que mientras no se comprenda el carácter irreal, ficticio, fiduciario del dinero no se puede comprender el “campo económico”. Krugman se pregunta: ¿Qué sucedería si el mundo fuera amenazado por un enemigo común? Ya el 4 de diciembre de 1989, en su primer encuentro en Ginebra, Reagan propuso a Gorbachov una suposición parecida: “Si el mundo sufriera una amenaza del espacio exterior, ¿no cree que nuestros países olvidarían sus diferencias para unirse frente a un enemigo común?  Ante la recesión, Krugman  sostenía que Estados Unidos necesitaba un suceso que disparase el gasto público y el consumo, que le permitiera olvidarse del déficit y de la deuda. Y pensaba que una invasión extraterrestre, ya fuese real o simulada, cumpliría a la perfección con los requisitos, pues el miedo entre la población detonaría una avalancha de gastos en bienes (objetos cualesquiera que virtualmente les protegerían de este ataque alienígena).» «Si descubrimos que los extraterrestres están planeando atacar y que necesitamos entonces una acumulación masiva para contrarrestar la amenaza extraterrestre, la inflación y el déficit presupuestario pasarán a un segundo plano, entonces esta mala racha se acabaría en 18 meses». En el Holograma “Elogio de la guerra”, explicaba las razones psicológicas del enfoque bélico. Pues bien, ahora tenemos una invasión y tal vez tengamos que recordar la propuesta de Krugman.

En un artículo en el Financial Times (25.3.2020), Mario Draghi acaba de afirmar que la única manera eficaz de abordar la situación con inmediatez pasa por la completa movilización de los sistemas financieros de los países “de manera inmediata” y evitando demoras burocráticas para que los bancos puedan prestar fondos “a coste cero” a las empresas que salvaguarden el empleo bajo garantía de los gobiernos, para lo que el italiano señala que ni las regulaciones ni los colaterales deberían obstaculizar la creación de todo el espacio necesario en los balances bancarios para este propósito. En este sentido, el expresidente del BCE considera imprescindible un cambio de mentalidad semejante al de periodos de guerra en el que los europeos se apoyen mutuamente en lo que representa una causa común y advierte de que “el coste de vacilar podría ser irreversible”. Indica también que habría que condonar la deuda privada, aunque no explica como podría hacerse.

Un último ejemplo me permite insistir de nuevo en la parte de ficción que tiene la economía financiera. Algo que ya comprendieron los antiguos, Hacia el año 100 d.C., Plutarco, al hablar de los prestamistas: comenta:” Se ríen de aquellos filósofos que afirman que nada se puede hacer de la nada, ni de lo que no tiene existencia. Pero con ellos aparece la usura a partir del no ser”. (Obras morales 828f). Durante la presidencia de Obama, el mantenimiento del techo de gasto, es decir, la prohibición de que el Gobierno pudiera endeudarse más, estuvo a punto de colapsar la Administración. Un grupo de economistas, entre los que se encontraba también Krugman, propusieron una solución casi mágica. El gobierno no puede imprimir moneda, porque eso es prerrogativa de la Reserva Federal, pero sí puede acuñar monedas con finalidad numismática, y ponerlas el precio que quiera. Lo que proponían esos economistas es que el gobierno acuñara una única moneda de platino con valor facial de un trillón de dólares. Una vez acuñado ese único ejemplar podía depositarse en la Reserva Federal como garantía para disponer del dinero necesario sin aumentar el déficit. No se llegó a hacer, pero yo al menos no tengo certeza alguna sobre lo que hubiera pasado.

Para terminar este artículo sobre los fenómenos económicos mágicos, transcribiré una historia ficticia que Santiago Satrústegui y yo incluimos en nuestro libro La creatividad económica,

            “Un turista llega a un pueblo y entra en el único hotel del lugar. Reserva una habitación, deja 100 euros de fianza, y dice que más tarde vendrá a confirmar la reserva. El dueño del hotel coge el billete y sale corriendo a pagar la deuda con el carnicero, Este toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos, El criador de cerdos sale corriendo a su vez para pagar lo que le debe al molinero proveedor de pienso para sus animales. El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre a liquidar su cuenta con la prostituta del pueblo a la que hace tiempo que no le paga. Las cosas están tan mal que hasta ella ofrece servicios a crédito. La prostituta con el billete en la mano va al pequeño hotel donde ha atendido a sus clientes las últimas veces, y le da el billete a su dueño. En ese momento viene el turista, dice que no se queda con la habitación y que le devuelva la garantía. Coge su billete y se va. El pueblo se ha quedado sin deudas y mira al futuro con confianza. Nota adicional: el billete, además, era falso.» (La creatividad económica, Ariel). 

 

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