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Cómo mueren las democracias

Capítulo 9.- Cómo salvar la democracia

No hay nada en nuestra Constitución ni en nuestra cultura que nos inmunice contra la quiebra democrática. Hubo que aguardar a 1965 para que la democracia alcanzara su plenitud en EEUU. Paradójicamente, ese mismo proceso desencadenó un realineamiento fundamental del electorado estadounidense que polarizó de nuevo acusadamente a los partidos políticos. Tal polarización, más profunda que nunca desde finales de la época de la reconstrucción posterior a la guerra de la Secesión, ha desencadenado la epidemia de infracción de las normas que en la actualidad desafían nuestra democracia” (237).

Existe la percepción creciente de que la democracia se encuentra en retroceso en todo el mundo: Venezuela, Tailandia, Turquía, Hungría, Polonia, Larry Diamond, tal vez la máxima autoridad en democracia que existe a nivel internacional, opina que nos hemos internado en un periodo de recesión democrática. ¿Se enmarca la crisis de EEUU dentro de una oleada mundial de involución? Antes de la elección de Trump, afirmar que existía una recesión democrática en el mundo era exagerado. El número de democracias ascendió espectacularmente en las décadas de 1980 y 1990. Alcanzando su punto máximo en torno a 2005, y se ha mantenido desde entonces.

Pero el ascenso de Trump puede representar un desafío a la democracia mundial. A pesar de casos contrarios, el periodo de 1990 a 2015 fue el cuarto de siglo más democratizador de la historia de la humanidad, en parte porque las potencias occidentales respaldaron de manera generalizada la democracia. Pero eso podría estar cambiando. EEUU parece que ha abandonado el papel de promotor de la democracia por primera vez desde la guerra fría. Hay tres escenarios futuros: (1) Trump fracasa en política y no es elegido o se ve forzado a dimitir.  (2) Más funesto. Trump continúa ganando una vez conseguido utilizaría tácticas constitucionales duras, (3) Opción más viable. Tras Trump habrá más polarización y una guerra institucional. Una democracia sin guardarraíles.

La democracia no funcionara si se olvidan las normas (tolerancia y contención). Montesquieu y los padres fundadores se equivocaban al pensar que una buena constitución resolvía los problemas “Las instituciones eran más que meros reglamentos formales: estaban envueltas en una capa superior de entendimiento compartido de lo que se considera un comportamiento aceptable. La genialidad de la primera generación de dirigentes políticos estadounidenses no radicó en crear instituciones bien pensadas, poco a poco y con dificultad implantaron un conjunto de creencias y prácticas compartidas que contribuyeron al buen funcionamiento de dichas instituciones. Su fortaleza estriba en lo que el Premio Nobel Gunnar Myrdal ha denominado “credo estadounidense”: los principios de la libertad individual y de la igualdad. A nuestro juicio, la idea de que los demócratas deberíamos luchar como republicanos, es errada.  La oposición a Trump debería ser firme, pero destinada a preservar en lugar de vulnerar las normas y la reglas democráticas. La oposición debería centrarse el congreso, los tribunales y, por supuesto, las elecciones.

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Únete 5 Comments

  • PABLO BORDE ONDARRA dice:

    Tan solo subrayar la interesante reflexión de Linz de 1978 de que:
    ….., la defunción de muchas democracias puede retrotraerse a la “afinidad mayor que un partido básicamente orientado al mantenimiento de un sistema muestra con los extremistas que están a su lado del espectro político, en vez de con los partidos moderados del sistema al otro lado del espectro”. Le parecía importante aislar a los extremistas en lugar de legitimarlos.»
    Es difícil añadir nada más a esta nuestra penosa situación política actual.

  • Gabriel Real Ferrer dice:

    Excelente Blog!!! A seguir, sin dudas.
    Gracias por el resumen. Los planteamientos que los autores exponen en este libro se complementan perfectamente con los de Fareed Zakaira en «El futuro de la libertad» (Taurus, 2003) y nos ayudan a comprender la situación. La democracia por si sola no garantiza una sociedad justa y libre, hace falta la concurrencia de una serie de virtudes cívicas enraizadas en la sociedad y en sus instituciones. El deterioro de la calidad democrática proviene de la incapacidad (real o aparente) de la democracia participativa para resolver los problemas de los ciudadanos (democracia inoperante) lo que abre espacio a la demagogia y a los populismos. Los líderes autoritarios, aupados democráticamente, pretenden deshacer los contrapesos y ocupar las instituciones para hacer prevalecer, no ya su ideología, de la que a menudo carecen, sino su cosmovisión, en la que ocupan el lugar central (democracia autoritaria) Hacer frente a esta tendencia constituye un desafío imponente.

    • El «republicanismo» americano fundamenta la democracia en las «virtudes cívicas», que por ello forman parte de la educación básica desde los padres fundadores.
      La fuerza de los líderes autoritarios deriva de que prometen soluciones fáciles, y se muestran con una seguridad pasmosa. Los estudiosos del liderazgo, como Daniel Goleman en «El lider resonante» saben que en momentos de bonanza triunfan los líderes «democráticos», negociadores, pero que en situaciones difíciles la gente prefiere los que dan seguridad. Por eso es tan frecuente que primero se fomente el miedo y después se ofrezca uno como solución.

  • Rodolfo Alcaraz dice:

    Jose Antonio,

    Como siempre, gracias!

    Para cuándo una «Universidad Cívica»? Me parece tanto o más necesaria que la UP

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