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La Navidad y el genoma cultural

Estos HOLOGRAMAS son un ensayo de PERIODISMO EXPANSIVO. Conocer lo que ocurre es fácil, comprenderlo es complejo. Cada lector debe poder elegir el nivel de comprensión en que quiere moverse. Propongo tres niveles: uno, reducido, en formato papel. Otro más amplio, en formato digital, que, a su vez, remite a una RED DE COMPRENSIÓN sistemática, necesaria por la inevitable conexión de los asuntos. Tal vez sea un proyecto megalómano, pero creo que vale la pena intentarlo. El artículo inicial de este holograma se publicó en el suplemento Crónica de EL MUNDO el día 29 de diciembre de 2019:


La Navidad y el genoma cultural. Muchos escolares ya no saben lo que se celebra en Navidad, y gran parte de los adultos lo han sabido, pero no se acuerdan. Estas fiestas reactivan un importante tema. Al nacer, todos recibimos una doble herencia, un doble genoma: el biológico y el cultural. El biológico ya lo hemos descifrado. Convendría hacer lo mismo con el cultural, para comprender cómo el pasado actúa en nosotros. Las sociedades han producido creencias, sentimientos e instituciones distintas, a partir de universales culturales. Uno de ellos es la creación de religiones, fenómeno presente en cualquier tiempo y lugar. Las grandes civilizaciones remiten a grandes maestros: Lao Tse y Confucio; los vedas y upanishad, Buda, Mahavira; los profetas de Israel y sus continuadores, Jesús de Nazaret y Mahoma; Sócrates. Escandalosos comportamientos eclesiásticos hacen pensar que la religión ha sido un lastre para la humanidad. Sin embargo, el papel de las religiones en la humanización de nuestra especie, demasiado cercana a la selva, ha sido definitivo. En Occidente, elementos cristianos forman parte de nuestro genoma cultural, con independencia de nuestras creencias. Desconocerlo es como desconocer los genes que nos construyen. Nos impide comprender, buscar soluciones y mejorar. Por eso, debemos rechazar el analfabetismo religioso.


HOLOGRAMA 32


Mucha gente se pregunta: ¿Puede una persona culta, moderna, con sentido crítico interesarse por la religión? En cambio, después de muchos años dedicado a la ciencia, a la filosofía y a la historia, la pregunta que me hago es: ¿Puede una persona culta, moderna, con sentido crítico NO interesarse por la religión? Recuerdo que después de los atentados de las Torres Gemelas, tuve una amigable discusión con José Saramago. Él había escrito un articulo titulado “Dios tiene la culpa”, un tema que después reiteró en Caín, atribuyendo a Dios las maldades de los humanos. Mi crítica era que no profundizaba lo suficiente en la historia y en el papel que la religión ha jugado en la humanización de nuestra especie. Nada indica que la ausencia de religión hubiera supuesto un beneficio para el ser humano, sino, precisamente, todo lo contrario. El rechazo, incluso la justa repugnancia, por algunas manifestaciones religiosas hace que personas muy cultas se nieguen a dar la importancia debida a una realidad cultural que nos ha acompañado siempre. Hasta el mejor escribano echa un borrón.
​Está muy extendida la falsa idea de que la inteligencia humana crea cultura -arte, religiones, instituciones políticas, ciencias- igual que las gallinas ponen huevos. La gallina sigue siendo la misma aunque más descansada. No es así, las creaciones culturales cambian la inteligencia que las ha producido. Los sapiens somos lo que la cultura, inventada por los sapiens, ha hecho de nosotros. Es lo que he llamado “el bucle prodigioso”. No podemos saber lo que somos sin saber lo que hemos hecho. Por eso, conocer el fenómeno religioso -como otras experiencias humanas, por ejemplo, la estética- no es solo necesario para conocer su contenido, sino para comprender nuestra inteligencia, incluida, por supuesto, la de las personas no religiosas. La cultura no es un traje que te pones, sino la anatomía que después vistes.

La cultura no es un traje que te pones, sino la anatomía que después vistes.

Los humanos somos “animales espirituales”, lo que no significa que estemos compuestos de una extraña sustancia inmaterial. Solo indica que vivimos entre la realidad y las entidades ideales que inventamos. La experiencia religiosa ha acompañado a nuestra especie desde sus comienzos, hasta tal punto que muchos antropólogos indican que más que hablar de Homo sapiens deberíamos hablar de Homo religiosus. Roy Rappaport, que fue presidente de la American Anthropological Association, escribió: “En ausencia de lo que según el sentido común llamamos religión, la humanidad no habría podido salir de su condición pre o protohumana”. Mircea Eliade, hombre poco religioso que dedicó toda su vida a estudiar las religiones, consideraba que lo sagrado es un elemento de la estructura mental humana y no un estadio en la historia de la conciencia. Rudolf Otto, el famoso autor de Lo Santo: lo racional y lo irracional en la idea de Dios, piensa que es un a priori innato en la mente humana. David Sloan Wilson, en su brillante libro Darwin’s Cathedral: Evolution, Religion, and the Nature of Society, da una interpretación pragmática y poco mística: “Algo tan complejo y que requiere tanto tiempo, energía y pensamiento como la religión, no existiría si no tuviera una utilidad laica. Las religiones existen ante todo para que los seres humanos logren unidos lo que ni pueden alcanzar de forma aislada”.

Se han propuesto otras muchas explicaciones de la aparición y permanencia de las religiones. Una de sus funciones fue, posiblemente, fomentar la obediencia. Los antropólogos afirman que la especie humana sufrió un proceso de “autodomesticación”, que le permitió aprender a controlar los impulsos. He explicado con detenimiento en otros lugares, que los sapiens aprendieron la libertad obedeciendo, y que los niños lo hacen también. Para domeñar los orígenes animales de nuestra especie debieron ser necesarias técnicas poderosas. No debió de ser fácil que emergieran la compasión y la capacidad para colaborar con los extraños. Para conseguirlo, sin duda la aparición de las religiones, que estuvieron relacionadas muy pronto con los sistemas normativos, debió de ser fundamental. Por ejemplo, creer que Dios nos ve favorece las buenas acciones y promueve la conducta prosocial, como estudian Ara Norenzayan en Big Gods: How Religión Transformed Cooperation and Conflict, y Dominic Johnson en God is Watching you: How the fear of god Makes Us Human. Un reciente artículo publicado en Nature investiga la aparición de los ·dioses moralizadores en las sociedades complejas. Un momento importante en la historia es cuando Dios -que aparece como la experiencia del poder tremendo- se hace bueno, se ocupa de los débiles y pone límites a los poderosos.

En Biografía de la humanidad” estudié una época especialmente transcendental, la que se denomina “era axial “ (800 -200 a.C). Aparecen grandes genios religiosos y filosóficos cuya influencia sigue viva y sirve para deslindar grandes espacios culturales. Confucio, Buda, Mahavira, Sócrates, los profetas de Israel, en cuya línea hay que situar, siglos mas tarde a Jesús de Nazaret y Mahoma. Es la inteligencia la que cambia. “La era axial -escribe Merlin Donald-podría considerarse como el momento en que la humanidad da un salto evolutivo en la capacidad de dirigir y supervisar lo que llamamos metacognición”. En su obra Religion in Human Evolution, Robert Bellah defiende la misma idea. La era axial ha recibido varios nombres, todos los cuales apuntan en la misma dirección. El sinólogo Benjamin Schwartz la ha denominado “la edad de la transcendencia”. Para Björn Wittrock es “la era de la reflexividad”. Historiadores tan conocidos como McNeill y Harari señalan el avance que supuso la creación de religiones menos tribales.

​Respecto del cristianismo, conviene recordar su función en la creación de lo que denominamos “pensar a la europea”. Philippe Nemo ha escrito Les racines chrétiennes de l’Europe, y Graham Maddox Religion and the Rise of Democracy. Todos reconocemos,  por ejemplo, la importancia que tuvo en nuestra cultura el derecho romano, pero olvidamos el papel que el derecho canónico jugó en su difusión. Peter Watson, en La gran divergencia, considera que el descubrimiento del monoteísmo, y posteriormente de la idea de un Dios racional, marcó la diferencia europea. Lo mismo defiende Rodney Stark en The Victory of Reason: How Christianity Led to Freedom, Capitalism and Western Success (2005). Un pensador poco piadoso, como Jürgen Habermas, ha escrito: “Para la autocomprensión normativa de la modernidad, el cristianismo representa más que un mero precedente o catalizador. El universalismo igualitario, -del cual derivan las ideas de libertad y solidaridad social, conducción autónoma de la vida y emancipación, conciencia moral individual, derechos humanos y democracia- es un heredero directo de la ética judía de la justicia y de la ética cristiana del amor. Este legado ha sido objeto de una constante apropiación e interpretación crítica sin sufrir transformaciones sustanciales. Al día de hoy no existe ninguna alternativa a él. Seguimos alimentándonos de esa fuente. Todo lo demás son chácharas posmodernas”. (Habermas, J. “A conversation About God and the World”, en Time of Transition, Polity Press, Londres, 2006).

​​Sin embargo, no se pueden ocultar la violencia, la crueldad, el fanatismo desencadenados por las religiones. Por hablar sólo de Europa, nuestra historia está devastada por guerras de religión. Es un ejemplo más de cómo las creaciones humanas tienen dos caras, una benefactora y otra destructiva. Pensemos, por ejemplo, en la obediencia, o en la energía atómica o en el nacionalismo. Parece que estamos condenados a vivir en un parteaguas, con la amenaza permanente de caer a un lado u otro. Es lo que Acemoglu y Robinson han llamado “la senda estrecha” al hablar del Estado, otra creación humana. Señalan que sin Estado es difícil controlar la anarquía, pero que el Estado puede deslizarse hacia la tiranía. Para ellos, la senda estrecha consiste en un Estado encadenado por la sociedad, que aprovecha sus virtudes y evita sus excesos. Algo parecido a lo que he llamado “Estado promotor”. Aplicaré la metáfora a la religión. Las religiones, que han sido grandes generadoras de valores y sentimientos compasivos y generosos, que han ampliado la mente y el corazón humanos, pueden convertirse en peligrosas cuando se salen del marco ético, que es el único que puede limitarlas. Por ejemplo, el que está señalado por los derechos humanos. Muchas confesiones religiosas se consideran a sí mismas la autoridad suprema en temas de moralidad, pero todas apelarán a los derechos humanos si se sienten perseguidas. Si conocieran lo suficientemente bien la historia, se darían cuenta de que los límites impuestos por los derechos humanos no son exteriores a ellas, sino que han emergido del propio dinamismo de las religiones, de su intento de purificación. La Ilustración europea, que puede considerarse un movimiento laico, no puede entenderse si se olvida el origen cristiano que tuvo.

​​Dentro de unos meses se volverá a hablar de educación, y de nuevo saldrá el tema de si debe enseñarse religión en la escuela publica. Una vez más volveré a decir que nuestros alumnos deben conocer las creaciones humanas que han determinado nuestra manera de pensar y de sentir, y que debemos hacerlo para poder comprenderlas, evaluarlas y tomar decisiones. Un excesivo utilitarismo presiona para expulsar de los sistemas educativos todo lo que no tenga una inmediato uso económico. De ahí el interés a veces excluyente por las STEM ( science, technology, engineering and mathematics). ¿Para que sirve estudiar arte, literatura, religión, filosofía, humanidades en general? Mi propuesta, que he defendido en Biografía de la humanidad y en Historia visual de la inteligencia, defiende la necesidad de incorporar una asignatura troncal a lo largo de todos los programas de enseñanza primaria y secundaria, e incluso en el primer curso de las carreras universitarias, dedicada a la Ciencia de la evolución de las culturas, que estudia la historia de nuestra inteligencia, y de los azarosos caminos por los que hemos ido apartándonos de la selva originaria. Necesitamos conocer las culturas para poder evaluarlas críticamente. Conocer lo que hemos sido, nos permitirá comprender lo que somos y, si tenemos la suficiente lucidez, decidir lo que queremos ser. Esa asignatura nos permitiría además un mejor aprovechamiento del tiempo porque integraría muchas disciplinas dispersas: religión, filosofía, arte, historia de las instituciones políticas, antropología, etc.

​Terminaré con una anécdota religiosa. Un día, un brahman encontró a Buda sentado en contemplación bajo un árbol. Le admiró su paz extraordinaria. ¿Eres acaso un dios?, le preguntó. No, respondió Buda, y le explicó que había descubierto un nuevo poder en la naturaleza humana. Era posible vivir en este mundo de conflicto y dolor en paz y armonía con todas las criaturas. No era importante que le creyera, añadió. Descubriría la verdad si practicaba su método, cortando sistemáticamente el egoísmo de raíz. Al despedirse, Buda le dijo: “Recuérdame como alguien que está despierto”.
​Tal vez una de las funciones de la religión es mantenernos despiertos…

 

 

 

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Únete 3 Comments

  • antonio dice:

    Los humanos somos “animales espirituales”…..ya lo dijo Benito Perez Galdos, en un momento de la historia de España en la que hablar de espiritualidad laica, era una condena de la Iglesia Católica española.
    ……no hay que tener tanto miedo a la Iglesia Católica española, y decir lo que se piensa respecto al hombre espiritual, desde una visión laica reflexiva.
    Hasta Vox, ha dicho al Papa, que si quiere inmigrantes que los meta todos en el Vaticano.
    s2s.

  • jose antonio marina dice:

    El libro de Jonatan Haidt, «La mente de los justos» insiste en el papel que jugaron las religiones para resolver lo que considera la caracteristic principal de nuestra especie: su «ultrasociabilidad» (370). E.O. Wilson tambien piensa que las religiones permitieron emprender tareas comunes que sin ellas hubieran sido imposibles. Es la vieja teoria de Durkheim sobre la funcion social de la religion.

    • antonio dice:

      a mi me parece más educativo para los españoles leer a Perez Galdos para entender el papel de las religiones, que a los sociólogos que cita profesor.
      Comprender una cuestión a nivel teórico sirve de poco en la evolución del ser humano, comprender cualquier planteamiento cuando conlleva una emoción de tú pasado, fortalece nuestro pensamiento.
      Hay que pringarse en el mundo de las emociones, si se quiere conseguir una comprensión del acontecer diario.

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