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“El deseo es el componente directivo de nuestro comportamiento”: José Antonio Marina

El filósofo español habla a propósito de su libro ‘El deseo interminable’.

  • Redacción AN / HG
28 Jul, 2024 06:01
“El deseo es el componente directivo de nuestro comportamiento”: José Antonio Marina

“Nos falta talento político para gestionar los problemas de nuestra época”, advierte el filósofo y ensayista, José Antonio Marina (Toledo, España, 1935).  A través de más de una decena de títulos publicados entre los que destacan La inteligencia fracasada, Anatomía del miedoBiografía de la humanidad, Biografía de la inhumanidadLa inteligencia ejecutiva y El deseo interminable (Paidós), el académico se ha dedicado a pensar y repensar el comportamiento del ser humano.

Ganador de los premios Nacional de Ensayo y Anagrama de Ensayo, en su país, Marina plantea que existen dos tipos de felicidad, una subjetiva y personal; y otra que atañe a lo colectivo. “Cada uno debe buscar la felicidad personal, pero de una manera en que sea compatible con la de los demás, eso es lo verdaderamente importante”, explica en entrevista.

En El deseo interminable escribe que la búsqueda de la felicidad es lo que marca el rumbo del desarrollo de la Historia.

Al terminar Las arquitecturas del deseo me di cuenta de que el deseo es el componente directivo de nuestro comportamiento. Si queremos comprender la Historia, que al fin y al cabo es un agregado de comportamientos individuales, tenemos que estudiar cuáles son los deseos, pasiones, expectativas, miedos y esperanzas que están por debajo de los acontecimientos sociales. No soy historiador, pero durante los últimos ocho años ha sido mi fuente más continua de trabajo. Ya en Biografía de la humanidad intenté explicar la dinámica de los acontecimientos sociales, pero me encontré por debajo con los deseos. Después escribí la Biografía de la inhumanidad, donde cuestioné cómo es que si somos tan inteligentes hacemos tantas estupideces, ahí se introducen también elementos afectivos muy fuertes. Así fue como llegué a El deseo interminable, donde planteo que en el fondo todo lo que buscamos es algo que satisfaga nuestros deseos y a ese algo le llamamos felicidad sin saber si esto es realmente posible. No obstante, la idea de la felicidad es importante porque nos hace seguir viviendo y manteniendo la esperanza a pesar de que es un concepto muy vago.

Vago y subjetivo, porque el conflicto viene cuando esa búsqueda no coincide con la del vecino.

Hay dos tipos de felicidad y creo que ese es el centro de esto. Una es la felicidad subjetiva, es decir, un estado de ánimo agradable e intenso que me gustaría que continuara, cada uno la encuentra de manera distinta. Pero, desde el punto de vista social hay una más importante y me refiero a la felicidad objetiva o política, aquí nos encontramos con una situación que nos interesa mantener porque nos da seguridad, oportunidades y elimina los miedos. Mientras que la subjetiva es muy difícil de medir, la objetiva tiene indicadores que se pueden evaluar como la desigualdad, la violencia, el funcionamiento de las instituciones o la resolución de conflictos sociales. Todo eso configura el mundo en el que me gustaría vivir. Por supuesto esto no garantiza la felicidad subjetiva porque aun dentro de un entorno feliz puedo tener una serie de desgracias, no obstante, a pesar de eso nos gustaría seguir viviendo en esas condiciones.

Esta felicidad objetiva se supone que llegaría con la democracia, pero si nos atenemos a las mediciones, parece que todavía estamos lejos.

Es verdad, sin embargo, nadie se arriesgaría por muchas imperfecciones que tenga la democracia, a proponer otro tipo de sistema. La Historia es el banco de pruebas de la humanidad y podemos aprender de ella si no nos fijamos en acontecimientos concretos sino en los iones que se han puesto en funcionamiento. A lo largo de la Historia hemos experimentado la anarquía o la tiranía y gracias a la experiencia sabemos que son catastróficas. Necesitamos explicar mejor a los ciudadanos que la democracia es la mejor solución que hemos encontrado para todos nuestros problemas sociales.

Aunque ya tenemos casos de países donde los habitantes prefieren gobiernos autoritarios que solucionen temas básicos como la salud.

Al estudiar cómo funcionan los seres humanos una de las cosas que he descubierto es que el poder no tiene sistema de freno. En mi libro Historia universal de las soluciones planteo que cuando Lord Acton decía: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, no estaba diciendo que todos los gobernantes son deshonestos, sino que una posición de poder siempre tiende a extralimitarse, por eso la solución es la existencia de un contrapoder que desde fuera le limite. No hay dictaduras, tiranías o democracias autoritarias, buenas porque la posición de poder sin frenos lleva al exceso. Erdogan o Trump son ejemplos de gobernadores que quieren llegar hasta el máximo posible en la forma en que utilizan el poder. La esencia de la relación social es la participación, no la obediencia.

¿Cómo interpreta que ahora exista una industria alrededor de la felicidad?

No hace mucho me hicieron una entrevista en la que dije, la moda de la felicidad es una tragedia para la sociedad. Mis palabras escandalizaron a muchos, pero me refería a la felicidad subjetiva, aquella que promueva que me sienta bien solo yo. Mientras que la idea grande de felicidad, es decir la que enlaza la propia con la colectiva y que se sostiene en la justicia, ha pasado a segundo plano. Cada uno debe buscar la felicidad personal, pero de una manera en que sea compatible con la de los demás, eso es lo verdaderamente importante. Pensemos en Ucrania o Gaza, ¿sus habitantes pueden ser felices? No, porque su felicidad está mediada por su entorno trágico e hiriente. Necesitamos desde la infancia y la escuela, el convencimiento de que para conseguir la felicidad personal necesitamos colaborar para la felicidad colectiva. Hay que tener en cuenta que todos somos productos de la casualidad y lo que intenta hacer la justicia es que la casualidad tenga el menor poder posible en nuestras vidas, es decir que nuestra asistencia sanitaria no dependa del sitio donde he nacido.

¿Asuntos como la crisis ecológica se deben a que hemos vinculado nuestra idea de la felicidad con el consumo?

Sin duda hay una relación y en cierto sentido todos colaboramos en esto, en mayor o menor medida. Estamos produciendo fracturas sociales cada vez más marcadas. La tecnología favorece el progreso de muchas personas, pero también el retroceso de muchas otras. Cada una de las cosas que hacemos tiene un doble efecto, si somos inteligentes deberemos potenciar los positivos. El consumo es buen ejemplo para mostrar lo complicado que es resolver los problemas sociales. Podemos reducir el consumo energía porque asumimos que el planeta no da para tanto, pero claro, al hacerlo tenemos que disminuir los sistemas productivos y ahí empezamos con problemas porque baja el empleo. En pocas palabras nos falta talento para enfrentarnos con los problemas. Me asusta la falta de talento político para gestionar nuestra época, revisar donde estudian nuestros políticos he descubierto que asisten a sitios donde se forman analistas no políticos y eso es peligroso porque se les enseña a luchar por el poder, pero no a resolver problemas de índole público.

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