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¿Quién debe gestionar la transformación educativa?

El cambio puede iniciarse en niveles variados, pero los centros de enseñanza son imprescindibles. Es en ellos donde cualquier mejora debe notarse, porque nada cambiaría si no cambiasen las aulas. En ellas ha de notarse el progreso.

Pero no sólo son receptores de los cambios. Los centros de enseñanza pueden iniciarlos también. En España, muchos de ellos han emprendido esos procesos de mejora. Por eso, hoy quiero hablar con Carmen Pellicer, una de las mayores expertas españolas en gestionar el cambio educativo de dichos lugares de enseñanza. Es presidenta de la Fundación Trilema, que ha colaborado en procesos de transformación y mejora en más de 800 centros españoles.

PREGUNTA: Es difícil saber por dónde debe comenzar un cambio educativo. ¿Le parece que una de las vías es mejorar la calidad de los centros educativos?

RESPUESTA: Un cambio educativo de un país depende de muchos factores. Sabemos que la familia es clave y que la influencia de los agentes anónimos de socialización, especialmente los que están vinculados hoy a la tecnología, el ocio y la comunicación, es creciente, pero la intervención sistémica sobre ellos es compleja y poco eficaz.

La escuela de educación obligatoria es la estructura pública más organizada que ofrece una oportunidad única de aportar como sociedad una intervención valiente, ambiciosa y eficaz para mejorar el futuro de niños y jóvenes.

Deberíamos centrar nuestros esfuerzos en lograr un pacto generoso que deje de lado intereses políticos, económicos o ideológicos y se centre en buscar los factores que mejoren la calidad de todos los centros educativos en un plazo razonable de tiempo. No es un problema de recursos, sino de voluntades, liderazgo y competencia profesional.

P.: ¿Cuánto tiempo se necesita para realizar un proceso de mejora de un centro educativo?

R.: Un proceso de mejora se puede realizar en un periodo corto de tiempo. Pueden verse resultados tangibles en los alumnos en un curso escolar, si focalizamos los objetivos y los esfuerzos en aspectos directamente vinculados a la mejora del aprendizaje de los niños. Pero si queremos un cambio sustancial, que afecte a la concepción del currículum, la sistematización en el uso de metodologías activas y las herramientas de evaluación del aprendizaje, la gestión de recursos variados y estimulantes y los modelos de personalización y atención a los alumnos, hablamos de un proyecto ambicioso de objetivos a medio y largo plazo que requiere al menos de tres cursos escolares. A partir de ese plazo, deben implementarse las medidas necesarias para mantener una tensión de excelencia constante que se debe evaluar anualmente.

En cualquier caso, cada escuela, cada equipo docente tiene su ritmo, y su idiosincrasia propia, y el éxito del cambio depende en gran medida del liderazgo de su equipo directivo y el compromiso y la dedicación de los profesores con sus alumnos.

P.: ¿Cuándo empiezan los alumnos a ser beneficiados por ese proceso de cambio de un centro?

R.: Cuando el proceso es genuino y se inicia no por modas, marketing o razones poco claras, sino para mejorar el espíritu, las mentes y las vidas de los alumnos, estos se benefician del proceso de cambio prácticamente desde el principio porque la transformación de las aulas depende en gran medida de cómo incrementamos el grado y la profundidad de la reflexión de los profesores sobre cuál es la mejor manera de ayudarles a aprender.

Así, el paso de las clases rutinarias al diseño de nuevas maneras provoca la curiosidad y aumenta la comprensión de los alumnos y lleva a mejorar la calidad del trabajo de las aulas desde el momento mismo en que nos comprometemos como equipo a compartir las mejores prácticas educativas. Medir el impacto del cambio en los resultados académicos de las pruebas externas quizás lleva un poco más de tiempo, y está condicionado por otros factores ajenos a las escuelas como el contexto socioeconómico y cultural o el apoyo explícito de las familias.

Pero para valorar el efecto de una buena escuela, los beneficios deben ser medidos por indicadores que recojan también otros aspectos fundamentales para el desarrollo humano cuyos logros se ven en la calidad personal y la felicidad de los alumnos y sus entornos.

Las declaraciones de Carmen Pellicer confirman nuestra propuesta. En cinco años el cambio es posible. Por ello, es importante extender este convencimiento y  preguntar a todo el mundo: ¿está dispuesto a colaborar?

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