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La religión en la escuela: ¿debe financiarse con dinero público? ¿Debe impartirse?

La semana pasada, asistí a una conferencia de Alvaro Marchesi sobre el posible Pacto educativo. Marchesi es catedrático de Psicología evolutiva, fue el Secretario de Estado de Educación que gestionó la aplicación de la LOGSE, y ha sido Director general de la OEI (Organización de estados iberoamericanos para la educación la ciencia y la cultura). Conoce bien el sistema educativo español y lo que se hace en el mundo. Señaló, a mi juicio de manera acertada, los puntos más conflictivos de cara a un Pacto. Excelencia frente a equidad. Educación comprensiva frente a educación diversificada. Valoración de la formación profesional frente a la académica. Financiación de la enseñanza concertada. La descentralización autonómica de la educación. La religión en la escuela.

Me gustaría ir tratando todos estos temas en esta sección, como colaboración de los lectores y mía a ese deseado pacto. Hoy voy a referirme a la religión en la escuela. En un Estado no confesional, ¿debe impartirse religión en la escuela pública o financiada con dinero público?

La religión se ha convertido en un marcador de identidad entre los adolescentes franceses de 12 a 15 años

Comienzo por este tema para hacerme eco de una polémica que acaba de plantearse en Francia. Una encuesta llevada a cabo por la Facultad de Ciencias políticas de Grenoble, y publicitada por ‘Le Nouvel Observateur’ y ‘France Inter’ ha revelado una movilización religiosa de los alumnos, hasta tal punto que la portada de la revista titula: “¿La religión desafía a la escuela?” La religión se ha convertido en un marcador de identidad entre los adolescentes de 12 a 15 años. Cerca del 39% afirma no tener religión, el 30% se confiesa católico, y el 26% musulmán. La religiosidad se traduce en un conservadurismo extremado y en una intolerancia en materia de costumbres. Según esta encuesta, cuanto más religioso se es, mas se pone en cuestión la igualdad de hombres y mujeres o el reconocimiento de los derechos de los homosexuales.  El 41% de los jóvenes musulmanes más devotos, y el 29% de los católicos más practicantes, consideran que “la mujer esta hecha ante todo para parir hijos y educarlos”. Y el 47% y el 23% respectivamente considera que los homosexuales no son “como los demás”.

Es comprensible que esta encuesta favorezca la actitud de quienes consideran que la religión debe expulsarse de la escuela y, a ser posible, de toda la vida pública. Laicismo y religiosidad se comportan como el agua y el aceite. En cambio, religión y política se han prestado a todo tipo de cócteles espirituosos (nunca mejor dicho). En España, el Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, firmado en 1979, señala que todos los niveles de educación no universitaria “incluirán la enseñanza de la religión católica en todos los Centros de Educación, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales”. La enseñanza religiosa será impartida por las personas que sean designadas por la autoridad académica entre aquellas que el Ordinario diocesano proponga para ejercer esta enseñanza.

A la Jerarquía eclesiástica corresponde señalar los contenidos de la enseñanza y formación religiosa católica, así como proponer los libros de texto y material didáctico relativos a dicha enseñanza y formación. Lo mismo sucede con otras religiones reconocidas por el Estado español, desde que en 2006, se decidió que “la determinación del currículo y de los estándares de aprendizaje evaluables que permitan la comprobación del logro de los objetivos y adquisición de las competencias correspondientes a la asignatura Religión será competencia de las respectivas autoridades religiosas. Las decisiones sobre utilización de libros de texto y materiales didácticos y, en su caso, la supervisión y aprobación de los mismos corresponden a las autoridades religiosas respectivas, de conformidad con lo establecido en los Acuerdos suscritos con el Estado español”.

Los defensores de la educación religiosa confesional apelan al articulo 27.5 de la Constitución que ordena a los poderes públicos que garanticen “el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Este artículo es muy vago y, en lo que respecta a la moral, tiene que ser someterse al artículo 21.1 que dice “la educación debe respetar los principios democráticos de convivencia y  los derechos y libertades fundamentales”. Es decir, los principios éticos universales están por encima de las normas morales confesionales. Este es el punto más importante de esta discusión.

Creo que la función de la escuela pública es enseñar lo universal. Eso incluye la ciencia, la historia universal y la ética. Así se impide la utilización ideológica de la escuela. Ni nacionalismos ni religiones confesionales tienen lugar en la escuela pública. No porque niegue su importancia o su legitimidad, sino porque conviene que el alumno acceda a ellos desde la universalidad. En un mundo global, adquiere plena vigencia el proyecto kantiano de “una historia universal desde un punto de vista cosmopolita”. ¿Cómo se aplica esto a la enseñanza de la religión?

Estoy seguro de que los sectores menos doctrinarios de las confesiones religiosas estarían dispuestos a defender este tipo de enseñanza

La religión es un fenómeno universal y por eso debe estudiarse en la escuela. En cambio, las religiones confesionales no lo son. Tengo la convicción de que las religiones han tenido un papel muy importante en el proceso de humanización de nuestra especie. Pero han provocado también muchas injusticias. Como todas las creaciones humanas, la religión necesita un análisis ponderado y objetivo. George Steiner –un gran humanista– hacía en ‘Presencias reales’ una defensa muy poco religiosa de Dios. Le preocupaba que su ausencia provocara una banalidad del arte, una trivialización. Es muy posible. Por eso, el sistema educativo inglés da importancia a la “formación espiritual” de los alumnos. En ella incluye la estética, la ética, la búsqueda del sentido de la vida, la religión. Parte de la constatación de un hecho: hay intereses, expectativas y problemas humanos que no encuentran respuesta en la ciencia positiva. De ello se encarga la espiritualidad.

En 2002, el Ministerio de educación de Francia, encargó a Régis Débray, antiguo compañero del Che Guevara, la elaboración de un informe sobre la enseñanza de la religión en la escuela, de donde había sido expulsada en 1905. Su conclusión fue que debía introducirse la “enseñanza de lo religioso” pero no “la enseñanza de la religión”. Debía ser una historia rigurosa de la experiencia religiosa, y de la evolución de las grandes confesiones. En 2005, con el gobierno Fillon, este conocimiento se incluyó en primaria y secundaria. Tras los atentados contra Charlie-Hebdo, la ministra de educación francesa, Najat Vallaud-Belkacem decidió intensificar el estudio del hecho religioso en las aulas, y, sobre todo, el reforzamiento de los valores éticos, recogidos en la Declaración de Derechos humanos, que limita el poder de las religiones, al mismo tiempo que las defiende.

Estoy seguro de que los sectores menos doctrinarios de las confesiones religiosas estarían dispuestos a defender este tipo de enseñanza y a colaborar en la calidad de su realización. ¿Usted qué opina?

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